Gonzalo Luis Alonso ha sacado un excelente en cada uno de los cinco años de su residencia en Cardiología, mérito que ha sido reconocido con el
Premio Fin de Residencia del Área Médica, tanto del
Hospital Ramón y Cajal como del
Colegio de Médicos de Madrid. Dormir cinco horas y no parar quieto le ha permitido aprovechar al máximo su etapa MIR, durante la que ha encontrado solo un par de pegas: se exige poco al residente para pasar de año y hay planes formativos que necesitan una puesta al día.
Para ser el mejor, ¿ha tenido que renunciar a muchas cosas en el ámbito personal o no más que otros MIR?
Tengo la suerte de que no paro quieto y soy muy rápido haciendo cosas. Saco tiempo de donde no hay, siempre he dormido muy poco, cuatro o cinco horas. Claro que he tenido que renunciar a algo: he dedicado mucha parte de mi tiempo libre a estudiar y a investigar. Pero la verdad es que también he podido tener vida personal y he podido hacer una vida más o menos normal, dentro de lo que cabe…
¿Qué supone para usted el reconocimiento de su hospital y de la organización colegial?
Mucha alegría y mucho orgullo. Es un aviso de que voy por el buen camino y de que estoy haciendo las cosas bien. Estoy muy contento.
¿Por qué eligió hacer Cardiología en el Ramón y Cajal?
No fue por una cuestión vocacional. Me gustaba la Medicina Clínica, la Interna, la de toda la vida, y Cardiología es una de las especialidades de este ámbito que más está creciendo y evolucionando, y que más posibilidades tiene. El Ramón y Cajal no era mi primera opción, pero ahora volvería a cogerlo sin ninguna duda porque, hoy por hoy, es el mejor sitio para hacer Cardiología de España.
“Hay que exigir conocimientos en las rotaciones y evaluarlos de manera objetiva”
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Entonces, la residencia ha superado sus expectativas.
Sí, ha ido muy bien. Una de las cosas buenas del Ramón y Cajal es que, si te mueves, te permite hacer cualquier cosa. Lo he aprovechado bastante: hice la tesis durante la residencia, sobre el infarto en pacientes ancianos, y nueve publicaciones internacionales y un par nacionales, además de casi un centenar de comunicaciones a congresos.
Pero algo se podrá mejorar…
Todo se puede mejorar. He visto cosas que, al principio, eran bastante defectuosas y que luego han mejorado. Algo que mejoraría es la exigencia para pasar cada año de la residencia. Los requerimientos actuales hacen que sea muy fácil acabar la residencia sin estudiar demasiado, y las evaluaciones son subjetivas. Hay que exigir una serie de conocimientos y objetivos en las rotaciones y, posteriormente, evaluarlos de una manera objetiva, ya que podemos caer en el error de que se evalúe más el trato con la persona que los conocimientos que se van adquiriendo. Al fin y al cabo, todo esto repercute en la formación del residente y en la calidad asistencial. En Cardiología del Ramón y Cajal antes era así, pero ahora es una evaluación numérica bastante más exigente.
Además, hay planes formativos que están muy desfasados. El plan que había cuando empecé la residencia no tiene nada que ver con el de ahora, que está mucho más adaptado a los nuevos tiempos y a las nuevas tecnologías que se utilizan. Me ha gustado vivir esos cambios.
¿Se queda en el Ramón y Cajal?
Sí, me quedo con un contrato de guardias y uno de investigación de la Fundación del Hospital Ramón y Cajal en colaboración con el Instituto de Salud Carlos III. Esto me permite llevar una consulta de insuficiencia cardiaca, hacer guardias y llevar proyectos de investigación.
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