Un aspecto relevante de la
epidemia por coronavirus es el de los daños colaterales que la crisis está generando sobre enfermos no infectados por el virus, pero que lógicamente
presentan patologías de todo tipo, y que no están pudiendo ser atendidas como lo hubieran sido en condiciones normales. Es la simple consecuencia de la avalancha de casos de Covid-19 en los hospitales y centro de salud de los países más afectados por la pandemia.
El fenómeno afecta en mayor o menor medida a cualquier enfermo, desde la anulación de consultas, pruebas diagnósticas o intervenciones quirúrgicas, a la infravaloración de síntomas potencialmente graves de personas que evitan a toda costa acudir a urgencias o a su centro de salud por temor al contagio. Hay patologías como
el infarto de miocardio en las que el descenso de casos atendidos, estimado en un 40-50% tanto en España como en Italia, es fácil de constatar sin que haya ninguna razón aparente para que la incidencia real haya disminuido. Algo parecido está ocurriendo con
los ictus y según algunos informes hasta con las apendicitis y otras muchas patologías. Todo hace pensar que en los próximos meses van a aflorar estos casos “aplazados”, muchos de ellos con lesiones que pueden ser irreversibles como consecuencia de la espera.
Uno de los sectores más afectados por la crisis y que a su vez constituye un termómetro bastante exacto del
grado de presión sobre los hospitales, es la donación y el trasplante de órganos. Las razones son bastante obvias
: las donaciones se materializan en las UVI y éstas tienen lógicamente casi todos sus efectivos materiales y personales dedicados al coronavirus y eventualmente a alguna urgencia vital que pudiera producirse.
El trasplante de donante vivo, en suspenso
No hay lugar para la donación sobre todo en las comunidades más afectadas, y cuando se produce alguna, el problema pasa a ser
trasplantar esos órganos, que requieren un postoperatorio en intensivos, con las necesarias condiciones de seguridad para evitar el Covid-19, lo que en las condiciones actuales no es nada sencillo. Solo está al alcance de los hospitales menos afectados y curiosamente de los pediátricos gracias a que por fortuna, el virus afecta con mucha menor gravedad a los niños y por tanto la presión sobre estos hospitales es mucho menor. A todo ello se une la necesidad de
garantizar la negatividad del donante para el Covid19 y las dificultades del traslado de equipos y órganos, que prácticamente obligan a una extracción local, unido a un buen número de profesionales infectados o en cuarentena: toda una carrera de obstáculos. El trasplante de donante vivo simplemente está en suspenso por los mismos motivos.
Los datos hechos públicos por
la ONT son demoledores. De unas cifras previas a la crisis de 7,2 donantes y 16 trasplantes al día antes de la crisis, a finales de febrero comienza un descenso que pasa a caída libre a partir de la declaración del estado de alarma el 13 de marzo. En la semana del 3 al 9 de abril se alcanza un mínimo de tan solo 0,3 donantes y 0,4 trasplantes: en 7 días solo 2 donaciones y 3 trasplantes en toda España cuando las cifras normales están entre 50 y 60 donantes y 120-130 trasplantes a la semana.
Como no podía ser menos, la mayor parte de estas intervenciones se hicieron
en las comunidades relativamente menos golpeadas por la crisis como Andalucía (con la tercera parte de los donantes de toda España), Baleares, Canarias, Galicia, Asturias y Cantabria, mientras que, en las más afectadas como Madrid o Cataluña, el daño a la donación es aún mayor, aunque se mantienen los trasplantes más urgentes. Significativamente, el 16% de los trasplantes realizados desde el inicio de la cuarentena son pediátricos, una proporción muy superior a la habitual de un 3-4% por lo que decíamos antes.
"Las indicaciones de la ONT de "pelear cada donante y cada órgano" se siguen en toda la red pese a las evidentes dificultades"
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Los grandes afectados como es obvio son los enfermos en
lista de espera, que ven disminuida y desde luego retrasada la posibilidad de recibir el trasplante salvador. Los pocos que se realizan se reservan lógicamente a pacientes en situación de urgencia que no pueden esperar mucho tiempo y siempre con una valoración del riesgo / beneficio. Las indicaciones de la ONT de
“pelear cada donante y cada órgano” se siguen en toda la red pese a las evidentes dificultades.
La buena noticia es que, en la última semana,
la actividad ha empezado a remontar, pasándose de 3 a 19 trasplantes muy lejos aún de la normalidad, pero rompiendo la hasta ahora imparable línea descendente. La relativa menor presión que están sufriendo en estos momentos tanto los servicios de urgencias como las UVI están permitiendo
este lento despegue que nos hace abrigar esperanzas de una recuperación paulatina del sistema sanitario en general y de trasplantes en particular.
Coordinación europea
Como se ve, la actividad de donación y trasplante es un buen medidor de cómo van las cosas y de hecho en la zona centroeuropea coordinada por
Eurotransplant, donde la epidemia ha sido menor (y las autoridades sanitarias la han gestionado mucho mejor), las cifras de donación y trasplante durante el mes de marzo
no solo no han bajado sino que han subido (salvo en Bélgica, mucho más atacada que los demás), mientras que en Italia y USA los descensos están siendo igualmente muy notables.
Cuando el caos de la recogida ministerial de datos sobre el Covid-19 nos está impidiendo
ver con claridad la evolución de la infección, el aumento de la actividad de donación y trasplante, si se consolida en el tiempo, es una buena señal de descompresión progresiva de urgencias y UVI y nos puede mostrar una luz, aunque sea pequeña, al final del túnel. Falta nos hace.
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