Padecer una enfermedad coronaria y, además, estar deprimido, acelera las posibilidades de muerte a diez años vista, según se deduce de un estudio que compara ambas variables. La investigación se ha publicado en Intermountain Medical Center Heart Institute de Salt Lake City (Utah, Estados Unidos), y se ha presentado en la Reunión Anual del American College of Cardiology (ACC), recién celebrada en Washington.
En concreto, este trabajo ha determinado que la depresión constituye el mayor predictor de muerte en diez años tras el diagnóstico de una enfermedad coronaria, llegando a duplicar las probabilidades de fallecimiento en comparación con los pacientes cardiovasculares sin este trastorno mental.
De una muestra de 3.646 personas diagnosticadas con depresión y en seguimiento médico, la mitad falleció durante el periodo de estudio, en comparación con el 38 por ciento de las 20.491 personas que no estaban diagnosticadas. Esto significa que las personas con depresión tenían el doble de probabilidades de morir en comparación con las personas sin ella. Este estudio es el primero en investigar los efectos de la depresión tras una enfermedad cardiovascular, obteniendo resultados concluyentes.
Esta relación también ocurre a la inversa. Los pacientes con enfermedades cardiovasculares son diagnosticados de depresión más frecuentemente, según un estudio publicado en European Heart Journal. Es decir, las personas deprimidas son dos veces más propensas a desarrollar una dolencia cardiaca.
De esta manera, cuanto más severa sea la depresión, más aumenta el riesgo de sufrir un episodio cardiovascular. Los investigadores de este estudio sugirieron un abordaje conjunto en el que se alternara una reeducación de estilo de vida saludable, terapia y, en algunos casos, una medicación adecuada para mejorar la calidad de vida del paciente cardiovascular deprimido.
Falta de ejercicio y adicción a tóxicos, los desencadenantes
En concreto, las consecuencias de la depresión en la salud del corazón vienen dadas por la reducción de la actividad física, una dieta pobre o abuso de sustancias como el tabaco o el alcohol, además de duplicarse las dificultades para un adecuado seguimiento de la medicación.
“El mecanismo intrínseco por el cual un paciente con una cardiopatía isquémica entra en depresión no es un factor del todo conocido. Lo que sí se sabe es que es un porcentaje en torno al 15 o 20 por ciento de los pacientes que sufren un proceso cardiovascular agudo presenta signos y síntomas típicos de depresión, que por sí misma es un factor condicionante de la evolución de ese problema cardiovascular”, ha declarado José Luis Palma, vicepresidente de la FEC.
Según este especialista, un alto porcentaje de los pacientes que acude a consulta del psicólogo tras un infarto acusa síntomas de depresión, debido al drástico cambio de estilo de vida que experimentan. “Un infarto de miocardio marca un antes y un después, pero, así como la mayoría de los pacientes logra superarlo e integrarse en el ambiente de su vida normal, hay otros pacientes en los que la depresión se profundiza”, ha precisado.
“Por lo tanto, hay que estar muy alerta por dos razones: la primera porque hay que tratar ese factor de riesgo independiente que entorpece el pronóstico de los pacientes con infarto y, en segundo lugar, porque hay que tratar la depresión porque si no es un círculo vicioso que nada beneficia a la evolución del paciente cardiovascular”, ha añadido.
La salud emocional, en un segundo plano
Julia Vidal, psicóloga especializada en gestión de las emociones y miembro del Consejo de Expertos del Programa de Empresas Cardiosaludables (PECS), que fomenta mejores hábitos de vida impulsando medidas saludables en el ámbito laboral, ha explicado que “síntomas como los pensamientos de muerte, insomnio y fatiga o pérdida de energía son en especial reseñables en este tipo de pacientes.
“Éstos pueden pasar desapercibidos como síntomas depresivos, porque en un principio se suele atribuir a la enfermedad cardiovascular. Además de detectar la aparición de estos síntomas, el médico debe transmitir al paciente la importancia de tratarlos, derivándolo al profesional indicado, y evitar así que influyan de forma negativa en su recuperación. Por lo general, la mayoría de los pacientes dejan en un segundo plano el aspecto emocional porque lo más importante para ellos en esos momentos es la salud física”, ha ilustrado.
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