Acaba de finalizar el curso 2013-2014 y, una vez analizado lo acontecido en estos últimos meses en el ámbito sanitario de nuestro país, surgen, en mi opinión, tres grandes interrogantes de cara al que comenzará después de las vacaciones de verano.
¿Volverán los recortes en Sanidad? Desde las diferentes administraciones públicas se insiste en que la crisis económica ya ha pasado y, por tanto, ya no tendrán que adoptarse nuevas medidas "de ajuste”, como así las califican, para asegurar la sostenibilidad de nuestro sistema sanitario.
Es cierto que los presupuestos de este año de algunas CC.AA. han aumentado respecto a los del pasado año y es más que probable que,
ante la cercanía de los próximos comicios autonómicos, suban de manera generalizada las cuentas de 2015, pero la tozuda realidad es que el esfuerzo inversor sigue por debajo del realizado antes de la crisis y que las negativas consecuencias de algunos recortes han dañado considerablemente al sistema.
¿Qué futuro le espera a nuestro Sistema Nacional de Salud? Si se tratase de un barco participante en una batalla naval, podríamos decir que, en estos momentos, está
tocado, aunque, afortunadamente, no hundido.
El impacto de los recortes ha sido muy grave, pero la fortaleza adquirida en años anteriores y factores como el esfuerzo y dedicación de sus profesionales, entre otros, ha posibilitado su supervivencia.
Ante esta realidad,
nos encontramos en un momento crucial, sin lugar a dudas, porque las decisiones que se adopten de ahora en adelante marcarán su pervivencia futura.
Simplificando, se abren dos escenarios:
volver a considerar realmente a la sanidad pública como una prioridad y que sus gestores apuesten decididamente por ella con recursos suficientes y nuevas formas más eficientes de gestión
o que se deje morir lentamente por inanición. Algo que alegraría enormemente a los distintos poderes económicos y grupos de interés que buscan hacer negocio con la sanidad.
¿Los profesionales sanitarios seguirán pagando las consecuencias de la crisis? El curso que ahora termina comenzó con buenas noticias para unos profesionales cada vez más desmotivados y preocupados por su situación y la del sistema sanitario.
El Ministerio de Sanidad había alcanzado en verano un acuerdo con sus representantes por el que se comprometía a desarrollar conjuntamente distintas actuaciones, con
nombres y apellidos, para mejorar sus condiciones profesionales y laborales, así como la atención sanitaria al ciudadano.
Ha trascurrido cerca de un año y aunque es cierto el interés demostrado por el Gobierno por avanzar en su desarrollo, lo cierto y verdad es que, a excepción de algún aspecto puntual, aún no se ha hecho realidad.
Parece que en lo que queda de año se impulsará su ejecución, viendo la luz algunas medidas importantes. Tendrá que ser así, porque,
no sólo los profesionales, sino el sistema en su conjunto, no pueden seguir esperando más.
Interrogantes, en definitiva, de cuya resolución dependerá el futuro de nuestra sanidad. Esperemos que a lo largo del próximo curso político vayamos obteniendo respuestas y que éstas vayan en el sentido deseado por todos aquellos que seguimos defendiendo la necesidad de contar en nuestro país con
un sistema sanitario fuerte, cohesionado y generador de salud y riqueza.
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