En estos días de balances anuales, se han producido dos noticias, aparentemente inconexas, pero en realidad más relacionadas de lo que pudiera pensarse. Por una parte, la
Dirección General de Tráfico cerraba 2019 con el
mínimo histórico de fallecidos en carretera tras una serie de años en que las cifras estaban estancadas o incluso repuntaban de manera inquietante. Por otro lado, los datos provisionales de la
Organización Nacional de Trasplantes ponen de manifiesto un
nuevo incremento de la cifra de donantes y trasplantes, otra vez con máximos históricos y
un estratosférico aumento en los últimos 6 años de un 40% en el número de donantes, además de revalidar el liderazgo mundial por 28º año consecutivo.
"Hace 30 años, en trasplantes no éramos líderes de nada y el número de muertos en carretera quintuplicaba el actual"
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Hace 30 años, la concatenación de estas dos noticias habría sido imposible. En trasplantes no éramos líderes de nada, el número de muertos en carretera quintuplicaba el actual y además,
casi la mitad de los donantes de órganos lo eran por accidentes de tráfico con lo que la reducción de éstos habría corrido automáticamente paralela con la de los trasplantes.
Hoy esa relación directa no existe porque tan solo un 3-4% de los donantes de órganos ha fallecido en accidente de tráfico, un porcentaje cuantitativamente irrelevante. Sin embargo, al menos en España si podemos encontrar un nexo de unión: ambos logros han sido gestionados por profesionales altamente capacitados y que saben perfectamente lo que hacen.
El caso de la
DGT es claro y diáfano.
Pere Navarro fue su director del 2004 al 2012, periodo en el que con medidas como el carnet por puntos redujo la mortalidad en números redondos de 3.000 a cerca de 1.000 al año. Mucha gente le debe la vida aunque no lo sepa.
Su cese coincidió con una estabilización y posterior repunte del número de muertes, que sólo ha cambiado la tendencia tras su reincorporación hace poco más de un año logrando el mínimo histórico al que antes aludíamos.
Oírle hablar de temas de actualidad como
los patinetes o las bicicletas y su invasión de las aceras es constatar que por una vez estamos en las buenas manos de alguien con dos dedos de frente. Por contraste, recordemos que uno de sus antecesores se ufanaba de gestionar
la mayor emergencia por nevadas en años, a lo largo del centro de España, con miles de coches atrapados, desde su casa de Sevilla porque, según él, tenía buen internet.
Y qué decir de la
ONT. Su bandera ha sido siempre la profesionalidad y el
mantenimiento a ultranza de la independencia política a través de los 17 ministros que ha conocido en sus 30 años de vida, pese a que en ocasiones esta filosofía ha sido de todo menos fácil y nos ha costado serios disgustos.
El carnet del partido
Solo la continuidad en la gestión, el mantenimiento y perfeccionamiento de programas iniciados hace una década como la donación en parada cardiaca o la participación de los médicos de urgencias, unidos a la apertura de nuevas vías como
la colaboración con la sanidad privada o la potenciación de la donación pediátrica, puestas en marcha por la actual dirección, ha permitido este incremento continuo de un 40% en 6 años, que no es que nos mantenga en el primer puesto mundial, es que simplemente nos hace perder de vista a todos nuestros seguidores.
Si de algo nos deben servir estos ejemplos y algún otro que podría citarse tanto en positivo como en negativo, es para poner de manifiesto que un carnet del partido en el poder, o el hecho de
ser “amigo de”, no es condición necesaria ni desde luego suficiente para gestionar un organismo técnico, que debe recaer en manos de buenos profesionales y que además no pueden estar cada 6 meses al albur de un cambio político.
Vivimos
momentos convulsos y de cambio de gobierno, ministros, directores generales…, y hay muchos amigos y compañeros de partido que colocar. Ni por mi edad ni por mi experiencia con la administración, espero mucho de ningún político, pero confiemos al menos que haya la suficiente sensibilidad como para
respetar lo que funciona. De otra forma, los ciudadanos serán los que deberán juzgar.
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