La
pandemia de Covid-19 ha supuesto un duro golpe para la mayoría de las enfermeras a nivel mundial, hasta el punto de que dos de cada diez se ha planteado incluso abandonar la profesión tras enfrentarse al virus en primera línea.
Es una de las principales conclusiones extraídas por un grupo de investigadores estadounidenses al evaluar el estrés y la salud mental de más de
300 enfermeras durante la crisis. Según este estudio, publicado en
Journal of Advanced Nursing (JAN), un quinto de las enfermeras
tenía intención de dejar su trabajo en los siguientes 6 meses.
Uno de los factores determinantes del
malestar de las profesionales fue la falta de EPI. Más de la mitad de las trabajadoras encuestadas,
casi el 53 por ciento, tuvo dificultades para acceder a equipos de protección personal o productos de desinfección, principalmente mascarillas, pantallas o gafas protectoras.
Casi todas las que reportaron algún tipo de dificultad aseguran haber tenido que
reutilizar alguno de los elementos o incluso prolongar su uso más de lo recomendado al no haber material disponible. Un 98 por ciento reconoce haberlo hecho con las mascarillas N95 y un 96 por ciento de las quirúrgicas.
Además de ampliar los usos, las profesionales también se vieron obligadas a a
plicar usos "improvisados" de dicho material o incluso a proporcionarlos de su bolsillo, especialmente las mascarillas y las máscaras faciales, además de toallitas y soluciones desinfectantes.
Miedo a contagiar y sobrecarga de pacientes
En general, la mayoría experimentó situaciones de angustia relacionadas con el Covid-19, en mayor medida que antes de la pandemia cuando "rara vez" tuvieron que enfrentar escenarios con esta carga de estrés.
Los mayores focos de ansiedad fueron producidos por el miedo a contagiar y el cuidado de pacientes que permanecían ingresados o fallecían en soledad. Fuera del contexto pandémico, también se presentaron como situaciones de estrés el hecho de tener que dividir la atención o tener que aplicar tratamientos agresivos que el personal consideraba poco beneficiosos para el paciente. También señalaron perjuicios relacionados con una sobrecarga asistencial. De hecho, las profesionales que tuvieron que atender a una media de entre 21 y 50 pacientes notificaron mayores niveles de estrés, así como aquellas que trabajaban en unidades de cuidados intensivos.
Con respecto a la salud mental, 5 meses después del primer pico de Covid-19, las enfermeras habían
sufrido ansiedad una media de 3,1 días; 1,8 días se habían sentido cohibidas y 2,7 días tuvieron dificultades para dormir. En total, las enfermeras encuestadas padecieron estos tres síntomas durante más de una semana.
La angustia fue disminuyendo a medida que mejoraba la
comunicación efectiva y el acceso a los equipos de protección personal. La angustia también se relacionó con la posibilidad de sufrir efectos de salud mental en el largo plazo.
Como aspecto positivo, la mayoría de enfermeras definieron la
comunicación recibida por parte de sus superiores en el hospital como transparente (70 por ciento), efectiva (70 por ciento) y oportuna (78 por ciento).
En definitiva, existe una relación directa la salud mental de las enfermeras y elementos como el número de pacientes a atender, mejor comunicación de equipo, facilidad para acceder al material de protección y la angustia sufrida especialmente en los momentos álgidos de la crisis. En un análisis más profundo, también se señaló como ventaja la comunicación efectiva de los cargos de poder.
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