Opinión

Frente al maltrato laboral y profesional, unión y rebeldía


Manuel Cascos, presidente del Sindicato de Enfermería, SATSE
Sanidad, presente y futuro

21 abril 2022. 10.30H
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Su labor es clave”, “se han dejado la piel durante la pandemia” o “les debemos todo y debemos darles todo”” son algunas de las frases escuchadas al presidente del Gobierno que, al igual que otros responsables públicos y políticos, no dejó de expresar palabras de apoyo y reconocimiento hacia las enfermeras y enfermeros durante la reciente, y aún no finalizada, crisis sanitaria del Covid-19.

Para algunos, hablar de la pandemia ya no “está de moda” y, mucho menos, de la situación de la sanidad y sus profesionales que no hace tanto les importaba y, según decían, mucho. Una ¿indudable? preocupación que a unos y otros, responsables públicos y políticos, los llevó a prometer todo tipo de medidas y mejoras, a cuál más grandilocuente y esperanzadora, como si fuesen “comerciantes en tiempos de rebajas”.

Más gasto, más recursos, más medios, mejor coordinación, mayor previsión y prevención… compromisos que protagonizaron cientos de titulares de prensa y que, después de escasos meses y sin que la pandemia nos haya abandonado, se han convertido en ecos de un pasado que a unos y a otros les interesa e importa poco, por no decir nada.

"Profesionales sanitarios en precario con una enorme sobrecarga y tensión asistencial motivada por un déficit estructural y crónico de plantillas"


Un claro ejemplo es que el maltrato profesional y laboral que ya sufrían antes de la crisis sanitaria del Covid-19 las más de 300.000 enfermeras y enfermeros de nuestro país se mantiene e, incluso, se ha agudizado entre un colectivo exhausto física, psicológica y emocionalmente después de dos años de lucha contra un virus mortal.

Enfermeras y enfermeros que siguen trabajando las 24 horas durante todos los días del año, incluidas las noches, festivos y fines de semana, en unas condiciones laborales extremadamente difíciles y penosas que conllevan graves riesgos para su salud y seguridad, además de muchas patologías asociadas, y con un reconocimiento retributivo que dista mucho del de sus compañeros y compañeras de otros países.

Profesionales sanitarios en precario con una enorme sobrecarga y tensión asistencial motivada por un déficit estructural y crónico de plantillas que les obliga a prestar su atención y cuidados a hasta 25 personas en un hospital o hasta 2.500 personas en un centro de salud a lo largo de una trayectoria laboral de más de 45 años sin la posibilidad de jubilarse de manera anticipada sin merma retributiva.

Discriminados también en su clasificación profesional, al estar incluidos en el subgrupo A2 que les limita a la hora de avanzar profesionalmente, o en lo que respecta a su carrera profesional, la jornada laboral (aún de 37,5 horas en muchas comunidades autónomas) y en el ‘solape de jornada’, y a los que tampoco se les posibilita apenas trabajar en otros ámbitos muy necesarios, como son los centros educativos.

Profesionales que “nos cuidan, nos acompañan y con una labor fundamental”, según decía también Meritxell Batet, la presidenta de un Parlamento en el que, de manera incomprensible, lleva más de dos años y cinco meses esperando su aprobación la Ley de Seguridad del Paciente para poder garantizar una ratio adecuada y segura de pacientes por cada enfermera y enfermero.

Lista de agravios a la Enfermería


La listas de agravios y perjuicios es muy larga. Casi tanto como la de compromisos de mejora acordados por los partidos políticos en la Comisión de Reconstrucción del Parlamento que sigue sin haber traspasado el bonito papel en el que se recogieron para hacerse realidad en el conjunto de nuestro sistema sanitario.

Mostraba hace días su impresión el actor Antonio Resines de que “mucha gente que toma las decisiones no ha estado enferma nunca o tiene sanidad privada”. Sea como fuere, las enfermeras, enfermeros y fisioterapeutas tenemos claro que, ante el maltrato laboral y profesional, solo queda una opción. La rebeldía, el inconformismo y la defensa de lo que necesita nuestra sanidad y sus profesionales, porque esa es la única forma de lograr los cambios que permitan atender bien, y con todas las garantías, a más de 47 millones de personas.

Con este objetivo no estamos movilizando en todo el Estado desde el pasado año y seguiremos haciéndolo en los próximos meses exigiendo soluciones a unos y otros, responsables públicos y políticos, a los que no permitiremos que se olviden, por mucho que así lo deseen, de que una buena sanidad pública es la única garantía de tener salud, bienestar y riqueza en cualquier sociedad.
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