Opinión

Colegios profesionales y la revolución cognitiva


Óscar Castro Reino es presidente del Consejo General de Dentistas de España
Firmas

19 agosto 2018. 13.20H
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Afirma Yuval Noah Harari en su libro Sapiens. De animales a dioses que, desde que en los años remotos del lejano Paleolítico, favorecida por determinadas mutaciones genéticas, se produjo lo que el autor denomina 'revolución cognitiva', las sociedades humanas han experimentado un proceso continuo de sofisticación y complejidad en sus estructuras organizativas. Esta afinación de sus mecanismos de asociación les permitió sojuzgar, y a veces aniquilar, a otros homínidos coetáneos como fueron los neandertales o el Homo denisova.

¿Pero cuál fue la base sobre la que se construyó esa maquinaria todopoderosa que convirtió a nuestro antecesor en un rodillo evolutivo? El historiador israelí lo tiene claro: la ficción, la capacidad de crear relatos, símbolos, realidades mentales, y el impulso de cohesionarse en torno a ellas. Es decir, se produjo en un momento concreto de la historia la posibilidad mental de compartir ideas y valores, y en base a ello de generar un sentido de pertenencia grupal.

Si descendemos desde las alturas a las que nos hemos elevado para centrar el discurso, pero alzando la mirada para no perder de vista las claves expuestas, estamos en disposición de concluir que los colegios profesionales son el resultado de la evolución milenaria de aquel primer germen asociativo, al igual que lo son las congregaciones religiosas, las peñas de fútbol o los clubes de fans de un cantante famoso. Todos estos colectivos poseen ideas y creencias que los aglutinan. En el caso de los colegios de dentistas, uno de los valores entreverados en el día a día de sus miembros es la consecución y defensa de la dignidad profesional, entendida esta en su más amplio sentido.

El sector dental ha sufrido en los últimos años la proliferación de modelos asistenciales altamente dañinos

Pero señalábamos que el principio rector de las entidades sociales impone la transformación, siempre en aras de conseguir una mejor respuesta funcional. Así ha ocurrido con los colegios profesionales, aceptando el natural retardo reactivo a la hora de articular internamente mecanismos de respuesta operativa. La función crea el órgano, no al revés, nos recuerdan los científicos evolucionistas.

Pero aterricemos definitivamente en el nivel discursivo que interesa, pues los argumentos de la exposición aún revoloteaban a cierta altura. Entre esas funciones que explican y justifican la existencia de los colegios profesionales de dentistas -muchas de ellas comunes a las de los colegios profesionales de otros sectores- encontramos las de preservar los derechos de sus colegiados y velar por que los ciudadanos sean receptores de unos servicios de calidad y con las máximas garantías; facilitar los medios para promover la formación continuada entre sus componentes, suscribir acuerdos con diversas entidades para que los asociados sean beneficiarios de determinados servicios de interés; representar al colectivo ante las diferentes administraciones, así como coordinar acciones comunes e intercambiar información con las mismas… Estos y otros muchos cometidos están plasmados con detalle en los Estatutos y son de obligado cumplimiento.

Tras la lectura de esta enumeración considero que ninguna persona adecuadamente civilizada podría hacer objeción alguna a la afirmación de que los colegios profesionales -los de dentistas en nuestro caso- son de extrema utilidad. Recordemos que la segunda ley de la termodinámica sostiene que todo tiende al desorden, al aumento de la entropía. Si no existieran entidades rectoras volveríamos a aquel estadio anterior a la revolución cognitiva.

Sin embargo, sabemos con toda certeza que las estructuras legislativas laxas, lábiles o fácilmente eludibles, son las idóneas para el desenvolvimiento de especímenes -del género Homo, como nosotros, pero dotados de un gen destructor- que consiguen desarrollarse y medrar en medios de los que extraen recursos sin medida, sin importarles el daño que ocasionan a su paso. El sector dental ha sufrido en los últimos años la proliferación de modelos asistenciales altamente dañinos, y si no fuera por la labor de vigilancia y control que han ejercido los colegios de dentistas, las consecuencias habrían sido mucho más perjudiciales. 

El Consejo General de Dentistas, a su vez, comprende y representa al conjunto de colegios distribuidos por todo el territorio nacional. Al modo de un espejo ustorio, concentra y multiplica el efecto de sus acciones. El papel que desempeña el Consejo es clave ante la dispersión y heterogeneidad normativa que padecemos en el país. El modelo aplicado para transferir las competencias en materia de Sanidad permitió a las distintas comunidades autónomas regular libremente amplias parcelas del servicio odontológico de su región. Sin la mediación del Consejo, la profesión y las prestaciones bucodentales evolucionarían en buena medida erráticas en sus nichos ecológico-comunitarios,perdiendo gradualmente la uniformidad de la que deberían beneficiarse, en justicia, todos los ciudadanos del país. Su mirada cenital permite escudriñar qué ocurre en las distintas demarcaciones y proponer medidas correctoras ante determinados desequilibrios.

El Consejo General de Dentistas de España es el perfecto aliado de todas las administraciones para ganar esta guerra

A pesar de haber sido combatidas con denuedo desde el Consejo con la ayuda de todos los colegios, ciertas empresas de prestación de servicios odontológicos se han propagado ampliamente en España durante los últimos años ocasionando una grave devastación entre la ciudadanía. El mosaico legislativo nacional, la ausencia de un control riguroso por parte de las autoridades competentes y la carencia de normas mucho más precisas que den respuesta a la aparición de estos organismos nocivos (cumplimiento de la Ley de Sociedades Profesionales, regulación de la publicidad, prohibición de determinadas fórmulas para financiar los tratamientos…) han conformado un ecosistema idóneo para suproliferación. Sin la intervención de la institución colegial tendríamos que hablar ahora de una verdadera pandemia.

Sun Tzu en su tratado El Arte de la Guerra (siglos VI y V a.C.) sostuvo que “el supremo conocimiento en el arte de la guerra es combatir los planes del enemigo”, y también que “… los que son expertos en el arte de la guerra someten al enemigo sin combatir”. Un adecuado marco legislativo -implantado y observado estrictamente en todas las comunidades autónomas- sumado a un endurecimiento de las sanciones para quien lo vulnere, constituiría una pantalla de contención mucho más eficaz,y con menos daños sobrevenidos, que la batalla que se ha de librar cuando el mal está hecho y el enemigo se encuentra bien establecido. El Consejo General de Dentistas de España es el perfecto aliado de todas las administraciones para ganar esta guerra. 
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