Las tomografías computarizadas (TC) son mejores que la genética para predecir el riesgo de una persona de mediana edad de sufrir una
enfermedad cardiaca, como un infarto, informa un nuevo estudio del Hospital Northwestern Medicine, en Estados Unidos, publicada en la revista
JAMA.
"Encontrar la mejor forma de identificar a las personas con
riesgo de padecer una cardiopatía puede ayudar a determinar qué hay que hacer para reducirlo", afirma
Sadiya Khan, autora principal del estudio, profesora adjunta de Medicina y Medicina Preventiva en la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern y cardióloga de la misma institución. "Este hallazgo puede ayudar a médicos y pacientes en la
gestión del riesgo de enfermedad cardiaca, que es la principal causa de muerte en Estados Unidos", añade.
En la actualidad, los médicos utilizan mediciones convencionales de los niveles de factores de riesgo, como la
tensión arterial y el colesterol, para determinar la probabilidad de que una persona desarrolle una
cardiopatía coronaria u obstrucción de las arterias del corazón. Pero algunas personas pueden sufrir un infarto o un problema cardiaco relacionado sin que ninguno de esos factores convencionales lo detecte.
Dado que el riesgo de cardiopatía puede ser
hereditario, los científicos se mostraron optimistas ante la posibilidad de que la genética de una persona pueda informar sobre quién corre mayor riesgo, explica Khan. Se planteó que las puntuaciones de
riesgo poligénico, una recopilación de más de
6 millones de variantes genéticas comunes asociadas a las cardiopatías, podrían utilizarse como un avance potencial para la Medicina personalizada.
Relación entre la genética y la TC
Pero el nuevo estudio de Northwestern compara directamente la genética y la tomografía computarizada para
detectar el calcio en las arterias coronarias y demuestra que la TC es más eficaz que la genética para predecir el riesgo de cardiopatía en la mediana edad.
"Estos resultados respaldan las recomendaciones de considerar la exploración por TC para calcular el riesgo de cardiopatía en
pacientes de mediana edad cuando su grado de riesgo es incierto o se sitúa en un rango intermedio", afirma Khan.
El estudio utilizó
datos de 3.208 adultos de dos estudios de cohortes, uno con sede en Estados Unidos y otro en Rotterdam (Países Bajos). Los investigadores utilizaron datos sobre
factores de riesgo de cardiopatías (hábito de fumar, niveles de colesterol, tensión arterial), genética y datos de tomografía computarizada para estimar el riesgo de desarrollar cardiopatías. El seguimiento del estudio duró hasta 17 años.
Los investigadores analizaron cómo afectaba el uso del TC o de las puntuaciones de riesgo poligénicas a la predicción del riesgo de las personas basada en los
factores de riesgo convencionales (tensión arterial y colesterol), y si la adición de alguno de estos marcadores (TAC o genéticos) las situaba en una categoría de riesgo diferente. Bajo riesgo significa que alguien tiene menos de un 7,5 por ciento de riesgo de desarrollar una enfermedad cardiaca en los próximos 10 años. Si es superior al 7,5 por ciento, se recomiendan las estatinas.
El uso de datos genéticos no afectó a la categoría de riesgo de una persona en función de sus factores de riesgo convencionales. Pero sólo cuando se tuvo en cuenta el TC, la mitad de los participantes en el estudio pasaron al grupo de
alto riesgo. "Los datos de la tomografía computarizada pueden ayudar a identificar a las personas que pueden beneficiarse de
medicamentos, como las estatinas, para reducir su riesgo de cardiopatía", añade Khan.
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