Opinión

La fragmentación del sistema MIR


Rafael Matensanz, fundador y exdirector de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT)
Una mirada crítica

29 agosto 2021. 15.40H
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Cual serpiente informativa de verano se ha deslizado este año a principios de agosto, la noticia de que uno de los temas incluidos en la agenda de contactos bilaterales entre el Gobierno Central y la Generalitat de Catalunya es la transferencia de la formación sanitaria especializada, hasta ahora competencia estatal a esta comunidad, anunciándose la creación de un grupo de trabajo al efecto que se comenzará a reunir en octubre. Así lo anunciaba la nueva ministra de Política Territorial, Isabel Rodríguez al finalizar la primera reunión, con lo que en principio no había ninguna razón para dudar de su veracidad.

La noticia produjo críticas generalizadas del sector sanitario estatal (no tanto del local), tras de lo cual la ministra de sanidad salió a los pocos días diciendo que este traspaso “no estaba en la agenda del gobierno”. Ello fue inmediatamente contestado por la consejera de presidencia de la Generalitat que señaló lo obvio: se había creado un grupo de trabajo sobre este y otros traspasos, lo que evidentemente sí ponía el tema en agenda aún sin presuponer el desenlace.

"Lo último que se le ocurriría pensar a la responsable de política territorial es que esto de la formación sanitaria especializada fuera a crear ningún problema ni le vaya a interesar a nadie"


Estas aparentes contradicciones entre dos ministerios, cada vez más frecuentes en un gobierno que no se caracteriza por su coordinación pese a contar con cuatro vicepresidentas que algo tendrían que hacer al respecto para ganarse el sueldo, no han sido aclaradas, aunque su génesis se puede intuir conociendo cómo funcionan las administraciones. Una ministra recién aterrizada a quien en plena canícula le pasan un amplio dossier para la reunión, que abarca multitud de campos con reivindicaciones de la otra parte, en teoría acompañados de los informes de los ministerios correspondientes. Probablemente en lo último que se le ocurriría pensar a la responsable de política territorial es que esto de la formación sanitaria especializada fuera a crear ningún problema ni le vaya a interesar a nadie, así es que: adelante el grupo de trabajo y ya veremos cómo acaba.

No voy a entrar en los motivos que impulsan al gobierno catalán a emitir esta petición de traspaso, probablemente más identitaria / política que funcional / sanitaria, y que por lo demás no es nueva. Están en su perfecto derecho de plantearlo y defenderlo si estiman que es lo mejor para su proyecto y para su comunidad, y desde luego la decisión final va a depender mucho más de factores extra sanitarios que de la mayor o menor racionalidad que se pueda aportar a la discusión. Cabe no obstante reflexionar sobre lo que ello puede significar de llevarse a cabo en un tema que sin duda va a seguir dando que hablar durante algún tiempo.

Paso atrás en la uniformidad del acceso al MIR


Por razones de edad me tocó vivir la época de los inicios del MIR a principios de los setenta. Cuando uno acababa la carrera en junio y si como en mi caso se quería formar en Madrid, tenía una convocatoria en septiembre para el Hospital Clínico, otra en octubre para la Fundación Jiménez Díaz y otra por fin en enero para “los hospitales de la Seguridad Social” que entonces eran solo La Paz y Puerta de Hierro. Si uno contemplaba otros hospitales (en Barcelona, Oviedo y poco más), la cosa era todavía más complicada y suponía múltiples viajes, gestiones y exámenes.

Todo estaba en fase de montaje y los límites eran muy difusos y cambiantes. En mi caso elegí hacer un rotatorio y dos años de medicina interna, para después pasar a hacer otros dos de una especialidad como la nefrología, que todavía ni siquiera estaba reconocida como tal. Solo la visión de una serie de personas entre los que hay que destacar al profesor José María Segovia de Arana, así como el impulso de los primeros gobiernos de la democracia permitieron establecer y perfeccionar el sistema vigente en los últimos 40 años, participado por todos y responsable en gran medida del desarrollo y la calidad alcanzada por nuestro sistema nacional de salud en las 17 comunidades españolas. Hoy podemos estar asistiendo al inicio de una especie de retorno a la casilla de salida.

Aunque hasta ahora nada se ha concretado sobre el alcance del pretendido traspaso a distintas comunidades (de materializarse y por mero mimetismo, Cataluña no sería la única), lógicamente no solo supondría esa vuelta atrás en la uniformidad en el examen de acceso, sino también en los mecanismos colegiados tan trabajosamente desarrollados durante décadas y articulados alrededor del Consejo Nacional de Especialidades. La pérdida de una porción muy importante de miembros del mismo, tanto desde el punto de vista cuantitativo como sobre todo cualitativo (solo hay que pensar en lo mucho que han aportado y aportan al sistema de formación postgraduada médicos catalanes de la talla de Joan Rodés o Ciril Rozman por no citar más que a dos de los “históricos”), no puede traer más que consecuencias negativas para todo el sistema.

"Con el traspaso MIR a Cataluña todos saldríamos perdiendo, pero probablemente la sanidad catalana no sería la menos perjudicada ante las barreras a la llegada de talento [...] La endogamia nunca ha traído nada bueno a medio y largo plazo"


Aspectos tan relevantes como la acreditación de centros, los programas de las especialidades, la composición de las comisiones, la planificación de especialistas, la expedición de títulos e incluso la libre circulación de sanitarios en formación en todo el estado se verían afectados en mayor o menor medida. Todos saldríamos perdiendo, pero probablemente la sanidad catalana no sería la menos perjudicada ante las barreras a la llegada de talento procedentes de otras partes del país hasta ahora atraído por la gran calidad de sus hospitales. La endogamia nunca ha traído nada bueno a medio y largo plazo.

Talleyrand, ministro de Napoleón, hizo célebre esta demoledora sentencia: «Es peor que un crimen, es un imperdonable error», cuando le notificaron la ejecución del duque de Enghien, último de los Borbón-Condé por orden del emperador. Evidentemente esto no es tan trágico como un crimen, pero igualmente sería un error.
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