Decía
Oscar Wilde que “lo único capaz de consolar a un hombre por las estupideces que hace, es el orgullo que le proporciona hacerlas”. Hoy digo que me siento plenamente identificado con esta frase.
Posiblemente estamos ante una estupidez, pero me siento muy orgulloso de ello. Y me explico.
Soy médico
especialista en Medicina de Familia y Comunitaria jubilado. Y me siento orgulloso de ello. Me siento orgulloso de haber contribuido al
tránsito de aquella Medicina de cupo de los inicios de mi carrera profesional hacia la Medicina basada en los Equipos de Atención Primaria (EAP). Unos equipos en los que el trabajo de diferentes profesionales y sus respectivas responsabilidades, tenían como objeto lograr no solo hacer frente a la enfermedad, también hacer prevención y educación para la salud.
Aún recuerdo el gran trabajo y la tremenda ilusión de abrir un nuevo centro de salud, constituir un EAP, ir por los pueblos de la Zona Básica historiando a la población, haciendo esas historias de toda la vida, carpeta rosa y carpeta azul, esas fichas de morbilidad, con sus códigos de colores, las fichas de edad y sexo, el libro de mortalidad, etc. ¿Lo recordáis los más veteranos? A que sí.
Tiempos de ilusión, tiempos de esperanza, tiempos para el recuerdo.
En aquellos momentos,
pasábamos de hacer una Medicina arcaica, una “atención primitiva”, no atención primaria, a hacer una Medicina moderna y basada en un modelo en el que la base del sistema se sustentaba en una nueva e ilusionante especialidad, la de Medicina Familiar y Comunitaria. Un modelo en el que médicos, pediatras, enfermería, matronas, odontólogos, algunos fisioterapeutas, trabajadores sociales y, al menos en lo que fue mi área, algunos ginecólogos, trabajaban juntos por y para los pacientes.
"Pasábamos de hacer una Medicina arcaica, una 'atención primitiva', no atención primaria, a hacer una Medicina moderna"
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Todo aquello, sin llegar a su pleno desarrollo, sin haber podido demostrar que era el mejor modelo, sin planificación y no sé si hasta
puede que, por intereses políticos no confesados, se dejó morir. Volvíamos poco a poco, de forma clara y evidente hacia atrás, se seguía hablando de EAP, de Centros de Salud, de zonas básicas, de programa del niño sano, de longitudinalidad, de citas a demanda, programadas, domiciliarias, etc., pero todo era una pura mentira.
Hemos vuelto al más clásico de los modelos de cupo.
Agendas sin límite, donde cabe todo, se citan los que lo necesitan, también los que dicen eso de “vengo sin cita, pero…”, el “vengo de urgencias”, “necesito una baja”, “vengo por recetas”, “es que el especialista me ha dicho…”,
todo un variopinto mundo de motivos de consulta que nadie filtra, que nadie “tría” que dirían ahora, al que nadie se atreve a poner límite.
Así hemos llegado a hoy en día.
Los pacientes exigen sin ningún límite, las “autoridades sanitarias”, los gestores, los políticos, no ponen límites. Las agendas son ilimitadas, se citan a varios pacientes a la misma hora, da lo mismo si el médico debe ver a 60, 70 u 80 pacientes, o como decía el clásico chascarrillo: “yo no veo pacientes, los pacientes me han visto a mí”, y añado, ahora cada vez menos, una pantalla se interpone entre nosotros. Esto ya no es Medicina, esto vuelve a ser algo parecido a un modelo de clasificación rápido de pacientes y derivaciones a otras especialidades o sacar adelante la inmensa burocracia que nos aplasta.
Llegado a este momento,
muchos médicos dicen basta, alzan la voz, se sienten maltratados, sienten cómo la administración les abandona y pone como parapeto para que a los gobernantes no les aplaste este problema. En varias comunidades autónomas, diferentes Servicios de Salud, con gobiernos de colores diferentes, los médicos se levantan ante unas condiciones de ejercicio y maltrato sistemático que son transversales, que no diferencian entre ideologías, da igual rojos que azules, nacionalistas o independentistas, en todos lo sitios tenemos el mismo problema.
Ahora voy a lo que conozco mejor, Madrid y el Sermas. Los compañeros, si compañeros, sigo siendo médico y me siento uno de ellos, se levantan, gritan basta ya, queremos respeto y unas condiciones de trabajo dignas, queremos tiempo para ver a los pacientes como se merecen y como merecemos,
queremos ser especialistas en Medicina de Familia y Pediatras, no queremos ser médicos de cupo, con todo el respeto a los compañeros que tuvieron que serlo porque era el modelo.
"Queremos ser especialistas en Medicina de Familia y Pediatras, no queremos ser médicos de cupo"
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Se convocan huelgas, primero la de los médicos de los SAR y antiguos SUAP, resuelta parcialmente y en vías de una solución definitiva, que, a pesar de la intransigencia y tozudez de la administración, llegará.
Después la de los Médicos de Familia y Pediatras. Una huelga que tras ver lo sucedido en su primer día me ha devuelto el orgullo de ser médico, ver ese seguimiento masivo, esa concentración ante la “sede del mal”, ese edificio en el que se encuentra la gerencia de Atención Primaria y sus muchos, excesivos, “compañeros” médicos que no solo apoyan, es que son quienes diseñan todo este mal y caos que tenemos. Ya digo,
esto me ha reconfortado, me ha hecho creer que hay posibilidad de cambiar esto, que los médicos han reaccionado y por ello seremos capaces de revertir la situación y hacer posible que la ilusión de ser Médico de Familia o Pediatra de Atención Primaria vuelva a levantar y prestigiar lo que siempre ha sido la base del sistema. Gracias a todos, no puedo estar con vosotros ahora por estar jubilado, pero estoy a vuestro lado apoyando en redes sociales, animando, acompañando.
Volviendo al principio, estoy orgulloso de esta huelga, algo que los médicos detestamos y no gusta a nadie, pero también siento que el fin perseguido, la mejora de la calidad asistencial, la hace necesaria.
Por eso digo que siento “orgullo de pertenencia” a esta profesión, ser médico me reconforta. Ánimo, con los médicos todo es posible, contra los médicos nada lo es y, ni siquiera las fuerzas del mal, podrán con nosotros.
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