Historia de los trasplantes de cara: del primer caso al avance global
Pocos temas sanitarios hicieron correr más ríos de tinta en su momento que los
trasplantes de cara, tanto cuando se hizo el primero en 2005 en un hospital de la ciudad francesa de Amiens, como cuando en 2009 se anunció que había tres candidatos españoles en Valencia, Sevilla y Barcelona que finalmente se acabarían trasplantando con éxito a lo largo de aquel año y del siguiente. Habitualmente, las noticias de este tipo dejan de serlo cuando la técnica se generaliza y el procedimiento pasa a formar parte del paisaje de la atención sanitaria, o en algunas ocasiones como el tantas veces anunciado y nunca realizado
trasplante de cabeza, se comprueba reiteradamente su inviabilidad en el estado actual de la ciencia.
En el caso del
trasplante de cara no ha ocurrido ni una cosa ni otra. Hasta septiembre de 2023 se habían hecho 50 trasplantes de cara en 18 centros de 11 países según un estudio publicado recientemente en el
JAMA Surgery. La actividad trasplantadora se mantuvo a buen nivel hasta el 2014 para después bajar claramente en la última década y de hecho
50 intervenciones en 18 años son muy pocas. Sin duda ha influido la tremenda dificultad del procedimiento, y la gran infraestructura necesaria, al alcance de pocos hospitales y cirujanos, aparte su muy elevado coste.
Los desafíos de los trasplantes de cara: complejidad y riesgos
La
complejidad quirúrgica es máxima, quizás solo comparable a los multiviscerales infantiles en los que se trasplantan hasta 5-6 órganos abdominales. Piel, grasa, glándulas, músculo, arterias, venas, nervios… se pasan del donante al receptor en intervenciones que pueden durar entre 15 y 20 horas con grandes equipos multidisciplinares solo posibles en centros con gran infraestructura y experiencia trasplantadora.
Debe quedar claro que el aspecto del enfermo trasplantado no se va a parecer al del donante de quien recibe las partes “blandas” de la cara, sino en todo caso al aspecto previo del receptor de quien conserva la estructura ósea. Incluso se han trasplantado caras de un sexo a otro. No se trata de un cambio de identidad o una operación cosmética de película y esto es muy importante: los enfermos en los que se indican estas intervenciones son
casos extremos en quienes no queda otra solución. No son fácilmente imaginables porque suelen permanecer enclaustrados, sin la más mínima vida social y para ellos el éxito de la operación radica en poder salir a la calle sin que la gente los mire con horror o en el mejor de los casos con curiosidad.
"El camino de estos pacientes difícilmente puede ser más complicado. Bien por accidente (descarga eléctrica, quemadura, cáusticos, disparo…) o por enfermedad, se producen deformidades terribles, susceptibles habitualmente de múltiples intervenciones quirúrgicas que finalmente culminan en la decisión de trasplantar la cara cuando todo lo demás ha fracasado".
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El camino de estos pacientes difícilmente puede ser más complicado. Bien por accidente (descarga eléctrica, quemadura, cáusticos, disparo…) o por enfermedad, se producen deformidades terribles, susceptibles habitualmente de múltiples intervenciones quirúrgicas que finalmente culminan en la decisión de trasplantar la cara cuando todo lo demás ha fracasado. Tras la intervención llega una lenta recuperación y rehabilitación que durará meses/años hasta que todos los tejidos recuperan su función, con unos riesgos derivados sobre todo de la
posibilidad de rechazo y de los medicamentos para combatirlo, que a veces lamentablemente pueden llegar a poner fin a la vida del enfermo. Hay que tener en cuenta que la piel es uno de los tejidos más generadores de rechazo y que requiere una inmunosupresión más fuerte, superior en general a la de los trasplantes de órganos.
¿Cómo se han desarrollado las cosas en estas dos décadas de trasplante de cara en España y en el mundo? El
primer caso, como no podía ser menos en una intervención tan espectacular como esta tuvo tintes bastante novelescos. Corría el mes de noviembre de 2005 cuando una mujer francesa, Isabelle Dinoire, de 39 años, con la nariz, los labios y parte del mentón destrozada a mordiscos por su perra unos meses antes, tras haber perdido el conocimiento por una mezcla de alcohol y sedantes (no quedó claro si fue un intento de suicidio), recibió en un hospital de Amiens el primer trasplante parcial de cara del mundo. La operación, en la que participaron más de 50 personas, fue llevada a cabo por 8 cirujanos liderados por
Bernard Devauchelle y Jean Michel Dubernard, éste último artífice también de los primeros trasplantes de manos y brazos realizados unos años antes y además diputado de la Asamblea Nacional Francesa. Todo un personaje. Isabelle, con un aspecto bastante razonable, vivió con su trasplante hasta 2016 en que falleció en gran medida por complicaciones de la medicación antirrechazo.
Trasplantes de cara en España: casos emblemáticos y avances recientes
Durante los años siguientes se hicieron unos pocos más en Francia, Estados Unidos y China hasta que en el año 2009, la semilla sembrada entre los equipos de cirugía plástica de medio mundo llega a
España, donde tres hospitales de
Valencia, Sevilla y Barcelona presentan con escasa diferencia de tiempo a la Organización Nacional de Trasplantes la solicitud de realización de sendos trasplantes de cara, que fueron informados positivamente y después realizados con éxito. El donante adecuado surgió en primer lugar en Valencia y el 19 de agosto,
Pedro Cavadas realizó en el hospital La Fe el primero de ellos. Se trataba también de un trasplante parcial, con buenos resultados estéticos y funcionales, aunque el paciente falleció en 2013 por causas ajenas al trasplante. Fue el octavo trasplante de cara realizado en el mundo y el primero en incluir la lengua y un trozo de mandíbula, extendiéndose la cirugía durante 15 horas.
Posteriormente se realizó el de Sevilla a cargo del equipo dirigido por
Tomás Gómez Cía en un paciente con neurofibromatosis, pero el más complicado de los tres españoles iniciales fue el llevado a cabo por
Pere Barret, ya en 2010 en el hospital Vall d’Hebrón de Barcelona y que en su día fue calificado como el más completo de los realizados hasta entonces en el mundo. El mismo equipo llevó a cabo el cuarto trasplante español en 2015 y desde entonces no se había hecho ninguno más hasta que hace unas semanas se anunció el quinto en el hospital de Bellvitge de l’Hospitalet, Barcelona.
En este caso de Bellvitge, el trasplante fue realizado por un equipo de 60 personas dirigido por
Anna López Ojeda con una peculiaridad importante. Ha sido el primero en el mundo en el que el donante, en lugar de haber fallecido en situación de muerte encefálica lo había hecho en asistolia, “a corazón parado”, una modalidad que ya representa el 45% de las donaciones en España y que amplía mucho las posibilidades de encontrar un donante adecuado. Se trata de un avance muy importante en este campo porque encontrar un donante para estos pacientes es algo muy complejo al tener que darse similitud de tamaño, edad, grupo sanguíneo, tono de piel, ausencia de traumatismos (¡en una muerte encefálica de una persona joven!) y la menor distancia posible donante – receptor para minimizar tiempos. Gracias a nuestro
sistema de donación y trasplantes, los tiempos de espera han sido relativamente cortos, pero ha habido países donde han tardado años.
De los 50 casos recogidos en el estudio del
JAMA Surgery, más de la mitad fueron de cara completa, una tendencia que cada vez se impone con más fuerza, el 80% se hizo en varones con un rango de edad entre 19 y 68 años (35 de media). En las dos terceras partes además de los tejidos blandos de la cara se trasplantó hueso en la cantidad y localización necesaria en cada caso. En dos ocasiones hubo que trasplantar dos veces al enfermo y durante el periodo de estudio se registraron
10 fallecimientos de los que dos habían perdido el injerto por rechazo.
"La supervivencia estadística de este grupo de enfermos a los 5 y 10 años fue del 85 y 74%, lo que para un procedimiento extremo y de desarrollo reciente, es bastante satisfactorio, con el dato esperanzador de que los mejores datos se consiguen en los casos más recientes".
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La supervivencia estadística de este grupo de enfermos a los 5 y 10 años fue del 85 y 74%, lo que para un procedimiento extremo y de desarrollo reciente, es bastante satisfactorio, con el dato esperanzador de que los mejores datos se consiguen en los casos más recientes. Pese a estos razonablemente buenos resultados, la dispersión de los que se han llevado a cabo ha impedido acumular la necesaria experiencia como para que esta terapia se consolide adecuadamente. Como ya dijimos, en nuestro país se han hecho 5 en 4 hospitales distintos y de los recogidos en la revisión internacional, para hacer 50 han sido necesarios 18 hospitales en 11 países.
En suma, se trata de una
terapéutica todavía experimental, que de hecho en España se sigue informando para su autorización caso por caso por parte de la Comisión de Trasplantes del Consejo Interterritorial. Sus indicaciones son muy limitadas y restringidas a enfermos con grandes deformaciones en los que han fracasado previamente todas las cirugías reconstructivas. Pasados los primeros años de efervescencia, se han delimitado mejor los candidatos y nos encontramos en una fase en la que lo más sensato sería concentrar recursos en unos cuantos centros que generen la mayor experiencia posible, y donde sean referidos los enfermos con unas indicaciones muy claras para ser intervenidos con las mejores garantías y poder así acumular la experiencia necesaria para consolidar estos trasplantes.
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