Siempre es buen momento para debatir sobre
salud y sanidad, haciendo un especial hincapié al gran debate de la
Sanidad Universal, pero especialmente en el marco de un Máster de Gestión Sanitaria como el que estamos cursando en el CEF – UDIMA.
Según la
Organización Mundial de la Salud (OMS), “Sanidad Universal significa que todas las personas tengan acceso,
sin discriminación alguna, a
servicios de salud integrales de calidad, cuándo y dónde los necesitan, sin enfrentarlas a dificultades financieras”.
El debate.
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Cuando debatimos en clase sobre la cuestión de si debería la sanidad ser universal y para todos, enseguida surgieron distintas opiniones entre nosotros, quienes pronto podríamos tener alguna responsabilidad en la
Gestión Sanitaria. Opiniones y posturas contrapuestas que, como en cualquier cuestión de tal importancia, tienen sus luces y sus sombras.
Sin intención de provocar un efecto de
primacía o recencia en la memoria de nuestros lectores, de manera arbitraria, exponemos las dos posturas.
¿Por qué 'no' aceptar la Sanidad Universal para todas las personas, regulares e irregulares?
Anteponer que estamos hablando del acceso a la sanidad de personas por encima de todo, sin distinción de razas, edad, sexo o nivel económico. Lo primero que nos cuestionamos en la postura del “no” es la
sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud. En un país como
España, dónde se financia gracias a los ciudadanos que ejercen su actividad de forma regular y con eso contribuyen al mantenimiento de un SNS, los
recursos son limitados y no podríamos cubrir en su totalidad, a todas las personas que acceden a España en condición irregular. Bien porque podría potenciar el '
efecto llamada' comprometiendo la sostenibilidad del sistema, o porque que sea una opción a seguir en esa condición de irregularidad, dado que se tienen los mismos derechos que una persona en situación regular que se encuentra cotizando para mantener éste Sistema de Salud.
¿Sería justo que personas que
no contribuyen de la misma forma a la sostenibilidad del SNS, tengan los mismos derechos a la hora de utilizar un servicio?
Aquí
hablamos de justicia y para que se pueda construir y mantener una sociedad justa, cada uno debe cumplir sus deberes para hacer uso de sus derechos.
Creemos que podemos mejorar estos aspectos, realizando 'convenios y planes' para realizar una
reinserción de este colectivo y de esta manera que puedan cotizar y mantener la estabilidad del sistema. De esa forma contribuimos con la '
Justicia Social e Igualdad', objetivo desde un principio del Sistema de Sanidad Universal.
Además, con la regularización de este colectivo también se motiva a las personas en situación irregular a mejorar su
calidad de vida y estabilidad económica. De esta forma se beneficiarían los ciudadanos y el Estado, evitando por ejemplo el
turismo sanitario y el incremento de los costes que el mismo representa al sistema. Estamos convencidos que esto es posible. La
integración social es un tema que hay que tratar con mucha delicadeza y por expertos con experiencia demostrable en gestión eficaz y eficiente y actuando cumpliendo la legislación vigente.
¿Por qué 'si' aceptar la Sanidad Universal para todas las personas, regulares e irregulares?
Parece sensato e incluso necesario separar este aspecto de cuestiones políticas si pensamos en la necesidad de cribar y tratar determinadas patologías, con independencia de quién sea la persona que la padece. Por ejemplo, el
VIH, la
tuberculosis o la
sífilis, sin entrar en la prevención y los beneficios que ello conlleva, o más bien, los riesgos que podrían evitarse. En este sentido, ¿dejaríamos
sin vacunar a toda la población en situación irregular? ¿No proporcionaríamos herramientas de prevención a aquellas personas que han sufrido un
infarto agudo de miocardio? Podríamos mencionar muchos ejemplos más, pero… ¿qué supone mayor coste para el sistema?
Parece claro que una atención reincidente en el
servicio de urgencias consume más recursos que la
educación para la salud como
herramienta de prevención. Inevitablemente nos hemos visto obligados a mezclar la atención sanitaria a personas, con el coste de consumo de recursos. No podía ser de otra manera al tratarse de
recursos limitados. Simplemente es cuestión de utilizarlos en el mejor de los sentidos.
Por desgracia, este, que debería ser un tema tratado con rigor hasta encontrar una fórmula exitosa para todos, se ha convertido en un
comodín electoral. Un tema de debate que, como el Guadiana, desaparece y aparece en época de elecciones, olvidándose de los más importantes, los
miles de personas que no disfrutan de una sanidad gratuita y universal. Y es que, si el
RD 16/2012 que adoptó el PP negando la sanidad universal en España era más que cuestionable, no ha sido la caja de Pandora, ni mucho menos, el RD 7/2018 que aprobara el
PSOE para devolver la universalidad a la sanidad, siendo crítica, entre otras, la situación que a día de hoy viven las familias reagrupadas tras la sentencia del
Tribunal Supremo. Parece que estamos a día de hoy en una situación en la que las
Comunidades Autónomas tienen mucho que decir, y se deja un abanico interpretativo muy amplio.
¿Puede la Humanización ser un modelo de gestión sanitaria?
Consenso.
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Dejando fuera las
decisiones partidistas y políticas, así como la vertiente del coste por patología y atención, podríamos abordar dicha posición desde la
Humanización. Sí, este término nos parece real y constante en nuestras vidas, pero invitamos a la reflexión de si se puede aplicar a esta cuestión.
Humanizar debe apoyarse en una actuación holística de la persona y del trato hacia la totalidad del ser humano, que lucha contra la tecnificación, burocratización, organizaciones y todas las barreras del siglo XXI.
Nos olvidamos de la vulnerabilidad del ser que demanda asistencia y es cuestionando si lo atendemos por tener “papeles” o no. Queremos refugiarnos en ideas de sostenibilidad, políticas sanitarias, gestión de recursos, pero… ¿en qué basamos la verdadera esencia de la sanidad sino en buscar la
dignidad humana?
Artículo escrito por:
Ana Pires (licenciada en Medicina Nuclear),
Adrián de Paz Marcos (enfermero),
Beatriz Mangas Soria (psicóloga),
Fernando Martínez Guillén (abogado),
Lidia Brito Madera (estomatóloga),
Pilar Castillo Jiménez (médico) y
Romina Zotta Desboeufs (médico)
Alumnos del Máster Universitario en Gestión Sanitaria
Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA) y Centro de Estudios Financieros (CEF)
Profesor:
Jesús Sánchez Martos
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