En los tiempos actuales, todo lo que suene a avance tecnológico parece estar predestinado al éxito, a la entusiasta acogida de los que hoy vivimos pegados a un smartphone y no somos capaces de separarnos de nuestra tablet. Pero la fiebre tecnológica no puede nublarnos la razón, no todo lo que está basado en estos adelantos tiene que ser útil o eficiente.
Debemos conservar nuestro espíritu crítico científico, analizar las propuestas con rigor y valorar sus posibles resultados con la cautela necesaria.
Hace poco, la presidenta de la Junta de Andalucía proponía como una mejora importante en la accesibilidad, la implementación de un sistema de
videoconferencia para las consultas en Atención Primaria. Las reacciones no se han hecho esperar y, tal como decía en el párrafo anterior, la mayoría de los comentarios han sido favorables y elogiando el uso de los medios tecnológicos avanzados. Pero analicemos con tranquilidad lo que esto supone y no nos dejemos llevar por el entusiasmo irreflexivo.
Pensemos un poco, cuando hablamos con un amigo de cualquier tema banal y lo hacemos a través de video conferencia, ¿tardamos menos en contarle nuestras cosas? La respuesta es claramente negativa: “se tarda menos hablando en directo”. Aun cuando la conexión sea ultra rápida y no se caiga, existen algunos segundos de demora que incluso en el más sofisticado y caro de los sistemas, hace que a veces las alocuciones se superpongan y existan retrasos y dudas en la comunicación (Estamos hartos de verlo en las conexiones en directo de las televisiones).
La videoconferencia no acorta el tiempo de consulta.
Por otro lado, una video consulta no puede comenzar hasta que no finalice la anterior, hay que cerrar la conexión y establecer una nueva dando paso a otro paciente de la misma forma que se haría si el paciente estuviera en la sala de espera.
La videoconferencia no acorta el tiempo de espera.
El hecho de atender a pacientes a través de este medio podría suponer un aumento en el número de pacientes que solicitan una consulta ya que quedaría eliminada la incomodidad que para algunos supone salir de su casa. La videoconferencia puede aumentar la saturación de las agendas.
Entendemos también que en el contexto de una atención sanitaria de calidad, la exploración clínica es un pilar fundamental. La palpación, auscultación, exploración de reflejos, etc, son parte fundamental de una buena praxis y estas prácticas no son posibles en “modo virtual”.
La videoconferencia disminuye la calidad asistencial.
Uno de los problemas frecuentes con los que nos encontramos en los centros es la disputa para entrar antes en la consulta entre aquellos pacientes que están citados a la misma hora o similar. Nadie entiende que llevando en la sala de espera 30 o 40 minutos, llegue otro paciente y sea atendido antes. Cuando haya que alternar la atención presencial con la virtual esto puede ser aún más difícil de explicar.
La videoconferencia puede aumentar los conflictos en las salas de espera.
Y si se decide dedicar un horario específico a estas video consultas, esto irá en detrimento del tiempo dedicado a la asistencia presencial (el tiempo de trabajo del médico no es ilimitado). Claro que otra posibilidad sería que la video consulta se haga previa concertación de día y hora, y de esta forma las agendas presenciales y las virtuales se adaptarían. Esto podría hacer el sistema más eficiente pero en este caso:
La videoconferencia necesitaría igualmente de cita previa.
No podemos olvidar que afortunadamente en la actualidad los medios de transporte son muchos y las distancias se han acortado considerablemente. Sin embargo la mayoría de nuestros pacientes son de edad avanzada y con poco manejo de la tecnología. Algunos incluso carecen de terminales adecuados.
La videoconferencia no mejora la accesibilidad de los colectivos más necesitados.
En fin, podría continuar con el análisis y hacerlo más extenso y más técnico pero quizás esto deba dejarlo para otros foros o citar a los que estén interesados a una video conferencia interactiva. En cualquier caso, habrá algo que seguirá igual por mucha tecnología que incorporemos.
Se necesitan al menos 10 minutos por paciente para poder atenderlos y explorarlos correctamente. Todo lo demás es alimentar a las grandes empresas tecnológicas con escasos o nulos beneficios para el paciente.
No quiero terminar este artículo sin admitir que existen situaciones en las que este sistema es imprescindible. En Canadá, por ejemplo, donde la población es muy dispersa, con cientos de kilómetros hasta el punto asistencial más cercano y donde la nieve mantiene incomunicadas durante meses a miles de personas, un sistema de videoconsulta es imprescindible. Pero estamos en España, concretamente en Andalucía y
aquí no jugamos al curling.
Aunque pueda contener afirmaciones, datos o apuntes procedentes de instituciones o profesionales sanitarios, la información contenida en Redacción Médica está editada y elaborada por periodistas. Recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.