Opinión

Donación a golpe de ley


Rafael Matesanz, fundador y exdirector de la Organización Nacional de Trasplantes
Una mirada crítica

15 febrero 2018. 16.50H
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Holanda ha sido el último país que ha discutido y aprobado la modificación de su ley de trasplantes hacia una forma de las llamadas de “consentimiento presunto”. Aún con ciertos matices en las formas, la filosofía de estas leyes es siempre la misma: “Todo el mundo es donante de órganos por defecto, si en vida no ha dejado constancia de lo contrario”. Hace un par de años se aprobaba una similar en Colombia, otra en País de Gales y en los últimos años en Francia, Chile, Argentina y una larga serie de países. En todos los casos la noticia tenía una amplia repercusión internacional en la que se hacía notar que era la solución a la escasez de órganos gracias a la innovadora iniciativa de los padres de la patria (de cada una de las patrias en su caso). Sería una especie de solución política, legal y hasta milagrosa a un problema universal: la escasez de órganos para trasplante.

El problema es que ni la iniciativa es nueva ni desde luego sus resultados positivos son tan predecibles o ni siquiera tan reales como pretenden sus impulsores. Por no ir mas lejos la ley española de trasplantes del año 1979 es de consentimiento presunto y viene a decir mas o menos lo que han aprobado los holandeses, aunque con un desarrollo diferente. Ni siquiera fue original ya que se inspiró en la “Loi Callavé” francesa, así llamada en honor del ministro que la impulsó, promulgada dos años antes.

Bien es cierto que igual que en Holanda, la adopción de esta ley 30/79 fue un tanto conflictiva. Su filosofía de consentimiento presunto hizo que los tabloides ingleses alertaran a los turistas del riesgo de venir a España porque sus órganos podían ser nacionalizados por ley, o que una publicación ultraderechista titulara: “Socializados los cadáveres de Adolfo Suárez y Felipe González”. Todo muy sutil y de altura como puede verse.

Las leyes de consentimiento presunto son propias y originales (aunque no exclusivas) de los países católicos del sur de Europa y destilan una filosofía de priorización del bien común de la sociedad sobre el individuo. Por el contrario, los países anglosajones, centroeuropeos y nórdicos, predominantemente protestantes priorizan el derecho individual a decidir por encima del estado, lo que en materia de trasplantes se traduce en la necesidad de un “consentimiento expreso” de la persona que va a donar sin que el estado decida presuntamente por él, aunque sea por defecto.

Razones de diverso tipo, fundamentalmente organizativas hicieron que los países latinos encabezados por España alcanzaran niveles de donaciones muy superiores a los de los nórdicos y eso creó la leyenda urbana apoyada por la poderosa literatura médica anglosajona de que si teníamos tantos donantes era por nuestra ley de consentimiento presunto que nos evitaba preguntar a los familiares. Incluso el último Nobel de economía Richard Thaler ha teorizado las “default rules” (reglas por defecto) como fórmulas que sirven para solucionar diversos aspectos de la vida diaria, incluida la donación de órganos.

Dio igual que repitiéramos hasta la saciedad que siempre pedimos autorización a la familia, o que en los ochenta España estaba a la cola de Europa occidental en donaciones de órganos, con la misma ley. Tampoco que países que habían cambiado al consentimiento presunto no hubieran mejorado los resultados o incluso alguno como Chile hubiera visto desplomarse las donaciones tras el cambio de ley o como Brasil, la hubiera tenido que cambiar de nuevo por la negativa reacción de la sociedad. Mas recientemente Gales ha hecho públicos los datos del primer año tras su cambio de ley que muestran un ligero descenso respecto a las cifras previas, en modo alguno un aumento.

Y es que las cosas no son tan sencillas. Ni la gente acepta tan fácilmente que se extraigan los órganos de su familiar por muchas leyes que lo avalen, ni hay muchos médicos dispuestos a hacerlo con la familia en contra. Es más fácil para el equipo médico ignorar la posibilidad de donación y evitar así todo conflicto o en todo caso preguntar prudentemente a la familia. Se cierra así el círculo y se vuelve al punto de partida que es ni mas ni menos lo que ocurre en España y en los demás países con este tipo de leyes.

He tenido ocasión de asesorar sobre este tema a los parlamentos de distintos países, desde el de Westminster al francés o al escocés y mi consejo ha sido siempre que las leyes deben reflejar la opinión mayoritaria de la población y no ir en su contra, y que si la mayoría está a favor, adelante aunque no sirva para aumentar la donación. No era la situación en el Reino Unido donde la división de la sociedad y de los médicos era patente, y lo mismo cabe decir de Holanda donde la propuesta ha salido adelante por un voto en el senado. Es la peor situación porque augura un debate social profundo con discrepancias de fondo aireadas en los medios de comunicación, que es lo peor que puede ocurrir para generar la necesaria confianza necesaria para la donación de órganos. Para nada es casualidad que Holanda tenga ahora mismo la tercera parte de los donantes que España y así vaya a seguir siendo. Se lo han trabajado y mucho.

Y una última consideración: ninguna dictadura ha logrado un sistema medianamente bueno de donación de órganos. La donación no se impone a golpe de ley.
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