Los ciudadanos han decidido.
En prácticamente todas las comunidades autónomas han manifestado a través de su voto quien quiere que les gobierne durante los próximos cuatro años y, a diferencia de comicios anteriores, la voluntad popular ha estado muy repartida.
Los distintos parlamentos autonómicos serán ocupados por formaciones de variada índole, y en la mayoría de las comunidades el panorama aún es incierto estando pendiente la formación de sus respectivos ejecutivos de la posible consecución de
acuerdos entre diferentes fuerzas políticas.
Contaremos, en definitiva, con nuevos responsables públicos que tienen la decisiva tarea de iniciar
una nueva etapa después de varios años marcados por una crisis económica que ha transcendido este ámbito y se ha transformado en una crisis también política y social sin precedentes en nuestra historia reciente.
En sus manos está el
desarrollo de políticas decisivas para el bienestar del ciudadano, como es el caso de la atención sanitaria, aquella que al inicio de la crisis todos los políticos aseguraron que no iban a tocar por constituir uno de los pilares del Estado de Bienestar, y que, lamentablemente, ha sufrido un deterioro importante.
Deberán trabajar, además, siendo muy conscientes de que una gran mayoría de ciudadanos han reflejado en las urnas que quieren que cambien las cosas al sufrir una importante pérdida de derechos y servicios.
Los nuevos dirigentes tienen a su favor que todo parece indicar (y esperemos que no sea solo parte de la retórica preelectoral) que
la recuperación económica es un hecho y, por tanto, supuestamente contarán con más recursos y menos presiones que sus antecesores para priorizar el desarrollo de sus políticas y cumplir los compromisos adquiridos con los ciudadanos.
La crisis económica ya no debería ser una excusa, pero es que no se trata solo de una cuestión estrictamente económica, ni mucho menos. Los déficits estructurales y de recursos a los que hemos llegado sí necesitan una inyección de capital, pero
para lograr el cambio que esperan los ciudadanos y el cumplimiento de los programas electorales se deben acompañar de cambios en el modelo organizativo y cultural. De lo contrario, repetiremos las mismas respuestas y generaremos más déficit sin bienestar.
La
falta de coordinación del sistema, la duplicidad de pruebas y servicios, la falta de continuidad asistencial, una cartera de servicios inadecuada, la excesiva burocratización… son las principales bolsas de ineficiencia que nuestro sistema sanitario aqueja desde hace muchos años, y que ahora, con los recortes y la crisis, se han manifestado y agudizado. Estos son algunos de los principales aspectos que desde el minuto uno deberán abordar nuestros gobernantes de manera ambiciosa y valiente, pero, además, desde la transparencia y la sostenibilidad y con indicadores medibles y evaluables.
Y claro, algo que puede parecer muy obvio pero que lamentablemente ha brillado por su ausencia en estos años.
Para implantar estos cambios hay que trabajar con los ciudadanos, y también desde el consenso y de la mano de los profesionales sanitarios, que son en última instancia los que con su esfuerzo y dedicación han hecho, durante estos periodos de carencias, y hacen posible, cada día, la sanidad que ellos planifican y dirigen.
Los profesionales no somos una carga para el sistema ni el mantenimiento de nuestros salarios el problema del déficit del país. Los profesionales hemos sido el sustento del sistema en este periodo de indiscriminados recortes y somos el motor principal de la solución.
Abandonar el papel hecho hasta ahora, de Administración (autoridad) y administrado (ciudadano y profesional), y optar por
sentarse en las diferentes mesas de negociación con una actitud proactiva y con ánimo de llevar y de escuchar propuestas para la sostenibilidad y la calidad del sistema, sería una decisión muy inteligente por parte de los nuevos gobernantes.
Propuestas de desarrollo profesional, de nuevas competencias y perfiles que den respuesta a las necesidades de los ciudadanos y las carencias del sistema, y propuestas para un funcionamiento eficiente.
Los profesionales siempre, y ahora más que nunca, tenemos mucho que decir y aportar.
Estoy seguro de que
desde la Enfermería, un colectivo especialmente castigado en estos años de crisis, no solo por los recortes salariales, la precariedad laboral y el paro, sino por el trabajo en condiciones carenciales y deficitarias para los pacientes, el ánimo siempre será el de sumar y aportar en positivo, como trabajadores del sistema y como interlocutores principales de la población a la que atendemos.
El reloj de una nueva legislatura ha empezado a marcar sus horas. Después del 24-M se ha iniciado ya
un tiempo nuevo para las autonomías y municipios españoles que puede y debe ser
decisivo para la sanidad de nuestro país y sobre todo, para la salud de sus ciudadanos.
La voluntad, está en manos de todos los actores implicados, como personas, como profesionales y como ciudadanos, pero
la posibilidad de hacerlo real, está en las manos de unos pocos.
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