Los investigadores han identificado un
biomarcador inmunológico en los recién nacidos que puede predecir la posterior aparición y
gravedad del eccema atópico pediátrico, según ha demostrado un nuevo estudio presentado en el 31º Congreso de la Academia Europea de Dermatología y Venereología (
EADV).
El estudio Barrier dysfunction in Atopic newBorns (BABY) analizó una
cohorte de 450 bebés (300 recién nacidos a término y 150 prematuros) para examinar si los
biomarcadores inmunológicos y de barrera cutánea podían predecir la aparición y la gravedad del eccema durante los dos primeros años de vida.
Se comprobó que tanto los bebés a término como los prematuros con niveles elevados de
TARC (quimiocina regulada por el timo) a los 2 meses tenían más del doble de probabilidades de
desarrollar eccema a los 2 años. Otros dos biomarcadores, la interleucina (IL)-8 y la IL-18, también se asociaron al eccema de moderado a grave en el estudio.
Este mayor riesgo seguía existiendo después de ajustar la atopia de los padres (cuando el sistema inmunitario es más sensible a las enfermedades alérgicas) y las mutaciones del gen de la filagrina, que es un importante factor de predisposición al eccema. El estudio descubrió una
asociación positiva entre el nivel de TARC y la gravedad del eccema.
¿Cómo recogieron las muestras de células de la piel?
Los investigadores utilizaron tiras de
cinta adhesiva para recoger de forma indolora y no invasiva células de la piel del dorso de las manos de los bebés de 0 a 3 días y de 2 meses en los niños a término y de la piel entre los omóplatos a los 2 meses de edad en los niños prematuros. Las tiras se analizaron en busca de biomarcadores inmunológicos y se realizó un seguimiento de los bebés durante los dos años siguientes.
La primera autora y coinvestigadora,
Anne-Sofie Halling, del Hospital Bispebjerg de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), comenta que consideran que "es la primera vez que se demuestra que los
biomarcadores cutáneos recogidos de forma no invasiva pueden utilizarse para predecir la posterior aparición y gravedad del eccema atópico pediátrico".
"El estudio nos
ayudará a investigar y crear futuras estrategias preventivas para los niños con niveles elevados de TARC para ayudar a detener el desarrollo de esta enfermedad común y debilitante, lo cual es una perspectiva emocionante", añade.
El
eccema afecta hasta al 20 por ciento de la población pediátrica y los diagnósticos siguen aumentando. El 60% de los niños que padecen la enfermedad están predispuestos a desarrollar una o más comorbilidades atópicas, como asma, rinitis alérgica o alergias alimentarias. La enfermedad provoca una piel seca, roja, agrietada y con picor, que puede supurar, sangrar e infectarse, causando angustia y trastornos del sueño en los niños.
"La
prueba es indolora y fácil de realizar, y puede ayudarnos a identificar los
cambios en la piel que se producen antes de que se desarrolle el eccema, sobre todo en las formas más graves de la enfermedad. Esto ofrece una oportunidad para desarrollar ensayos dirigidos y prevenir los casos de eccema", concluye Halling.
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