Inicio este artículo con esta frase de Richard Feynman: “El verdadero problema de empresa pública como contraposición a empresa privada suele discutirse sobre bases demasiado abstractas y filosóficas. Teóricamente, la planificación puede ser buena. Pero
nadie ha averiguado jamás la causa de la estupidez gubernamental, y hasta que se consiga (y se descubra el remedio), todos los planes ideales caerán en arenas movedizas”. Ahí lo dejo, sin entrar en más comentarios.
Este año 2022 el proceso de elección de plaza para la especialización médica, para entendernos mejor, hacer el MIR, nos ha dado alguna sorpresa que, no por ser esperada, deja de ser sorprendente. Finalizado el procedimiento de elección, algunos se llevan las manos a la cabeza cuando ven y son conscientes del desastre que veníamos intuyendo,
¡quedan 200 vacantes para hacer la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria!, además de alguna de Medicina del Trabajo, Preventiva y Salud Pública y Microbiología. Especialmente llamativo lo de las 200 de Medicina Familiar y Comunitaria.
Deterioro paulatino de la Atención Primaria
Realmente,
no es de extrañar lo que ha sucedido. Sencillamente, es el capítulo final de un desastre que se veía venir. La conclusión lógica de un proceso de deterioro paulatino, de la falta de apoyo e interés de los responsables sanitarios, de una falta evidente de planificación. La especialidad médica más numerosa, la que requiere de más especialistas, la base de cualquier modelo serio de Sistema de Salud, lo que hace posible que el Sistema se mantenga, no cubre la oferta de plazas realizada. Vamos con un sencillo análisis y propuesta de solución.
No quiero otra cosa que generar debate, incluso polémica y que los “gurús” de la especialidad entren a posicionarse, que se dejen los despachos y los sesudos trabajos e informes y nos pongamos a planificar y dar soluciones.
Empecemos por lo más básico.
En España, para ejercer como médico en el Sistema Sanitario Público es necesario hacer una especialidad, o lo que es lo mismo, acreditar después de la licenciatura/grado, un periodo de formación específico de entre 4 y 5 años, dependiendo de las diferentes especialidades. Esto es la Formación Sanitaria Especializada,
un “requisito” para el ejercicio público, no un “mérito”. No entiendo que solo sea preciso para el ejercicio público, pero esto podría ser objeto de otro debate.
Recordemos la historia. Desde la creación de la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria, allá por el año 1978
(Real Decreto 3303/1978, de 29 de diciembre, de regulación de la medicina de familia y comunitaria como especialidad de la profesión médica), y con el periodo de transición que reconoce a los licenciados antes de 1995 la posibilidad de ejercer esta especialidad sin el correspondiente periodo de residencia, es
obligado tener la especialidad para ejercer como especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, como lo es para cualquier otra especialidad.
"No hay apenas coordinación y el necesario equilibrio entre la producción de egresados de las facultades y plazas de especialización"
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Por tanto, aquí tenemos una clave que es fundamental entender. La medicina, en cualquier caso, para su ejercicio en el Sistema Sanitario Público, claramente casi exclusivo, requiere de un periodo de especialización que nos conduce a una realidad que se debe entender si queremos abordar de forma correcta la planificación adecuada de su ejercicio:
los estudios de medicina no son 6 años, son 10 u 11, dependiendo de las especialidades.
Hasta ahora, la planificación de las facultades, los estudios, los créditos, etc., se hacen en función de esos primeros 6 años de formación común para la obtención de la licenciatura/grado. Se deciden las facultades que se crean, el número de plazas ofertadas y aquí se termina. Lo que venga después, se escapa de las competencias de las Universidades, pasa a ser asunto de Sanidad y su oferta de formación especializada. Y parece que
no hay apenas coordinación y el necesario equilibrio entre la producción de egresados de las facultades y plazas de especialización.
Es necesario garantizar el equilibrio entre la formación de nuevos profesionales y las necesidades del Sistema Sanitario; es necesario tener una planificación a medio y largo plazo; es necesario conocer la demografía de los médicos, cuantos hay y en que plazos de tiempo alcanzarán la edad de salida del sistema, garantizar el relevo generacional. ¿Todo esto está asegurado? Entiendo que no.
Si somos capaces de establecer las necesidades de los diferentes especialistas a 10, 15 o 20 años, seremos capaces de poner las condiciones para que dispongamos de ellos. Para ello debe haber interés, algo que, por desgracia, creo que no es real.
Por tanto y, en primer lugar, hay que garantizar que la formación especializada debe ser parte del “currículum formativo” del que inicia los estudios de Medicina,
debe garantizarse que todo el que quiera tenga acceso a esos 4 o 5 años de especialización. Dónde, cómo se accede, en que condiciones, etc., es otro debate. Lo primero es que se adecúen las plazas de las facultades a las necesidades,
que se garantice la “finalización de los estudios con la correspondiente especialidad”, que no quede nadie sin esta posibilidad. Eso no quita que quien quiera terminar sus estudios con los 6 años, que quiera dedicarse a algo diferente a lo que es la medicina asistencial, lo haga. Serán los menos, todos sabemos que los que estudiamos medicina es porque queremos ser médicos en su practica totalidad (ya se que también hay otras salidas, pero son las menos).
Incentivar la Medicina de Familia
Y superado esto, algo que ya sabemos no está solucionado, pasemos a otro asunto importante para la Medicina de Familia. O se incentiva esta especialidad, se la prestigia (por parte de los dirigentes/gestores/políticos, los pacientes ya lo hacen), se garantiza un ejercicio adecuado, agendas de trabajo correctas, se da tiempo para hacer una medicina de calidad y no de cantidad, se mejoran los horarios y las retribuciones, o este abandono de la especialidad por parte de muchos de los especialistas que huyen hacia el ejercicio privado, las urgencias y, no digo ya fuera de España, dónde todo esto se respeta, o estamos encaminados hacia el final de lo que ha sido el intento de hacer una especialidad importante y base del Sistema Sanitario.
Salvemos la Atención Primaria, salvemos la Medicina de Familia.
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