El Plan Nacional sobre Sida, dependiente del Ministerio de Sanidad, recomienda determinar el riesgo cardiovascular de todos los pacientes infectados por VIH a fin de determinar las medidas de prevención necesarias para evitar posibles eventos cardiovasculares.
Así se desprende de un documento elaborado en colaboración con el Grupo de Estudio del Sida (Gesida) de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc) y el Grupo de Estudio sobre Alteraciones Metabólicas y Comorbilidades (GEAM), que establece que dicha estimación debe llevarse a cabo utilizando calculadoras de riesgo cardiovascular.
Estos procedimientos analizan datos como la edad y sexo del paciente, si fuma o padece diabetes, su grado de colesterol (total y HDL) así como su tensión arterial (sistólica y diastólica). Así, todos los pacientes con enfermedad cardiovascular establecida, que padezcan diabetes mellitus tipo 2 o cuenten con un riesgo cardiovascular superior al 5-10 por ciento, deben iniciar tratamiento con estatinas.
El planteamiento actual recogido en este documento de consulta asistencial se basa en decidir quién debe llevar tratamiento con estatinas, de alta o moderada intensidad, en función de su riesgo cardiovascular, independientemente de las cifras de lípidos basales, con el objetivo de reducir los niveles de colesterol basal, según el caso, más de un 50 por ciento o entre un 30 y 50 por ciento.
Los hábitos de vida, fundamentales
Para ello, juega un papel fundamental la modificación de la dieta y el estilo de vida e intervenir, en mayor o menor medida, sobre todos aquellos factores modificables que puedan repercutir en una mejora de la calidad de vida del paciente, como el tabaquismo.
Sobre todo porque existe evidencia científica sobre la importancia de la modificación de los hábitos de vida en la prevención de los eventos cardiovasculares y en la promoción de la salud en pacientes con el VIH.
En lo que respecta a alteraciones metabólicas, el documento incluye como principal novedad la recomendación de que la evaluación de la disfunción sexual sea incluida en la atención integral de los pacientes con el VIH, dado que la prevalencia de este problema en la población infectada por el virus es superior al resto.
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