Opinión

Pero entonces ¿para qué sirve el Ministerio?


Rafael Matesanz, fundador y exdirector de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT)
Una mirada crítica

24 diciembre 2025. 05.05H
Se lee en 6 minutos
Llevamos ya tiempo con la eterna discusión sobre el Estatuto Marco y las posturas bastante irreconciliables entre lo planteado por el inefable equipo ministerial y la gran mayoría de la profesión médica. A la mayor parte de las peticiones de los médicos, por lo demás perfectamente lógicas y razonables, la ministra esgrime el ominoso comodín de “Esto no es de lo mío”, algo que como ya decíamos en una columna previa, nunca presagia nada bueno salvo un lavado de manos, y no precisamente por razones higiénicas, de quien pronuncia esta frase o similar.

Vaya por delante que no creo que ningún estatuto marco vaya a solucionar los muchos problemas que tiene en estos momentos la profesión médica, aparte su más que complicada viabilidad como muy bien exponía recientemente Julián Ezquerra en estas mismas páginas y con quien coincido en su mayor parte . Sería más provechosa una regulación estrictamente laboral negociada bilateralmente con el servicio de salud correspondiente sin la rémora de ser trabajadores estatutarios, unos funcionarios “raros” según los “pata negra” de los ministerios y demás organismos públicos. Es una situación históricamente negativa tanto para la sanidad en general como para los médicos en particular.

Pero como no parece que las cosas vayan en esa dirección, merece la pena comentar la actitud ministerial ante algunas de las reclamaciones y ver si efectivamente éstas quedan fuera de sus posibilidades o no.

Una responsabilidad diluida entre competencias transferidas


Aunque muchas veces no lo parezca, el consejo de ministros es un órgano colegiado en el que los grandes proyectos deben adoptarse de manera mancomunada y con la aprobación del conjunto de sus miembros, los ministros. Entre estos los hay con grandes presupuestos y competencias, lo que les proporciona una gran autonomía para adoptar iniciativas sin que nadie las discuta demasiado. Es el caso de fomento, defensa, seguridad social o por supuesto de hacienda. Sin embargo, hay algunos entre los que figura sanidad, consumo o vivienda entre otros, en que por haber sido transferidas la mayoría de sus competencias a las comunidades, sus principales labores son o deberían ser de coordinación con aquellas y de elemento de conexión entre las mismas y otros ministerios de los que dependan sus funciones. Para ninguna de estas tareas parece estar preparado ni dispuesto el actual equipo ministerial, al menos por lo que se refiere a la negociación del estatuto marco.

Las demandas de los médicos suponen decisiones que afectan en primer lugar al ministerio de sanidad como es obvio, pero también a trabajo, administraciones públicas y economía como mínimo, aparte necesitar el acuerdo de las administraciones autonómicas. Lo fácil es lo que ha hecho hasta ahora Mónica García: miro a ver las reclamaciones de mi estricta competencia, las diluyo entre el resto de los trabajadores sanitarios, pacto cualquier cosa con los llamados “sindicatos de clase”, siempre proclives a firmar lo que sea con este gobierno, utilizo mi aparato mediático para transmitir a la opinión pública que ya está todo solucionado…y misión cumplida.

"Si se cede en esto (un estatuto propio para los médicos), se perdería una oportunidad histórica en un tema donde hemos fracasado varias generaciones de médicos"


De momento no parece que la maniobra haya colado, aunque a la hora de escribir estas líneas no sé cómo terminará la historia. Desde luego si se trata de obtener mejoras para el futuro hay algo que debería ser irrenunciable: la negociación bilateral de un estatuto propio para los médicos. Las restantes profesiones sanitarias tienen por supuesto sus problemas, tan profundos o incluso más que los de los médicos como es el caso de la enfermería, y es justo que los quieran y los deban solucionar. Sin embargo, ni el ámbito, ni la preparación, ni el tiempo de formación ni la responsabilidad tienen demasiado que ver y necesitan un tratamiento diferenciado. Ningún otro trabajador sanitario hace 70-80 horas a la semana (yo he llegado a superar las 100 cuando hacía guardias hospitalarias) que encima no computan a efectos de derechos laborales, y a todo el mundo menos a los interesados les parece muy normal algo que en cualquier otro ámbito sería un escándalo.

Esta es una trampa en la que nos metieron desde los primeros momentos de la transición, sellada después por la declarada filosofía de Alfonso Guerra de ver a los médicos “en arpargatas” y hasta hoy ha impedido cualquier mejora laboral significativa. El único momento en que el antiguo Insalud tuvo que negociar bilateralmente con los sindicatos médicos fue en la segunda mitad de los noventa tras la prolongada huelga de la legislatura anterior y entonces se obtuvieron mejoras importantes como la exención de guardias a los 55 años con mecanismos para conservar las retribuciones o mejoras salariales ligadas a objetivos de productividad entre otras. Si se cede en esto, se perdería una oportunidad histórica en un tema donde hemos fracasado varias generaciones de médicos.

El Ministerio de Sanidad renuncia a coordinar el SNS


Otra trampa en contra de las reivindicaciones médicas es la fragmentación del sistema nacional de salud que supusieron las transferencias sanitarias. Multiplicar los interlocutores complica la negociación de cualquier logro significativo y aquí es donde más se echa de menos la renuncia del ministerio a ejercer su papel coordinador. Es cierto que muchas de las reivindicaciones afectan directamente a los empleadores que son las consejerías de salud de las comunidades, pero precisamente por ello, ante un conflicto estatal es labor del ministerio asumir la representación de todas ellas manteniendo un diálogo constante con todos los interesados que permita llegar a acuerdos suscritos por todas las administraciones. Lo mismo podemos decir de los distintos ministerios implicados. No parece que sean los representantes sindicales quienes tengan que negociar con cada uno de ellos, sino que haya una interlocución única que actúe de verdadera autoridad sanitaria y no eche balones fuera.

Hasta hoy, nada parece indicar que la ministra vaya a asumir ese papel, por lo demás totalmente necesario. Cuando toda la legislatura se viene caracterizando por un enfrentamiento frontal y buscado con las autonomías y una falta de entendimiento entre los dos partidos que forman el gobierno, no parece que todo esto vaya a cambiar ahora, especialmente si no hay la más mínima voluntad de que así ocurra.
Ante esta situación, la pregunta es obvia: “Pero entonces, ¿para qué sirve el ministerio?".
Aunque pueda contener afirmaciones, datos o apuntes procedentes de instituciones o profesionales sanitarios, la información contenida en Redacción Médica está editada y elaborada por periodistas. Recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.