Opinión

A vueltas con el sistema MIR


Por Eduardo Benlloch García, expresidente de la Comisión Nacional de la Especialidad de Neumología y expresidente de la Comisión de Docencia del Hospital La Fe de Valencia.
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12 julio 2016. 10.40H
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Entre alarmado e incrédulo he leído, el pasado día 3 de julio, en una revista de información médica general lo siguiente: Enfermeros y celadores también deben evaluar al médico en el MIR. Los estudiantes de Medicina creen que, junto con los pacientes, estos dos colectivos "deben decir algo" en su evaluación, en el seno del II Encuentro de Directivos de la Salud de Galicia, organizado por Sanitaria 2000.

Según refiere la revista textualmente, para Sonia Fernández-Arruti, directora de Procesos Asistenciales de la Estructura Organizativa de Gestión Integrada de Santiago de Compostela, “debe ser una labor compartida, que no corresponda sólo al tutor para evitar así personalismos”. Una opinión compartida según el mismo medio, por Leonardo Caveda González, vicepresidente del Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina, quien se muestra partidario de extender esta responsabilidad “a todos los actores, el personal de Enfermería, los celadores, incluso los pacientes deben decir algo en la evaluación”.

Siento decirlo pero se mezclan aquí churras con merinas y una comprensión muy poco profunda de lo que significa el sistema MIR y cómo funciona. Para empezar, los MIR (médicos internos y residentes) son, como indica su nombre, médicos licenciados y colegiados, que están realizando un periodo de formación científico-práctica en una especialidad, en un centro que ha sido acreditado para tal cometido por la Comisión Nacional de Especialidades según unos baremos estrictamente establecidos.

Que yo sepa, en las facultades de Medicina no forman parte de los tribunales examinadores más que los profesores de la asignatura correspondiente, sin que haya ninguna presencia de otro personal de la facultad, sean ATS, celadores o electricistas, pues lo que evalúa son unos conocimientos científicos que no son de su competencia.

Los MIR no son estudiantes de Medicina, ni se les trata como tales en los servicios, aunque sus responsabilidades clínico asistenciales se vayan ejerciendo progresivamente. No son sometidos para obtener su título a ningún examen ni teórico ni práctico, y es la evaluación continuada de sus conocimientos y habilidades técnicas obtenidas a lo largo de los tres a cinco años que suele durar la especialización, según de la que se trate, la que le da el derecho a obtener el título oficial de la especialidad, en el que no consta ninguna nota, sólo que ha hecho constar su suficiencia. No hay, pues, MIR de primera, de segunda o de tercera, ni de matrícula de honor, por decirlo de alguna manera, aunque pueda haber, y los hay, diversos grados de excelencia.

La especialización requiere formación teórico-práctica, cuyos contenidos están exhaustivamente reglamentados en todas las especialidades por las respectivas Comisiones Nacionales de la Especialidad, constituidas por especialistas nombrados por las facultades de Medicina, por las sociedades científicas de las especialidades correspondientes y en las que hay, además, representantes de los propios MIR de cada especialidad que participan de pleno derecho en las decisiones de las comisiones.

Son los servicios correspondientes los que solicitan participar en el programa MIR, los que se someten a examen de idoneidad, y lo hacen porque es un prestigio que los profesionales quieran formarse en un determinado servicio, y sin recibir ninguna retribución por ello, a pesar de que supone un esfuerzo adicional para todo el personal del servicio (y no sólo médico, sino también, y muy especialmente, para los ATS que están en estrecho contacto con médicos y enfermos simultáneamente).

El responsable último es el jefe del servicio y el tutor o tutores (dependiendo del número de MIR a formar) son los que cuidan y vigilan que los programas formativos se cumplan a rajatabla, vigilando directamente que se cumplan los ciclos establecidos para cada sección o subespecialidad, personalmente y de cada uno de los MIR asignados al servicio. Hay que tener en cuenta, además, que la carga docente se multiplica porque se atienden a MIR es especialidades afines, que pasan un tiempo para trabar conocimiento con la especialidad, aunque no sea la suya definitiva (por ejemplo un MIR internista pasa por casi todas las especialidades médicas un cierto tiempo – unos meses- o un MIR cardiólogo pasa por Nefrología, Neumología o Cuidados Intensivos). Todas estas rotaciones y cambios son controladas por los tutores, delegados por el jefe del servicio.

La formación día a día se hace no sólo por los tutores sino por todo el personal médico del servicio, durante la visita clínica, durante las sesiones clínicas, durante las sesiones clínicas encargadas a los propios MIR y supervisadas por algún miembro del equipo, y durante las que se les somete a una especie de tercer grado de preguntas y observaciones, que obligan al MIR a prepararlas con extremo cuidado en la forma y en el fondo científico.

Tras 3 o 4 años de convivencia todos los miembros del servicio, no sólo los tutores o el jefe del servicio, saben cómo son todos y cada uno de los MIR, qué nivel han alcanzado y si están en condiciones de ser declarados aptos para el título. Se reúne la comisión de docencia del hospital cada año, oye el criterio de cada uno de los tutores y jefes de servicio y decide si el MIR pasa de año o no, y al final si es apto o no. Hay poco espacio para personalismos. En este criterio puede tener un cierto peso la opinión o consideración del personal de enfermería, por la cercanía al eje médico-paciente y el contacto diario y permanente con el resto del personal médico del servicio.

No se juzga si el MIR es más simpático o menos, si establece mejor empatía con los pacientes o con el personal, ni si es desaliñado o atildado, o si su comportamiento con los compañeros es más o menos correcto, según las normas al uso, aunque suele ser cuasi fraternal. Puede tenerse en consideración en estos extremos la impresión del personal subalterno –celadores, auxiliares, personal de limpieza o de oficios – pero no en su cualificación científico-técnica que es lo que, en definitiva se busca y se juzga. Cualquier MIR puede ser adusto y un gran profesional.

Con respecto a los pacientes rara vez tienen como único contacto responsable a un MIR, salvo en circunstancias excepcionales, sin la supervisión directa de un miembro del servicio y siempre tienen la ocasión de expresar su opinión o sus quejas directamente al médico responsable en caso necesario, cosa que en mi experiencia es extraordinariamente raro. Todo lo antedicho lo saben sobradamente todos los médicos del país, por lo que llama aún más la atención el contenido de la noticia con la que iniciaba este comentario.

Comprenderán que no esté de acuerdo con las afirmaciones vertidas al inicio en el Encuentro de Directivos de Salud de Galicia, buenos gestores –sin duda- pero poco avezados en formar MIR, ni con el representante de los estudiantes, que aún no han iniciado siquiera el camino. Más de 40 años interviniendo en la formación MIR, en todos sus escalones me autorizan a defender el sistema que tan excelentes resultados ha dado al país y a la sanidad española.
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