En estos días parece que el mundo se ha puesto del revés y asistimos, atónitos, a
una pandemia que está poniendo a prueba a la humanidad. Digo a la humanidad porque no son pocos los países que se están enfrentando o se han enfrentado al virus.
Estos días nos recuerdan nuestra vulnerabilidad a todas horas,
nuestra mortalidad y lo pequeños que somos frente a una naturaleza que, una vez más, consigue ponernos en nuestro sitio.
En estos días, en los que todo ha parado cuando pensábamos que nadie podía parar y, sin embargo, lo hemos hecho, quizás es hora de que nos demos cuenta de que
hay cosas que tenemos que cambiar.
El problema al que hacemos frente con la
pandemia por Covid-19 no es de un país, ni de una comunidad. Se trata de un problema global y si queremos que acabe lo antes posible, hay que atajarlo desde una perspectiva global. Nos enfrentamos, como ocurrió hace 100 años con la mal llamada gripe española, a una pandemia frente a la cual la humanidad no tiene inmunidad.
Hace un siglo, pasaron dos largos años hasta que la pandemia desapareció porque, mientras exista un foco en algún lugar del planeta, siempre corres el riesgo de que se
reactive y las fronteras, por nuestra actual forma de vida, no se pueden mantener eternamente cerradas.
Soluciones a largo plazo ante el coronavirus
Quizás es hora de dejar de escuchar soluciones a corto plazo que no solucionan el problema real
, sino que solo lo arreglan parcialmente por un tiempo determinado, en un lugar concreto.
Es cierto que ningún
sistema sanitario del mundo está preparado para una situación de tal magnitud, pero también es verdad que no todos lo estamos viviendo de igual manera. Mientras que algunos países están colapsados con pocos casos confirmados, otros sistemas sanitarios no han colapsado con muchos más casos.
Finalmente, sí que importan el
número de camas hospitalarias con las que cuente un país y la inversión en Sanidad, mucho
La sanidad española ha visto reducir sus recursos año tras año, según destaca Campillo
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más cuando estalla una emergencia sanitaria internacional de este tipo. Dependiendo de estos parámetros se puede responder de un modo u otro a la crisis.
Tampoco es lo mismo el número de camas disponibles en las UCI o el número de profesionales sanitarios en activo, en especial los médicos,
deficitarios por definición.
En España,
la inversión en Sanidad se ha ido reduciendo año tras año, gobierno tras gobierno, de izquierda y de derecha. La Sanidad no ha sido una prioridad para ninguno de ellos.
En nuestro país, sin ir más lejos, el sistema de salud trabaja por encima de su capacidad durante todo el año, sostenido gracias al esfuerzo de los profesionales.
Sin embargo, cuando aún
no tenemos una salida real de esta crisis y nadie sabe realmente cuándo acabará, las autoridades sanitarias siguen poniendo parche tras parche, sin que nadie haga nada para acabar con la aplastante verdad de que los presupuestos en Sanidad tienen que aumentar y las plantillas tienen que crecer para no vivir con la angustia que se está sufriendo en esta crisis, sobre todo en las comunidades autónomas en las que el sistema no ha podido absorber la demanda o ha estado a punto de colapsar.
Necesitamos que la Sanidad no sea un proyecto cualquiera de un partido político, sino
un plan común de todos. Todos se tienen que comprometer a no seguir recortando en recursos, sino todo lo contrario: invertir en camas, en medios, en profesionales…
La protección de la salud de los ciudadanos no es parte de una ideología, sino un derecho constitucional. Y mantenerlo requiere de un pacto por la Sanidad con carácter urgente.
La
Sanidad debe estar siempre desligada de cualquier interés político, porque la salud no mejora o empeora según las ideas.
Es tiempo de cambios urgentes y necesarios, ya que hasta ahora el problema no ha cesado y
seguimos con la pandemia.
Aumento de la solidaridad ante el Covid-19
Además, es necesario que nos demos cuenta de que la solidaridad es más necesaria que nunca. No podemos atender de forma distinta según el lugar en el que atendamos. Mal saldríamos de esta crisis si pensáramos que solo importa lo que nos pueda ocurrir a nosotros en nuestro círculo más cercano y no lo que le pueda ocurrir a los demás. Si queremos salir reforzados de esta emergencia mundial, nuestros vecinos también tienen que hacerlo. Como he dicho antes, no podremos aislarnos siempre y
permanecer con las fronteras cerradas.
Hay países que, por su PIB, van a tener que superar
muchas dificultades para solventar la crisis. El resto de países tendrán que ayudarles.
Es tiempo de cambios y de que dejemos de pensar solo en el terruño, en el pueblo, en la ciudad. Mientras no se controle en todos lados, no habrá acabado definitivamente.
Es tiempo de que
los gobiernos empiecen a escuchar a los que nos dedicamos a curar a la gente. Si no nos tienen en cuenta, seguirán cometiendo errores como se ha ido haciendo hasta ahora, desde los criterios tan rígidos en los meses de enero y febrero, en los que impedían los test a los pacientes con sospecha de Covid-19, hasta la falta de equipos de protección o de respiradores y camas que también hemos vivido.
Los médicos no somos héroes. Somos profesionales. Al igual que ingeniero sabe de obras y conoce lo que necesita para hacerlas,
los sanitarios sabemos de Sanidad, de curar a la gente y lo que necesitamos para poder hacerlo. También conocemos que las indecisiones y las tardanzas cuestan vidas. Lo digo con mayúsculas: Vidas, profesionales contagiados y médicos fallecidos.
Es tiempo de que, además,
se deje de pensar que los profesionales sanitarios son pañuelos desechables de usar y tirar. Son personas vocacionales, pero también con familia e hipotecas, que deben de ser adecuadamente tratadas si queremos mantener un número suficiente de profesionales para mantener la salud de nuestro país en perfectas condiciones.
Es tiempo de acabar con la
precariedad y con la inestabilidad. Los cambios continuos no son buenos en algo tan delicado como la atención a los pacientes.
Este año
se van a necesitar muchos profesionales sanitarios, muchos médicos para paliar la crisis y la poscrisis y, para ello, tendremos que hacer algo más que contratos de 3 meses. No esperemos a tener el bosque ardiendo para apagar el
Hay que dejar de pensar que "los profesionales sanitarios son pañuelos desechables"
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fuego.
La
Medicina es una profesión vocacional pero los profesionales estén cada día más desencantados del mal trato que reciben laboralmente, de los sueldos recortados desde hace años, de que no se reconozca el contagio de Covid-19 como enfermedad profesional.
Todos sabemos que son momentos difíciles. Para superarlos,
los políticos tienen que asumir sus errores y no seguir reiterándolos.
Es tiempo de cambiar el concepto del sanitario como algo que sale caro y poco rentable y de que nuestros dirigentes empiecen a valorar el potencial humano y vocacional que está sacando al país de una de las peores crisis vividas en los últimos años.
Como dice un viejo cuento, había una vez un niño que fue con su padre al circo y vio a un enorme elefante atado a una cuerda muy pequeña. El niño le preguntó a su papá que cómo era posible que el animal no se escapara y su papá le dijo que, cuando era pequeño, tiró y tiró. Como no lo consiguió, jamás volvió a intentarlo. Es tiempo de cambios.
Aunque pueda contener afirmaciones, datos o apuntes procedentes de instituciones o profesionales sanitarios, la información contenida en Redacción Médica está editada y elaborada por periodistas. Recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.