Opinión

No me llames iluso porque tenga una ilusión


Julián Ezquerra Gadea, secretario general de la Asociación de Médicos y Titulados Superiores de Madrid (Amyts)
La atalaya sanitaria

22 marzo 2015. 19.15H
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El estribillo de una canción que a todos nos suena, y que puede escucharse en este enlace,  https://www.youtube.com/watch?v=XhGOKMtuDfE, define muy bien lo que quiero decir en este artículo.

Hace muchos años que soy médico. Me licencié en 1980, y ya entonces me llamó la atención lo duro que era enfrentarse a la realidad de esta profesión. En esa época salíamos de las facultades miles de licenciados, que no hacían otra cosa que engrosar las terroríficas listas del paro. El subempleo o mendigar sustituciones era la salida para la mayor parte de compañeros. Había un trabajo escaso, mal repartido, que obligaba a tener dos empleos para poder reunir un salario mínimo. A esto se unía que en esos años hacer el MIR era un “privilegio” solo al alcance de unos pocos, y también garantía de trabajo seguro y estable. Más de 20.000 médicos optaban a 1.200 plazas.

Yo me considero un privilegiado, pues nunca he dejado de trabajar desde que terminé la carrera. Soy uno de los raros de mi época. Pero eso no cambia lo que pienso y describo ahora.

Años 80. Cambio de gobierno. Ilusión que viene a menos. Enfrentamiento Gobierno y médicos, un trabajo para cada uno, incompatibilidades, exclusiva, y la misma precariedad para los más de 20.000 compañeros sin trabajo. Los que tenían trabajo molesto por su situación, pues les quitan uno de ellos y les siguen malpagando por el otro. Los que no lo tienen, condenados al desempleo perpetuo, a la subsistencia, a mendigar sustituciones o hacer de aviseros. ¿Os acordáis de esta figura? Desde los años 80 hasta la consolidación de empleo con una OPE extraordinaria, pasaron 27 años. Se dice pronto, pero fue muy duro para los miles de afectados.

Y siempre veía una cosa que permanecía en el tiempo. Nuestra absoluta indefensión, nuestras peleas cainitas, nuestros enfrentamientos entre compañeros. Y eso era en todos los foros. Entre sociedades y entre colegiados, entre los MIR y los no MIR... No quiero cansar con más cosas. Recuerdo una que siempre me chocó y que es ya crónica. El Colegio de Médicos: la gran batalla que nunca termina. Hubo unas elecciones en las que la mayoría de los colegiados eran desempleados y jóvenes. La minoría era el establishment de la época. Hubo hasta llamamiento al voto en el periódico más clásico entre los médicos de entonces, y al final siguió el gobierno colegial habitual: el de la minoría con poder.

Y así llegamos a estos años, en los que el Colegio de médicos sigue en sus permanentes luchas internas, las Sociedades enfrentadas, ahora por la troncalidad, ahora por nuevas especialidades, las tres sociedades de Atención Primaria juntas pero no revueltas, organizaciones sindicales que no terminan de entenderse, etc.

Ahora vuelvo al comienzo, al título de este artículo. Yo aún tengo una ilusión, y sé que me llamarán iluso por ello. Me quedan apenas siete años para la jubilación; sé que llevo desde 1980 viendo lo mismo, pero aún confío en nosotros, en los profesionales, en nuestra cordura y en nuestra capacidad para reflexionar y cambiar las cosas. Aún albergo la esperanza y la ilusión de ver la constitución de lo que en alguna ocasión ya he bautizado como la Asociación Madrileña de Medicina, y por qué no, la Asociación Española de Medicina. Imaginemos lo que seríamos capaces de lograr si esto se convierte en realidad. Imaginemos que si, en las actuales circunstancias, pudimos parar el plan de privatizaciones de Madrid, ¿qué no podríamos hacer si todos estuviéramos unidos? Ahí lo dejo. Ahora que cada uno piense, reflexione y obre en consecuencia.
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