Las
agresiones a enfermeras siguen siendo un problema que hay que atajar dentro del
ámbito sanitario. Según los datos del Observatorio de Agresiones del Consejo General de Enfermería (
CGE), en 2022 se denunciaron un total de
2.580 agresiones en España, lo que supone un incremento de
58,38 por ciento con respecto al año pasado. Aunque todavía queda un largo camino por recorrer y no todos los actos de violencia que se producen acaban notificándose, cada vez hay más enfermeras que alzan la voz y toman la decisión de contar y visibilizar sus propias experiencias personales con el objetivo de poner freno y buscar una solución a una situación que afecta negativamente a su
salud física y mental.
Para conocer de primera mano esta situación,
Redacción Médica se ha puesto en contacto con
Ana, una enfermera de un hospital de Barcelona que fue acorralada y amenazada por un paciente con una navaja.“Tengo que decir que he sufrido más de una agresión durante los siete años que llevo ejerciendo, pero esta fue la que más me impactó" , ha reconocido.
Estos hecho ocurrieron cuando Ana se encontraba trabajando en el
triaje de Urgencias y un paciente de unos 50 años entró para ser atendido con la
ropa llena de sangre, "muy nervioso" y con signos de haber consumido algún tipo de estupefaciente
.
“En un primer momento pensé que se había cortado, pero cuando vi todas esas manchas y cómo era su comportamiento, me di cuenta de que eso no era muy normal y fui a pulsar el botón del pánico para avisas a mis compañeros, pero no me dio tiempo", ha relatado.
El paciente había apuñalado a una persona previamente
Tras preguntarle lo que le había ocurrido, el paciente le exigió que le curase "de manera inmediata" un corte que presentaba en el dedo. La herida, como pudo saber Ana posteriormente, se la había hecho tras
apuñalar a una persona por la calle momentos antes de acceder a Urgencias. “En ese momento yo no lo sabía. Le dije que tendría que esperar un rato para poder curarle y fue entonces cuando saco una
navaja y me la puso en el cuello, dejándome acorralada contra la pared sin poder salir”, ha explicado.
Durante los minutos que estuvo contra la pared, Ana se sentía “completamente paralizada y con
mucho miedo” al no saber cómo iba a reaccionar su agresor. Aún así, consiguió avisar al
personal de seguridad, quienes pudieron tranquilizar al paciente y que soltase el arma.
Pese a que ya no tenía la navaja en la mano, el paciente siguió arrinconando a Ana y amenazándola. Mientras tanto, sus compañeros habían avisado a los mossos de’ esquadra y en pocos minutos aparecieron en el hospital. "Cuando llegaron, intentaron convencerle para que se entregara, pero viendo que era inútil razonar con él, cuatro de ellos tuvieron que intervenir y reducirle en el suelo", ha lamentado.
Dos días de cárcel y un mes asistiendo a comisaría
La experiencia que vivió Ana derivó en que tuviese que ir a
juicio y declarar contra su agresor. Según ha detallado, al paciente se le condenó a
dos días de cárcel, a entregar el arma y a presentarse diariamente en la comisaría durante un mes. "Solo le hicieron eso", ha subrayado.
No es la única agresión que una enfermera ha recibido por parte de un paciente.
Diana, una profesional que trabaja en un hospital de Madrid sufrió
amenazas, insultos y agarres de la familia de un paciente con cáncer que no aceptaban el diagnóstico del enfermero.
La situación se agravó cuando los profesionales le detectaron síntomas de covid y lo trasladaron a una habitación individual por prevención. "Esto ocurrió en el inicio de la pandemia y conocíamos muy pocas cosas sobre el virus", ha recordado.
La familia "negaba que el paciente tuviese cáncer"
“Como la familia no estaba de acuerdo y negaba que tuviese cáncer, empezaron a saltarse todas las medidas impuestas del aislamiento preventivo. Sus miembros entraban en la habitación, salían, dejaban la puerta abierta e increpaban a los médicos. Era una familia muy conflictiva”, ha explicado.
La agresión se produjo una mañana cuando la hija del paciente abordó en el pasillo del hospital a María y le gritó que "llevaba mucho tiempo pitando la máquina de su padre, que nadie iba a verlo y que se había arrancado la vía".
"Al escuchar esto entré en la habitación para ver lo que había ocurrido y me empezaron a increpar la falta de personal para atender al paciente. Cuando les reiteré que no podían saltarse las normas y entrar en la habitación fue cuando la hija me empezó a insultar, a llamarme hija de puta y a decirme que me iba a matar", ha subrayado.
El paciente arránco el botón del pánico
Viendo cómo empeoraba la situación, por su
seguridad, María intentó salir de la habitación, pero la mujer bloqueó con su cuerpo la puerta de salida. Rápidamente fue a pulsar el
botón del pánico para avisar a sus compañeros, pero el propio paciente lo arrancó para evitar que alertara de lo que estaba ocurriendo en esa sala.
“Intenté salir de nuevo por la puerta, pero el yerno me levantó la mano, me agarró de las muñecas y me empezó a amenazar. Por suerte, conseguí zafarme y fui de nuevo a la puerta, empujando a la mujer y consiguiendo salir de la habitación. Fue una situación horrible, salí de allí llorando y muy nerviosa", ha relatado.
"Nuestra carrera es mucho más que unas agresiones y, por mucho que las hayamos sufrido, nunca nos vamos a quedar con esa imagen"
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Pese a las dos experiencias “traumáticas que vivieron estas enfermeras, han querido aclarar que
Enfermería es una profesión "super bonita" en la que hacen falta personas que tengan ganas de
ayudar a las personas.
“Somos transformadoras y las primeras que tenemos que hacer educación sanitaria. Cuantas más seamos, más fuerza vamos a tener, más nos vamos a agrupar y más derechos vamos a conseguir. Nuestra carrera es mucho más que unas agresiones y, por mucho que las hayamos sufrido, nunca nos vamos quedar con esa imagen porque lo que hacemos por los pacientes nos compensa mucho más”, han concluido.
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