Tengo el privilegio de poder compaginar actividad
clínico-asistencial con
actividad docente en el ámbito de la
bioética. Y aunque paso una enorme cantidad de tiempo intentando explicar (generar experiencias dirían en innovación), eso del
cambio de paradigma en medicina, el paso del paternalismo milenario al modelo basado en el respeto a las personas, la toma de decisiones compartida, la información…no puedo dejar de tener la sensación de que la aplicación de todo ello en la práctica diaria habitual supone para los profesionales convencidos todo un reto constante, continua y nada fácil.
Peter Ubel, en su libro Critical Decisions comenta que se nos ha explicado a los
profesionales sanitarios sobre bioética, se nos ha enseñado qué debemos hacer (
informar bien al paciente, la obligación de solicitar el consentimiento, valorar la competencia, involucrar a los pacientes en la
toma de decisiones compartidas…) pero nadie nos enseña cómo debemos hacerlo. Los profesionales sanitarios (y muchas veces los pacientes) nos encontramos a menudo
lost in traslation.
A veces tengo esta sensación de que hay un
gap, un abismo, entre el “qué” y el “cómo” en bioética, del desarrollo de la
bioética teórica-académica y la aplicación en la
práctica clínica habitual. El cuerpo teórico sobre qué debe realizarse en bioética es abundante, está muy bien fundamentado y profundizado, pero cuándo va a aplicarse a la práctica diaria colisiona con la realidad.
"La incorporación de la bioética puede vivirse como una pátina superficial; como una imposición o molestia; o como un proceso transformador que permite reactualizar nuestra profesión a las necesidades y retos que comporta el siglo XXI"
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Es cierto que la emergencia de la bioética y del nuevo modelo ha llegado, ha supuesto (o debería suponer) una revolución en la práctica sanitaria habitual. Venimos de un
modelo hipocrático milenario en que los médicos han decidido por y para los pacientes, y esta tradición cuesta de cambiar. Y
todos los cambios suponen un esfuerzo (un esfuerzo más en un mundo sanitario muy sobrecargado).
La incorporación de la bioética puede vivirse como una pátina superficial, realizando cambios epidérmicos y consentimientos desinformados (eso sí todos bien firmados y con páginas kilométricas de posibles
efectos secundarios), puede vivirse como una imposición o molestia que representa una carga adicional al duro quehacer de la consulta diaria (y, ¿ahora debo informar de todo a todos?), o puede vivirse realmente como un proceso transformador que permite reactualizar nuestra profesión a las necesidades y retos que comporta el siglo XXI.
Los cambios superficiales son los más sencillos, programas concretos, con indicadores de calidad, y banderas en los tejados, como ya los relataba
Eric Cassell: “
En la actualidad, la naturaleza de la persona tiene un efecto muy importante en el origen, el diagnóstico, el progreso, el tratamiento y las consecuencias de una enfermedad. Los pacientes también se han convertido en personas. La aparición de la bioética como fuerza en la medicina y su énfasis en el respeto a la persona y a la autonomía desempeñaron un papel importante en estos cambios.
De modo que, en estos momentos, la bandera de la medicina centrada en la persona ondea sobre el tejado de la mayoría de las facultades de medicina y de los hospitales estadounidenses, pero la medicina que se practica en sus plantas sigue estando centrada en la enfermedad”. (
La persona como sujeto de la medicina, Eric Cassell).
La bioética trae consigo un nuevo modelo, mucho
más allá de la atención centrada en la persona sino fundamentada en el respeto a la persona y al ritmo de la persona, y todo nuevo modelo implica importantes cambios.
No hay nuevos modelos sin nuevos conocimientos, nuevas habilidades y actitudes y sin recursos asociados. No podemos pretender cambiar sin que nada cambie.
Conocimientos, habilidades, actitudes y recursos (tiempo) son básicos. No podemos partir del supuesto de que debemos informar bien a la persona, sin tener habilidades comunicativas ni actitud empática. No podemos saber valorar la competencia de una persona, elemento clave para su incorporación en la toma de decisiones de forma autónoma, sin conocer cómo realizarlo. Y ese conocimiento y habilidades son también susceptibles de ser aprendido.
Peter Uberl, en
Critical Decisions: “
cuando los médicos gobernaban, desde arriba en sus pedestales paternalistas, no se preocuparon por si sus pacientes entendían su situación médica. Bajados de este pedestal, los médicos ya no saben dónde pararse. Están intentando un equilibrio entre dar demasiada información a los pacientes o muy poca, entre decirles a los pacientes qué hacer y dejarlos a su elección… Desafortunadamente, la revolución se ha desarrollado a un ritmo que excede las habilidades del médico y del paciente para mantenerse al día. En el mundo de la medicina postpaternalista, una buena decisión dependerá menos de resolver dilemas morales, que de conseguir lograr que los médicos y los pacientes conversen entre sí, haciendo un esfuerzo para tener una mejor idea de lo que la persona que está en el otro lado del estetoscopio está pensando y sintiendo”.
Es imprescindible ser capaces de desarrollar una
praxis bioética, que nazca de la experiencia real de enfermar y de curar y cuidar enfermos, para poder ir cerrando el abismo entre teoría y práctica, y sobre todo para poder implementar en la realidad una atención de calidad con calidez.
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