La cronicidad exige “una atención integral desde el punto de vista de la ética”

La relación entre el profesional y el paciente, y entre éste y su cuidador, ha cambiado, debiendo establecerse un término medio entre la voluntad del crónico y las circunstancias que vayan surgiendo en el tiempo

Miércoles, 11 de marzo de 2015, a las 13:24
Nuria Martín Sanz / Imagen: Cristina Cebrián. Madrid
La atención centrada en las personas, las voluntades anticipadas, los cuidados de larga duración o el maltrato y los abusos a mayores son aspectos que generan conflictos y cuya gestión “tiene que venir de una atención integral desde el punto de vista de la ética”, según ha explicado el director general de Caser Residencial y miembro de la Fundación Edad&Vida, Valentín García, quien ha presidido la mesa ‘La ética en los modelos integrados de atención sociosanitaria’ en el marco del V Congreso Internacional ‘Dependencia y calidad de vida’, organizado por la Fundación Edad&Vida.

Francisco Javier de la Torre.

En este sentido, se ha expresado la necesidad de homogeneizar los distintos procesos a la hora de cumplir la voluntad que el ahora paciente crónico ha manifestado previamente. Así, el presidente del Comité de Bioética de Cataluña, Marc Antoni Broggi, ha escenificado este extremo señalando que “si antes solamente se le pedía al profesional la máxima eficacia contra la enfermedad, ahora se añade que debe ofrecer la mayor ayuda posible al paciente”. Y para ello “debe protocolizarse cómo ayudar al paciente, pero siempre personalizando”.
 
En esta exigencia de unificar criterios se establecen nuevos derechos para el paciente, ha subrayado Broggi, como “a una buena asistencia sin discriminación, a información, a intimidad y confidencialidad, a decidir, a la paliación del dolor y de los síntomas, a la compañía de sus lazos afectivos y al respecto a su concepción del mundo”.
 
Surge así una nueva relación entre profesional y paciente que debe incluir por parte del médico la compasión activa, el valor como falta de miedo ante la implicación y la fidelidad como respeto al deseo del enfermo. En este sentido Broggi ha indicado que es necesario aumentar los conocimientos y habilidades, además de reivindicar mejoras a todos los niveles, para poder cuidar la relación clínica desde el nuevo punto de vista. En este proceso, por tanto, “la actuación requiere del previo consentimiento del paciente”, pero siempre “reevaluando” los objetivos por si “hay ocasiones para negarse a lo indicado”.

La aceptación creciente de las instrucciones previas
 
Por su parte, el director de la Cátedra de Bioética de la Universidad Pontificia de Comillas, Francisco Javier de la Torre, ha destacado el valor de las instrucciones previas como herramienta “que tiene que ver con el deseo de cómo quiere la persona acabar su vida”. Torre ha enfatizado el aumento de las personas que lo hacen, pasando en la Comunidad de Madrid de 3.325 en 2009 a 14.415 en 2014.
 

Marc Antoni Broggi.

Sobre la legislación relacionada con estas instrucciones previas ha señalado que es diversa entre las distintas comunidades, pero que debería ir en la línea de que “sean eficaces y se cumplan”. Además ha hecho referencia al valor del interlocutor que se designa, que debe ser intérprete y representante en cuanto a la manera de ejecutar la voluntad de la persona.
 
Dentro de la relación entre paciente y cuidador De la Torre también ha mencionado cómo están siendo “mayores los que cuidan de mayores”, pues el 22 por ciento de los que lo hacen tienen más de 65 años, de modo que hay que velar porque no les superen las circunstancias. Asimismo, ha hecho referencia a la problemática del maltrato, pues apenas se denuncian el diez por ciento de los casos y, de ellos, solo se investiga la mitad. Por tanto, es necesario tener en cuenta los riesgos e indicadores sospechosos para evitar que se produzca este problema que “va más allá del físico y psicológico, porque también es el abandono y la ignorancia”.