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La apnea del sueño, parte del 'carné' del enfermo con fibrilación auricular

Dos estudios independientes hallan un claro vínculo

Hasta la fecha no existía una relación clara entre la apnea del sueño (en la imagen, paciente con máscara para controlar el problema) y la fibrilación auricular.

15 nov 2016. 10.00H
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POR REDACCIÓN
El síndrome de apnea-hipopnea del sueño (SAHS) se relaciona con la fibrilación auricular (FA) en mayor medida de lo que se pensaba hasta ahora. Por eso, el médico de cabecera hará bien en preguntar a su paciente con esta anomalía cardiaca por sus hábitos para dormir.

Al menos ésa es la conclusión derivada de varios estudios independientes en los que se investiga la calidad, cantidad y ritmos del sueño de los enfermos y su predisposición al diagnóstico más o menos simultáneo de FA.

Uno de los trabajos, de carácter preliminar y dado a conocer en las Sesiones Científicas de 2016 de la Asociación Americana del Corazón, que se celebran en Nueva Orleans, Luisiana, Estados Unidos.

En concreto, investigadores de la Universidad de California en San Francisco, Estados Unidos, han examinado, a su vez, tres fuentes de datos, cada una a partir de un enfoque diferente, para aislar y confirmar los efectos del mal sueño sobre la FA.

Su análisis de estos estudios ha mostrado que el sueño interrumpido, incluido el insomnio, se asocia, de forma independiente de otros factores, con la FA.

Las personas que informaron que se despertaban de manera frecuente durante la noche tuvieron un 26 por ciento más de riesgo de desarrollar FA en comparación con aquéllas otras que no despertaron mucho, y las personas diagnosticadas con insomnio registraron un 29 por ciento más de riesgo de desarrollar la alteración cardiaca en comparación con las que no padecían insomnio.

El insomnio significaba tener problemas para quedarse dormido, no dormir lo suficiente o tener mal sueño. “La idea de que estos tres estudios nos dieron resultados consistentes fue emocionante”, ha declarado el autor principal del análisis, Matt Christensen, en la actualidad estudiante de cuarto año de Medicina en la Universidad de Michigan en Ann Arbor, Estados Unidos.

Las fuentes de datos incluyeron el Health e-Heart Study –un estudio transversal de más de 4.600 personas basado en internet–; el Estudio de Salud Cardiovascular –una evaluación longitudinal de 11 años de poco más de 5.700 personas, de las cuales casi 1.600 (28 por ciento) desarrollaron FA–; y el California Healthcare Cost and Utilization Project, una base de datos de hospitales que abarca cinco años y cubre casi 14 millones de pacientes.

En los tres estudios, los investigadores ajustaron los efectos de la apnea obstructiva del sueño y los factores de riesgo de FA que también se relaciona con el sueño. Algunos de esos factores fueron la edad, el sexo, la raza, la diabetes, la presión arterial alta, la insuficiencia cardiaca y el tabaquismo.

Menos sueño REM, vinculado con riesgo de FA

En una investigación separada, los mismos autores han revisado un subconjunto del Estudio de Salud Cardiovascular para comprender el efecto de las interrupciones del sueño durante diferentes fases del sueño sin apnea obstructiva del sueño sobre los riesgos de fibrilación auricular.

El análisis mostró que tener menos sueño de movimiento rápido de los ojos (REM) que otras fases del sueño durante la noche está vinculado con mayores posibilidades de desarrollar FA.

“Al examinar las características reales del sueño, como la cantidad de sueño REM que se consigue, deducimos que existe un mecanismo más plausible [relacionado con el corazón]”. “Existe algo particular acerca de cómo el sueño afecta al sistema nervioso autónomo”, ha subrayado Christensen. Y es que el sistema nervioso vegetativo –como también se lo conoce–  controla la frecuencia cardiaca y la presión arterial.

Otra posible explicación para el vínculo entre las alteraciones del sueño y la FA es que el despertar frecuente añade un estrés adicional a las cámaras del corazón, ha añadido Christensen.

Los participantes en esta investigación también se inscribieron en el Sleep Heart Health Study, un elemento adicional que, de acuerdo con Christensen, ha reafirmado las conclusiones del estudio, ya que no se basó en datos aportados por los propios participantes. 

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