Decía
George Eliot que “nunca es demasiado tarde para ser lo que podrías haber sido”. Desde el inicio de nuestro Sistema Nacional de Salud han pasado varias decenas de años, se ha desarrollado, ha cambiado muy poco, la evolución no ha sido paralela al desarrollo de las necesidades, y ahora,
tras la pandemia de la Covid-19, se ha demostrado que es necesario reinventarlo, hacer un cambio que lo adapte a las necesidades del siglo XXI.
No es fácil describir en una tribuna tan limitada lo que quiero expresar. Solo será posible esbozar algunas de las necesidades que, a mi juicio, son
las más necesarias.
Tenemos un modelo de Sistema Sanitario
muy descentralizado, inconexo, 17 modelos de Servicios de Salud, con poca interconexión, cada uno muy celoso de “lo suyo”. Que pena esto que digo, si, “lo suyo”, cada CCAA entiende el Sistema Sanitario como suyo, no de los ciudadanos, de los pacientes, del conjunto de España. Modelos diferentes de historia clínica, de receta, compartimentos estancos entre CCAA.
No tenemos un Sistema Nacional de Salud, tenemos un “conjunto de Sistemas de Salud autonómicos”. Por tanto, primer deber para los que tienen capacidad para cambiar esto: “re centralizar parte de la gestión del Sistema Sanitario”. Suena mal, suena a ir contra la autonomía de las Comunidades, pero no es eso lo que quiero decir. Mas bien, necesidad de coordinación, dirección colegiada pero compartida y consensuada, liderazgo, un Ministerio fuerte y respetado.
La pandemia Covid-19 ha demostrado claramente que es necesario
disponer de un Ministerio de Sanidad que garantice la cohesión del sistema, la igualdad en el acceso, la inter-operatividad, sumar fuerzas en temas capitales como son las grandes crisis sanitarias. Se ha demostrado que hace años el Ministerio de Sanidad es un edificio muy bien situado, pero carente de contenido, con personal escaso y sin apenas funciones de importancia, dirigido con demasiada frecuencia por los políticos que acceden al cargo de ministro para estar de paso, un Ministerio de relleno, sin relevancia política, en el que creo recordar que la media de duración en el cargo es de 14 meses. Hagan un repaso de sus últimos ocupantes y entenderán lo que digo.
Por tanto, empecemos la casa por los cimientos. Lo primero, prestigiar este Ministerio, poner al frente a un ministro de categoría y que entienda que
su Ministerio no es como esas “asignaturas María” de muchas carreras.
Bien, imaginemos que ya tenemos un ministro/a “potente”, con capacidad y conocimiento, ya se que es mucho pedir, pero se puede. ¿Y ahora qué?
Repasemos algunos deberes urgentes.
No voy a entrar en lo evidente, lo que todos coincidimos en que es obvio. Por ejemplo,
un ambicioso plan de infraestructuras que planifique al corto, medio y largo plazo, la renovación de todas las infraestructuras, la tecnología, la digitalización, la integración del “big data”, la inter-operatividad de todo el sistema, las nuevas formas de gestión, etc. Creo que esto no lo discutirá nadie. Aquí no caben diferencias “identitarias” entre Comunidades. Vamos, todo lo contrario a lo planteado, por ejemplo, con el sistema de formación especializada, el MIR.
Un sinsentido que demuestra lo pequeñitos que pueden ser los políticos cuando anteponen la “identidad” sobre el bien común y las necesidades.
Pero esto no es lo complicado, solo es cuestión de dotación económica, y parece que tenemos la oportunidad vinculada a la ingente cantidad de dinero que proporcionarán los fondos europeos. Por tanto, es cuestión de priorización.
Lo complicado es modernizar y actualizar el Sistema, su funcionamiento, sus profesionales, las relaciones laborales, el acceso a las plazas, las retribuciones, las relaciones jerárquicas, la movilidad en el propio sistema, el modelo organizativo, etc.
Lo más complejo, no por serlo en sí mismo, sino por las resistencias internas, sería todo lo relativo al modelo de gestión del personal. Somos varios cientos de miles de profesionales, con diferentes categorías, aspiraciones, relaciones de poder, dependencia y responsabilidad.
Creo que esa denominación de “estatutario” fue una forma de decir que somos otra cosa diferente al funcionario e incluso al personal laboral de las Administraciones Públicas. Nos llaman estatutarios para evitar llamarnos “los pringaos”, esos que para lo bueno no somos funcionarios y para lo malo se nos asimila a ellos. Por tanto, primer deber ineludible, reconsiderar y redefinir la relación laboral especial de los profesionales del Sistema de Salud. Qué triste tener que valorar la vuelta al extinto “estatuto del personal médico de la seguridad social”, actualizado, por supuesto.
Ya en 2017, en esta tribuna, escribía esto:
De médico estatutario a médico con estatus propio en relación con lo que ahora vuelvo a decir. Han pasado 4 años y una grave crisis, no solo la Covid-19, también la crisis que vivimos por la falta de planificación en materia de Recursos Humanos, la falta de profesionales,
la huida de estos en busca de unas mejores condiciones laborales y reconocimiento profesional. Si no actuamos rápido, la crisis hará que el Sistema estalle en un corto plazo de tiempo. La jubilación masiva de médicos y otros facultativos hará que nuestra Sanidad Pública entre en quiebra.
Construir un nuevo modelo, un Sistema diferente, pasa, ineludiblemente, por
una nueva definición de relación laboral, un modelo en el que el profesional sea considerado un valor estratégico, en el que se entienda que la base del Sistema son sus profesionales. Por supuesto, también entendiendo que el paciente es el objeto que cuidar, el centro del Sistema, sobre quién debe pivotar el cambio,
pasando de ser actor secundario imprescindible, a protagonista al mismo nivel y de la mano de los profesionales.
En el camino hay mucho trabajo por hacer, mucho sobre lo que escribir, aportar ideas, estudio, modelos a comparar, alternativas, pero, sobre todo,
necesidad de acometerlo. Para ello, además de gente que aporte ideas,
se necesita sobre todo valor político, consenso, entender que la Sanidad debe ser objeto de un gran pacto nacional suscrito por las diferentes formaciones políticas, entender que tener el mayor presupuesto de las CCAA no signifique que también sea el mayor objeto de deseo para “recolocación de afines”, el más suculento objeto de deseo de empresas amigas, nicho de “mordidas” varias, etc.
Y sin duda alguna,
debemos dotar al Sistema de un “cuerpo de gestores” competentes, bien formados, con ideas y conocimiento, huir del nombramiento “digital” por pertenencia o afinidad política, desarrollar la profesionalización de la gestión, etc. Sigo defendiendo que debería crearse una especialidad nueva, el GIR, gerente interno y residente, con un acceso similar al resto de la formación sanitaria especializada, en igualdad, con formación reglada como el resto de las especialidades. Al menos, ya que el “dedazo” será muy difícil de erradicar, que los gestores tengan una formación básica homogénea y de calidad.
Aquí lo dejo por ahora, pero esto da para varios capítulos.
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