Desde hace algún tiempo vengo insistiendo en que el sistema sanitario español, al igual que la sociedad a la que atiende, está cada vez más envejecido y
está cronificando problemas estructurales y organizativos que repercuten negativamente tanto en la atención que se ofrece a los ciudadanos como en sus profesionales.
Es cierto que es un sistema sanitario que ha funcionado razonablemente bien hasta ahora pero también lo es que, en estos momentos,
no ofrece una respuesta adecuada a las necesidades actuales, y sobre todo futuras, de sus usuarios.
Ante esta realidad incuestionable, existen dos alternativas. Mantener el actual modelo asistencialista en el que el núcleo es el órgano enfermo y que se centra en la atención hospitalaria y en un discurso medicalizado o
coordinar los recursos existentes hacia un nuevo modelo orientado al paciente, donde el centro sea la persona y la atención sea integral y continua.
¿El inmovilismo o el cambio? Firme defensor de la segunda alternativa, estoy convencido de que
este nuevo modelo, además de acercar y mejorar la atención y cuidados a las personas, ahorraría gastos innecesarios al sistema, suponiendo, por tanto, una inversión más rentable tanto en términos sociales como económicos.
También creo que en este nuevo modelo organizativo y asistencial
la profesión enfermera debería convertirse, sin lugar a dudas, en una pieza fundamental por sus conocimientos, habilidades y juicio profesional para promover, mantener y mejorar el bienestar integral de los ciudadanos a lo largo de toda su vida.
Pero dicho esto,
quiero plantear mis dudas sobre si los propios profesionales de Enfermería tienen claro el papel que ya ocupan dentro del Sistema Nacional de Salud y su capacidad y potencial para convertirse en los
motores del cambio que necesita nuestro sistema sanitario.
Somos ya actores de cualquier escenario de poder y toma de decisión en los distintos ámbitos sanitarios de nuestro país, pero
nos falta el convencimiento y el empuje para pasar de la palabra a la acción y trabajar conjuntamente por lo que creemos o anhelamos.
Lamentablemente, considero que
aún somos un colectivo profesional poco cohesionado y corporativo al que le falta capacidad competitiva y unidad de actuación.
Estoy convencido de que ha llegado el momento de que,
organizaciones como la que yo represento, se queden a un lado, y sean los propios profesionales los que asuman el papel protagonista que ya tiene la Enfermería dentro del sistema sanitario español y exploren las oportunidades de futuro de la profesión, construyendo y haciendo realidad sus propias metas.
Como he trasladado recientemente a los miembros de mi organización, en su XIII Congreso Estatal,
debe ser el propio profesional el que se implique activamente y lidere la nueva orientación del sistema que haga posible dar respuesta satisfactoria a las nuevas demandas de la población (atención a la cronicidad, envejecimiento de la población, coordinación sociosanitaria…)
Si no nos cansamos de decir que queremos que los ciudadanos sean más protagonistas de su salud,
sería inexcusable el que nosotros mismos no hiciesemos posible el protagonismo de la profesión en el futuro de la sanidad de nuestro país. Ahora o nunca.
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