La
depresión, incluso cuando no se diagnostica, puede tener muchos
efectos negativos en los
pacientes cardiovasculares, incluidas malas experiencias sanitarias, más uso de recursos sanitarios y mayores costos de salud, según una investigación preliminar presentada en la 'American Heart Association Quality of Care and Outcomes Research Scientific Sessions 2018', un intercambio mundial de los
últimos avances en la
calidad de la atención y los
resultados de investigaciones sobre
enfermedades cardiovasculares y
accidentes cerebrovasculares para científicos, profesionales de la salud y legisladores. En total, alrededor de una quinta parte de los pacientes con enfermedades cardiovasculares
padece depresión.
"Aunque no sabemos qué es lo primero, la depresión o las enfermedades cardiovasculares, el consenso es que la
depresión es un
marcador de riesgo de enfermedad cardiovascular", explica
Victor Okunrintemi, investigador de Baptist Health South Florida en Coral Gables, Florida, Estados Unidos, y autor principal de un par de estudios que analizaron diferentes aspectos de la depresión y la enfermedad cardiovascular.
Los pacientes con alto riesgo de depresión tenían el doble de probabilidades de ser hospitalizados
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En uno de esos estudios, Okunrintemi y sus colegas evaluaron la
experiencia del paciente, el
gasto sanitario y el
uso de recursos en una gran población de pacientes adultos con enfermedad cardiovascular, dividiéndolos en dos grupos: los que habían sido diagnosticados con depresión y los que no. Según las respuestas que dieron en un cuestionario de salud, los pacientes que no habían sido diagnosticados con depresión se dividieron en
grupos de alto y bajo riesgo para padecerla.
Cuando los científicos compararon grupos de pacientes cardiovasculares de alto y bajo riesgo sin depresión, encontraron que aquellos con alto riesgo
gastaron más en general y en gastos corrientes de
atención médica en comparación con los pacientes en el grupo de bajo riesgo. Los pacientes de alto riesgo para la depresión presentaban
más del doble de probabilidades de ser hospitalizados y de acudir a urgencias. También tenían 5 veces más probabilidades de tener un
pobre estado de salud auto-percibido y casi 4 veces más de estar
insatisfechos con su atención médica que los de bajo riesgo.
Peor calidad de vida
Los pacientes con alto riesgo de depresión tenían una
peor calidad de vida relacionada con la
atención médica. "Cuando comparamos pacientes no deprimidos con aquellos que habían sido diagnosticados con la enfermedad, encontramos que los que no estaban deprimidos y presentaban mayor riesgo de depresión tenían
peores experiencias de atención médica,
mayor uso de la sala de urgencias,
peor percepción de su estado de salud y una
menor calidad de vida relacionada con la salud que aquellos que realmente sufrían depresión -explica
Okunrintemi-. Eso podría deberse a que las personas con alto riesgo de depresión simplemente aún no han sido diagnosticadas ni tratadas por depresión".
En un segundo estudio, que comparó el uso de recursos de salud y los gastos entre pacientes con y sin depresión, Okunrintemi y sus colegas encontraron que los pacientes con
ataque cardiaco diagnosticados con el trastorno tenían un 54 por ciento
más de probabilidades de ser hospitalizados y un 43 por ciento
más de visitas a salas de emergencia en comparación con aquellos que no habían sido diagnosticados.
Necesidad de mayor detección de la depresión en pacientes cardiacos
Además, los pacientes de ataque cardiaco con depresión gastaron, aproximadamente, unos 4.381 dólares (unos 3.555 euros) más anualmente en gastos de atención médica. "La depresión y el ataque cardiaco a menudo coexisten, lo que se ha asociado con peores experiencias de salud para estos pacientes -apunta el experto-. Como una
medida de mejora de la calidad para aumentar la eficiencia de la atención médica, recomendamos una detección de la depresión más agresiva en las visitas de seguimiento para los pacientes con ataque cardiaco".
Los investigadores estudiar a más de 1.600 pacientes
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En un estudio separado realizado por un grupo diferente de investigadores, los pacientes con
ictus diagnosticados con depresión antes de sufrir un accidente cerebrovascular fueron más propensos que los que no tenían depresión a reportar
disminuciones funcionales y un peor
impacto cerebral sobre la salud y la
calidad de vida meses después del accidente cerebrovascular.
Los investigadores estudiaron a más de 1.600 pacientes con accidente cerebrovascular con una gravedad de accidente cerebrovascular similar y estado funcional cuando fueron dados de alta del hospital. Tres y seis meses después de los accidentes cerebrovasculares, encontraron que aquellos diagnosticados con depresión antes de sufrir un accidente cerebrovascular eran un 56 por ciento
más propensos que aquellos sin depresión a
reportar disminuciones funcionales y un mayor impacto negativo en la salud y la vida.
Los investigadores piden
estrategias para gestionar con mayor eficacia la depresión existente entre los pacientes con accidente cerebrovascular para mejorar la salud y la calidad de vida de los pacientes después del accidente cerebrovascular.
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