Opinión

¿Cómo se hace una directiva europea?


Rafael Matesanz, fundador y exdirector de la Organización Nacional de Trasplantes
Una mirada crítica

17 agosto 2017. 15.45H
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Una de las tareas más apasionante que me ha tocado dirigir durante mi larga etapa en la ONT ha sido la elaboración y aprobación de la normativa europea que regula la donación y el trasplante de órganos, la llamada: 'DIRECTIVA 2010/45/UE DEL PARLAMENTO EUROPEO Y DEL CONSEJO de 7 de julio de 2010'. Toda una experiencia que nos permitió conocer a fondo el funcionamiento y significado de las instituciones europeas, Comisión, Parlamento y Consejo, valorar el enorme trabajo de los funcionarios españoles en Bruselas y comprobar que, provincianismos aparte, donde nos jugamos mucho todos los días es en esta moderna torre de Babel donde siempre llueve.

La Unión Europea reguló en 2004 los trasplantes de células y tejidos mediante la directiva 2004/23/CE, técnicamente compleja, pero que no despertó ni de lejos salvo en círculos especializados, las expectativas desatadas ante una normativa europea sobre trasplantes de órganos. La sola posibilidad de que 'Bruselas' se inmiscuyera en un campo tan poblado de egos y de intereses como éste levantó pasiones desde el minuto uno y de hecho pasaron seis años entre la aprobación de las dos directivas, con todo tipo de presiones de los países del núcleo duro de la Unión (Francia, Alemania, Reino Unido…).

Previendo lo que podía ocurrir, la Comisión Europea decidió esperar a que España asumiera la presidencia del Consejo, prevista para el primer semestre de 2010 (y que no se volverá a repetir hasta 28 semestres después) para pedirnos ya en el 2008 que, como líder europeo en este tema, tirásemos del mismo y viéramos de aprobarla o al menos darle un impulso importante durante este periodo de presidencia de todas las comisiones del Consejo.

Dicho y hecho, desde la ONT comenzamos con los contactos previos con dos años de antelación. Los mayores problemas, como no podía ser de otra forma, vinieron desde nuestro Ministerio de Sanidad. La estulticia imperante en el Paseo del Prado por aquellos tiempos produjo la delegación exclusiva de la gestión de la directiva a un abogado servicial sin la más mínima idea ni de trasplantes ni de sanidad, un pequeño problema que intentaron salvar con una consultoría externa a la ONT (tal era su grado de confianza en nosotros). Afortunadamente la llegada de Trinidad Jiménez y de gente normal al Paseo del Prado encarriló la situación con el único daño colateral de haber perdido casi un año. Las presidencias previas priorizaron otros temas y dejaron los trasplantes para nosotros. Y allá fuimos: tuve el privilegio de liderar un espléndido equipo de la ONT, con Beatriz Domínguez-Gil (hoy directora de este organismo), Elisabeth Coll (hoy jefa de servicio), Charo Marazuela y la responsable técnica Lola Perojo, dedicadas en cuerpo y alma a la directiva, en perfecta coordinación con los “reper” españoles en Bruselas, Enrique Terol y Francisco Sevilla.

La empresa fue del todo menos fácil. Poner de acuerdo a 27 países con todos los pesos pesados y adláteres que acuden con ideas propias y no están dispuestos a comprar las tuyas a cualquier precio supone muchas horas de discusión, mucha diplomacia y mucho trabajo de preparación. Los bloques centroeuropeos, escandinavos o anglosajones ejercían sus presiones a veces contrapuestas mientras que nosotros contamos con el apoyo valiosísimo del bloque latino que ayudó y mucho al éxito del proyecto. El ritmo de la discusión del texto propuesto por España tenía que tener una precisión milimétrica so pena de que los plazos inexorables no nos permitieran aprobarla en tiempo. Solo la enorme autoridad de la ONT permitió desatascar asuntos realmente conflictivos. Mientras tanto, lo aprobado por el Consejo, muy centrado en los aspectos técnicos y legales, había que irlo consensuando con el Parlamento, más preocupado por los temas éticos y de derechos humanos.

En los cinco meses que duró esta tarea viajé a Bruselas en 16 ocasiones, algunas veces con objetivos tan vitales como acabar de negociar el texto con el Parlamento, algo que conseguimos in extremis compartiendo un café con el responsable parlamentario eslovaco en lo que se llamó 'el pacto del Mickey Mouse' por ser el nombre del bar de dicha institución donde el texto de una frase atravesada quedó recogido a bolígrafo en un pequeño cuaderno que todavía conservo.

Por fin, el 19 de mayo del 2010, el Parlamento Europeo aprobaba clamorosamente con el 96,4% de síes y la sola oposición de los euroescépticos una directiva que fue la primera en sanidad desde la aprobación del Tratado de Lisboa en 2007 y la única en cualquier materia aprobada durante la presidencia española.

Todas las legislaciones europeas en este tema derivan de aquel texto, con buenas dosis del modelo español y que ha permitido la creación de un fructífero espacio europeo de trasplantes. Una vez más la ONT había cumplido.
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