Opinión

A vueltas con la Relación Médico-Paciente, Patrimonio Inmaterial y Cultural de la Humanidad


Serafín Romero Agüit, expresidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM)
A vueltas con la sanidad

27 abril 2023. 08.50H
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La relación médico-paciente se engloba dentro de un modelo de relación humana que se remonta a los orígenes de la Medicina. Es un espacio de creatividad donde se intercambia información, sentimientos, visiones, ayuda y apoyo. Es una actividad moral que surge de la obligación del médico de aliviar el sufrimiento y respetar las creencias y la autonomía del paciente.

La relación médico-paciente es el núcleo fundamental del ejercicio de la Medicina, tiene un alcance universal y busca la mejora de la salud y el bienestar de la persona. Esto es posible gracias al intercambio de conocimientos y la toma de decisiones compartidas en un ambiente de confianza. Esta es un componente inherente de la relación que puede ser terapéutica en sí misma.

La Medicina es grande por el sentimiento humanista que tiene y por esa capacidad del médico para asumir y hacer suyo el sufrimiento y el dolor de los demás. “Si puedes curar, cura. Si no puedes curar, alivia. Y si no puedes aliviar, consuela”. Esta es la figura del médico.

Desde del 15 de junio de 2016, y a propuesta del Dr. D Patricio Martínez, ex Secretario de CESM (Confederación Estatal de Sindicatos Médicos), el Foro de la Profesión Médica en Asamblea General aprobó impulsar y promover la solicitud de que la Relación Médico Paciente sea declarada Patrimonio Inmaterial y Cultural de la Humanidad por parte de la Unesco.

En esta petición, el valor de la misión médica converge en una alianza con el paciente, y con el resto de los agentes sanitarios, para dignificar la existencia humana allí donde la vida es más frágil y dependiente. El mundo de la salud, al que pertenecemos, es el lugar más emblemático de la condición humana, de las grandes esperanzas de la humanidad, y en el que son tan necesarios valores universales e intemporales tales como la integridad, la compasión, el altruismo, la calidez afectiva y el trato digno a la persona enferma y necesitada. Son estos valores los que acompañan la legitimidad social del médico, en un momento en el que el escrutinio que nuestra actividad recibe de la sociedad es muy exigente, incorporando además una mayor exigencia de resultados y todo ello al menos coste posible.

"El valor de la misión médica converge en una alianza con el paciente, y con el resto de los agentes sanitarios, para dignificar la existencia humana allí donde la vida es más frágil y dependiente"


Desde la Profesión Médica hoy entendemos el profesionalismo médico como un valor de servicio incondicional a los pacientes y a la propia sociedad. Esto significa no solo la exigencia de una práctica asistencial técnicamente competente, sino también, y de forma preferente, la asunción de valores y compromisos de ejemplaridad personal como la integridad, la honestidad intelectual, la compasión, la humanización y calidez en el trato, todo ello como expresión de una vocación de servicio”.

Por eso, para cumplir con la responsabilidad primaria de la Profesión Médica al servicio de los pacientes, es necesario promover la justicia social. Claramente ello implica asegurar la distribución equitativa de los recursos para garantizar que todos tengan acceso a la atención sanitaria adecuada, porque las obligaciones del profesionalismo éticamente persuasivo y socialmente responsable se extienden mucho más allá del lugar de encuentro asistencial.

Revisión del concepto social del paciente


Tenemos asimismo muy presente la revisión del concepto social de paciente. Un paciente más activo, que exige deliberación, decisiones compartidas y competencia de servicio personalizado, en una sociedad plural, pluralista y multiétnica que demanda una atención de calidez y calidad.

La agenda sanitaria preferente desde el Profesionalismo Médico hace referencia a las nuevas formas asistenciales y de atención a la salud para los pacientes crónicos, pluripatológicos y frágiles, al uso intensivo de la medicina personalizada y de precisión, a los equipos multidisciplinares integrados y coordinados, al principio de autonomía y de responsabilidad profesional en el uso apropiado de los recursos, a las buenas prácticas y transparencia respetuosa y compasiva hacia los pacientes y al apoyo a las nuevas tecnologías aplicadas a los procesos asistenciales. Por eso resulta paradójico que cuando más necesaria resulta una Atención Primaria potente, para compensar y articular la pluripatología y la fragilidad de muchos pacientes, más se abandona a la Atención Primaria a su suerte.

Apoyo de la Asociación Médica Mundial


En este complejo y difícil cometido, fue determinante a mi entender, el apoyo recibido por la Asamblea de la Asociación Médica Mundial (AMM) del 2020 (Asamblea virtual) en la conocida como Declaración de Córdoba sobre la Relación Médico Paciente. En el apartado de recomendaciones destacan principalmente las que instan a todos los agentes implicados (gobiernos, autoridades de salud, asociaciones médicas, médicos y pacientes) a defender, proteger y fortalecer esta relación, en base a una atención de calidad, como un patrimonio científico, sanitario, cultural y social, y muy especialmente la que pide a los miembros constituyentes de la AMM y a los médicos que defiendan este modelo de relación como núcleo fundamental de todo acto medico centrado en la persona, que defiendan la profesión médica y sus valores éticos, incluida la compasión, competencia, respeto mutuo y autonomía profesional y apoyar la atención centrada en el paciente.

"Resulta paradójico que cuando más necesaria resulta una Atención Primaria potente, para compensar y articular la pluripatología y la fragilidad de muchos pacientes, más se abandona a la Atención Primaria"


Son muchos los riesgos a los que se ve sometida la relación medico paciente: sociológicos (exigencias desmedidas, medicalización de la vida, etc.), de organización y funcionamiento (inestabilidad laboral y fragmentación asistencial, burocratización, estilo gerencial, etc.), los derivados de nosotros mismos (desequilibrio en la formación académica, superespecialización, vulnerabilidad-medicina defensiva, dificultades de realización personal, sobrecarga y desgaste, etc.), derivados del paciente (desconfianza, falsas expectativas, etc.) y las derivadas de las tecnociencias, y por lo tanto deben ser prioritarios los esfuerzos para protegerla.

No hacer nada no es una solución. No habremos aprendido de las lecciones que la pandemia de la Covid-19 nos hizo ver con toda crudeza y dura realidad. Pero especialmente perderemos la ola impulsora que miles de ejemplos de tantos compañeros/as, dejaron en nuestras retinas y en la percepción social de una profesión que centra al paciente, como razón y esencia del profesionalismo que nos define y anima, y a los que la milenaria relación médico-paciente aporta la necesaria seguridad de una fidelidad insobornable e incondicional.

Porque el profesionalismo médico actual es, posiblemente, uno de los pocos y últimos bastiones que tiene el enfermo grave, sin recursos, excluido y desamparado, para aspirar a un mínimo de salud, calidad de vida y dignidad humana: Relación Médico-Paciente Patrimonio Inmaterial y Cultural de la Humanidad.
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