Controlar mejor la dermatitis puede ser una forma de detener la marcha atópica, un grupo de comorbilidades que se observan en los pacientes y que van desde la alergia de alimentos, la rinitis alérgica y el asma. "No se sabe si interviniendo sobre la dermatitis se previenen las demás, pero es una vía que se debe intentar", explica el coordinador del Grupo Español de Investigación de Dermatitis de Contacto y Alergia Cutánea (Geidac) de la Academia Española de Dermatología y Venereología, Juan Francisco Silvestre. También insiste en las medidas que se deben implantar en la rutina de estos pacientes como evitar productos perfumados o utilizar cremas hidratantes.
La enfermedad se da en un 10-15 por ciento de la población infantil y en un 1-3 por ciento de la población adulta, aunque se piensa que en esta última se encuentra infra diagnosticada ya que es más difícil de detectar en esta etapa pues se confunde con eccemas de otro origenes. Se trata de una patología de base genética caracterizada por mutaciones en diferentes proteínas, como la filagrina, en la que hay alteración de la barrera cutánea y un trastorno inmunológico. "No se sabe qué va antes, si lo uno o lo otro. Pero sí se conoce bien que existen múltiples factores desencadenantes como los ambientales (cambios de temperatura o de humedad), irritantes (ropa de lana), alergias a conservantes o fragancias, sensibilidad al polen, infecciones en la piel o situaciones de estrés. Todos ellos pueden desencadenar la enfermedad", reconoce el especialista.
En algunos pacientes, los casos más graves, los síntomas no remiten con los tratamientos disponibles y su día a día es muy complejo. "No he visto pacientes con peor calidad de vida, ya que el picor es constante y pueden pasar noches y noches sin dormir".
En función de la extensión de las lesiones y de la inflamación que genere se habla de dermatitis leve, moderada o grave. Para las personas con una forma leve, el tratamiento será a base de corticoides tópicos, inhibidores de la calcineurina (tacrólimus y pimecrolimus) y a veces fototerapia. Si no responden a esta medicación, se opta por ciclosporina oral, y se pasará a otro tipo de inmunosupresores (metrotexato, azatioprina o mofetil micofenolato) si no responden al primero.
Sin embargo, según Juan Francisco Silvestre, "a pesar de esta estrategia, que está orientada contra la respuesta inmunológica de forma inespecífica, hay pacientes que no mejoran y para los que ahora se abre un panorama esperanzador con la aparición de terapias biológicas, dirigidas contra dianas más específicas. Uno de ellos es el dupilumab, un anticuerpo monoclonal que actúa contra el receptor de las interleuquinas 4 y 13 (IL-4/IL-13) implicadas en la inmunidad adaptativa. De momento, sólo está aprobado por la agencia estadounidense del medicamento, FDA, pero esperamos que en Europa también se autorice en breve". Además, hay otros fármacos inmunomoduladores que están en fase IIB en estudio para otras enfermedades pero que podrían tener cabida para la dermatitis atópica.
Unidades de Alergía Cutánea
"Cada vez hay más interés entre los dermatólogos por los problemas vinculados a la dermatitis de contacto y la alergia cutánea", asegura el coordinador de Geidac, que este fin de semana celebra en Sevilla su 62 reunión institucional. "Nuestro grupo ha realizado un gran esfuerzo por realizar talleres de iniciación al manejo de estos pacientes para fomentar una más fácil comprensión de estas patologías y de pruebas diagnósticas y terapéuticas específicas", al tiempo que resalta la importancia de la existencia de Unidades de Alergia Cutánea para valorar de forma integral, tanto diagnóstica como terapéutica, de estos problemas.
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