El expresidente del Gobierno de España Felipe González
no ha perdido su influencia mediática y tal vez social (no sabemos si preserva la política en su propio partido o en el actual escenario de posibles pactos). Pero lo cierto es que
este jueves ha escenificado el runrún de sus opiniones en una entrevista periodística publicada en cuatro páginas de la versión impresa de
El País y rubricada por
su director, Antonio Caño.
No la menciona más de tres veces, pero
la sanidad no sale de su discurso. Por el contrario, la incluye como uno de los grandes ejes de las reformas de que está necesitada España junto con la Educación, el sistema electoral y la propia Constitución. De hecho, aboga por que se configure
un gobierno “progresista y reformista” sin caer en el “liquidacionismo” que atribuye a Podemos y en particular a su líder y secretario general,
Pablo Iglesias.
Las otras dos alusiones a la prestación sanitaria pública se refieren a
la posición que ha mantenido el Partido Socialista durante la campaña electoral, que incide en la supuesta reversión de la asistencia universal interrumpida, a su parecer, con el decreto 16/2012;
y el miedo que intuye el expresidente en los ciudadanos a perder tan preciado derecho.
Se deduce, pues, que a
González le inquieta la idea de que el sistema sanitario perviva tal como lo él lo ha conocido e incluso gobernado
durante tres legislaturas consecutivas. Pero olvida lo mucho que ha cambiado desde que se fue de La Moncloa en 1996. Ahora la sanidad compete a todos los gobiernos autonómicos sin excepción, donde radica la clave para mantenerla, y su universalidad de acceso
no ha sido completa todavía en momento alguno, aunque se haya acercado a ese objetivo.
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