Enero del 2008, hace justo 10 años. Ya unos meses antes la crisis de las hipotecas “subprime” en USA había comenzado a poner patas arriba la economía internacional y el desplome del gigante Lehman Brothers estaba al caer.
Pedro Solbes, a la sazón ministro de economía y vicepresidente primero del Gobierno alcanzó uno de sus momentos de gloria al comentar el ya entonces evidente frenazo de la economía española: “Estamos ante una “gradual desaceleración”; se trata de una “evolución natural” y “un fenómeno saludable”; si llegaran las “vacas flacas”, las afrontaríamos “con gran tranquilidad” gracias al superávit de las cuentas públicas”. Un crack, o un mentiroso compulsivo en campaña electoral, lo que prefieran.
Con semejante diagnóstico, a nadie puede extrañar que el tratamiento fuera igual de acertado. Decía
Groucho Marx que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Difícil definirlo mejor. Nuestras cuentas otrora en superávit comenzaron a quedar exangües a expensas de decisiones delirantes como el
Plan E, los 400 euros para todos y otras similares. A ello siguieron los
descarrilamientos de las cajas de ahorros, verdaderos juguetes en manos de los políticos locales de todo signo, y de gran parte del sistema bancario, “el más sólido de Europa” según “expertos” también de diverso signo y con el Banco de España puesto de perfil.
Aunque no se sabe muy bien por qué, hubo que proceder con el dinero de todos al rescate de estos desastres originados por la incompetencia y el latrocinio de un buen número de políticos y gestores. Sólo el rescate de la
Bankia de las tarjetas “black” equivale según las versiones más realistas, a todo el gasto sanitario público español de hace 5 años, lo que dimensiona un poco mejor la magnitud de la catástrofe.
El gasto sanitario se redujo entre 2009 y 2014 en 9.600 millones de euros
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Como consecuencia,
España se ha endeudado hasta superar el 100 por cien del PIB, es decir de todo lo que somos capaces de producir en un año, gran parte de lo cual se dedica ahora a pagar los intereses de esa deuda, que compromete así el futuro de nuestros hijos y de nuestros nietos. El país se ha devaluado tras la crisis, que
sensu stricto ha pasado ya puesto que el crecimiento del PIB es positivo, aunque no a todos llegue la recuperación y sea enorme el sufrimiento que ha dejado en el camino.
Y ¿qué ha pasado con la sanidad? Pues como todos los sectores ha padecido y mucho las embestidas de la crisis a todos los niveles. Lo que seguro que quienes lean estas líneas han experimentado en su entorno y en su nómina se puede cuantificar a nivel global para entender mejor de lo que hablamos. La entrada oficial en la crisis ocurrió en el último trimestre del 2008, cuando el PIB cayó un 1,1 por ciento, por lo que tomaremos el año 2009 como comienzo y el 2015 como final para valorar lo que ha significado este periodo en nuestra sanidad. Los datos consultados son de diversa procedencia, pero los más fiables son los de la OCDE para valorar no solo la evolución en el tiempo sino la comparación con países de nuestro entorno (
Health at a Glance 2017, OECD indicators).
Para empezar, decir que la sanidad española llegó a la crisis en una situación (por otra parte crónica) de
infrafinanciación, lo que magnificó los efectos de cualquier recorte posterior. Las CCAA, responsables de la gestión de la sanidad en toda España salvo Ceuta y Melilla, dedican a este fin más del 40 por ciento de sus presupuestos y de siempre han venido denunciando ante el estado una
insuficiencia presupuestaria que en los años previos a la crisis valoraban en torno a un 15 por ciento.
Pues bien, el
gasto sanitario se redujo durante el periodo 2009–2014 en 9.600 millones de euros (“Cartografía de los Recortes”, otras valoraciones hablan de unos 8.000 millones, según lo que se contabilice), pasando de superar los 70.000 en 2009 a poco más de 60.000 (el equivalente a 1 Bankia que decíamos antes) un lustro después. Ello significa un
descenso del 13,2 por ciento, que en términos reales cuando se tiene en cuenta la inflación asciende a un 22 por ciento.
Es decir, en 5 años la crisis se llevó por delante mas de 1 de cada 5 euros de lo que gastábamos en sanidad, y solo en 2016 hemos vuelto a alcanzar más o menos las cifras brutas del 2009 llegando de nuevo a los 70.000 millones. Si hablamos del
gasto sanitario por persona, pasamos de 1.577 euros en 2009 a 1.419 en 2014. Con 1.521 euros en 2016, aún no hemos recuperado los niveles previos a la crisis, ni siquiera en términos absolutos, sin contar por tanto la inflación, el aumento de la demanda o los nuevos fármacos, factores a considerar para comparar escenarios.
¿Cuáles han sido las consecuencias y qué distribución han tenido estos recortes? Lo comentaremos en detalle en la segunda parte de esta tribuna.
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