El exceso de brillo puede cegar brevemente la vista. Lo hemos experimentado muchas veces cuando el sol nos da en los ojos al conducir, al entrar en estancias excesivamente iluminadas y en otras situaciones. Cada vez me doy más cuenta de que como médico también sufro temporales pérdidas de visión en relación a aspectos de la profesión excesivamente iluminados.
Pongamos por ejemplo
la tecnología. Pareciera que es una de las nuevas religiones con su promesa salvífica y redentorista. Muchos profetas auguran la salvación del ser humano y la transformación de los usuarios de la sanidad en
figuras resucitadas que llaman ePacientes o pacientes empoderados.
Otros abogan por transformar a los profesionales sanitarios en híbridos tecnológicos capaces de bregar con incontables adminículos, aplicaciones y gafas de visión ampliada. Sin contar con los apóstoles de la ingeniería de datos o los ya conocidos defensores de la medicalización intensiva de cada aspecto de la vida. Me pongo de ejemplo de esa ceguera que lamentablemente encarno para perjuicio de mis pacientes y de mí mismo.
Afortunadamente no termina de nublarme del todo el juicio como a aquel ingenioso hidalgo que lo perdió por un exceso de literatura y me planteo esta reflexión a modo de ejercicio de expiación. Hace unos días tuvimos una sesión formativa en el centro de salud para mejorar nuestras
habilidades de comunicación y relación de ayuda.
Nos vendaron los ojos y nos desplazaron de ese modo por el edificio. Un acompañante nos guiaba todo el tiempo, en primer lugar nos subieron al piso de arriba por la escalera y tras dejarnos un rato sentados en silencio nos bajaron de nuevo por la misma. Lo que no sabíamos los que primeramente estábamos vendados es que el acompañante no llevaba venda al principio pero sí al final. No nos matamos en la bajada de milagro.
Algo parecido siento que está pasando con la asistencia sanitaria actual: vamos a ciegas. El modelo de prestar servicios sanitarios basado en la capitación y en los actos clínicos está obsoleto.
No podemos seguir centrándonos en la enfermedad. Para que se nos caiga la venda tendremos que aprender a cuantificar resultados en salud y cambiar nuestros roles profesionales y procesos para adecuarnos a este objetivo.
Dar consejos para que el paciente siga una dieta o haga más ejercicio queda bien en la teoría pero sirve de poco en la práctica. Convertir a los pacientes en polimedicados dándoles ristras de fármacos con dudosas indicaciones tampoco parece que sirva de mucho salvo para quien se lucra con los mismos.
El problema de los deslumbramientos no está en ser cegados momentáneamente sino en quedar privados de la vista de forma permanente. No me pondré yo ahora en posición redentora dado que parto de mi propia limitación. Me permitirán la franqueza de compartirla para de este modo contagiarles el meme que les invite a reflexionar conmigo.
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