Decía René Descartes que "la matemática es la ciencia del orden y la medida, de bellas cadenas de razonamientos, todos sencillos y fáciles." C
iencia, orden, medida, sencillo y fácil. Nada parecido a cómo se mide el impacto de la Covid-19 en el sistema sanitario. O más bien, cómo la medida del impacto se circunscribe a un modelo sencillo y fácil. Solo “mide” el impacto en los hospitales. Dos sencillos datos, la ocupación de camas de agudos y de UCI. Lo demás no importa.
La Covid-19 ha impactado de lleno en el sistema sanitario, en todo el sistema. Ha tensionado tanto las estructuras que han reventado, han roto y puesto en evidencia la debilidad del mismo. Esta pandemia nos ha llevado a una severa crisis general, la económica ha sido muy importante, la social de dimensiones desconocidas, la sanitaria la más importante en los últimos 100 años.
Se tomaron y se toman decisiones 'sanitarias' basadas en medidas no del todo correctas. Medidas sobre salud pública, basadas resultados de medidas sobre la ocupación hospitalaria. Medidas sobre Atención Primaria basadas en los datos y necesidades hospitalarias.
La única unidad de medida ha sido y sigue siendo la de la ocupación hospitalaria. Una unidad de medida importante, pero no necesariamente la mejor y, sobre todo, la única.
El sistema sanitario debe funcionar y se debe evaluar en función de la triada clásica,
'estructura, procesos y resultados'. La estructura se puede definir como el
conjunto de recursos con los que se cumplen los objetivos de la organización, en este caso el Sistema de Salud. Personal, instalaciones físicas, equipamientos, etc. Dividida en diferentes niveles y con “estructuras diferentes”, pero todas ellas imprescindibles. Salud Pública, Atención Primaria, Urgencia Extrahospitalaria y Hospitales.
El proceso es la relación entre los profesionales y los pacientes, entre los propios profesionales, una relación en la que se emplean los recursos disponibles. Es el
'interior del sistema', la relación médico paciente, el proceso de “prevención”, el acto clínico que concluye con un diagnóstico y su posible tratamiento. El proceso de atención a la urgencia, su resolución o su estabilización y traslado. Proceso es todo el entramado clínico asistencial y de cuidados.
El resultado es también muy variado. Para Salud Pública puede ser, por ejemplo, una detección precoz y resolución de una toxiinfección alimentaria, la identificación del origen de una infección por legionella, la detección temprana de una epidemia atípica, una intoxicación o el puntual seguimiento de la gripe estacional.
Lo mejor de una buena Salud Pública es que exista y trabaje; que no la veamos, pero la sintamos presente.
Para la Atención Primaria el resultado esperado es la mejora del estado de salud general de la población, la detección precoz de enfermedades crónicas prevalentes, la resolución rápida y eficaz de la patología aguda, la atención domiciliaria de los pacientes inmovilizados y terminales, una buena educación para la salud, la mínima e imprescindible burocracia relacionada con las diferentes situaciones.
En el caso de la urgencia extrahospitalaria, el resultado es la rápida y eficaz respuesta a las urgencias reales o sentidas por la población. La mejora de los tiempos de respuesta en las emergencias, la menor morbimortalidad asociada a patología emergente, la tasa de recuperación de PCR, etc.
Lo de los hospitales también parece claro. Número de altas, cirugías, exploraciones complementarias, ingresos, consultas externas, informes, etc. Mortalidad, tasa de infección intrahospitalaria, estancia media, ocupación, % de urgencias atendidas no ingresadas, peso medio al alta, etc.
Muchos indicadores que los gestores conocen bien.
Y, ¿todo esto a que viene? se preguntará algún lector. Pues ahora lo explico. Resulta que en la mayor crisis sanitaria que hemos vivido en los últimos 100 años, la pandemia de la Covid-19, los diferentes Gobiernos, el central y los Autonómicos, los responsables de la Salud Pública, han tomado decisiones importantes en base a la
medida de un único dato, el índice de ocupación hospitalaria, la ocupación de camas de agudos y de UCI por pacientes afectados por la Covid-19.
Da igual si Salud Pública no tiene medios, no puede hacer un rastreo y seguimiento de casos,
lo importante es la ocupación hospitalaria.
Da lo mismo si la Atención Primaria está desbordada, con pacientes esperando días o semanas para ser atendidos, con los pacientes crónicos sin seguimiento adecuado, si hay pacientes en domicilio esperando una visita, si la urgencia es atendida de forma adecuada, solo importa el “circuito Covid” y dar salida a toda la “burocracia” que se genera. Da lo mismo ver 8 que 80, da lo mismo cómo se vea al paciente y el tiempo que se dedica, no importa la calidad asistencial, solo generar números altos de todo. Da lo mismo si el profesional está al límite, si tiene que tomar medicación para poder resistir la consulta, da lo mismo si enferma o tiene que cubrir infinitas ausencias de compañeros. Lo importante no es eso,
lo importante es la ocupación hospitalaria.
Da lo mismo que la urgencia extrahospitalaria esté desbordada, que no pueda llegar a atender en el tiempo adecuado a los pacientes, que los SUAP (servicios de urgencia de atención primaria) estén cerrados más de un año, que las UVIs móviles no tengan médico,
lo importante es la ocupación hospitalaria.
Y qué decir de las urgencias hospitalarias. Lo que allí ocurra no es lo más importante del hospital. Que dupliquen o tripliquen el número de pacientes atendidos, que la observación esté desbordada, que tenga decenas de pacientes pendientes de ingreso, eso es su problema.
Lo importante es que la ocupación del hospital no aumente.
La unidad de medida mágica es la tasa de ocupación. En base a ella se decide si se restringe movilidad, si se confinan territorios, si se abre o cierra el ocio nocturno, las terrazas o la hostelería, si que quita o se pone la mascarilla en exteriores, se abre el turismo o no, etc. Se ha logrado que todos sepan que es la ocupación hospitalaria, la importancia que tiene. Lo que nadie se imagina es que esta unidad de medida es una de las muchas que hay que valorar y, además, que está artefactada por la contabilización de camas creadas en espacios sin los requisitos necesarios, la utilización como camas de UCI de las que no lo son, etc.
Finalizo repitiendo eso de “estructura, proceso y resultados”, algo que debe ir unido, que forma parte de un todo y que en la Covid-19 se ha olvidado,
sólo se atiende al resultado y no al total, solo al que indica la “tasa de ocupación hospitalaria”. Si ya vivíamos en un Sistema de Salud manifiestamente “hospitalocentrista”, la pandemia lo ha acrecentado aún más. Y soy un ferviente admirador de lo que se hace en los hospitales, me ha gustado la gestión hospitalaria, incluso me dediqué a ello un tiempo.
Pero
hay vida fuera del hospital; Salud Pública, Atención Primaria y Urgencia son básicas, fundamentales para el mantenimiento del sistema sanitario, si funcionan bien, el Hospital aún deslumbrará más, quedará para atender lo que más llama la atención de los pacientes, la patología compleja, la que necesita de alta tecnología, las cirugías de relumbrón, los diagnósticos imposibles, las enfermedades raras, en definitiva, para resolver ese 10% de las necesidades que no puede solucionar el resto del Sistema Sanitario.
El sistema sanitario es un todo, no hay una parte más importante que otra, si funciona bien o mal depende de que todos los niveles lo hagan de forma adecuada, la interdependencia es total.
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