Decía Jacinto Benavente que
“lo que no se sabe es como si no existiera”. Y esto es lo que pasa con Medicina de Familia.
Nuevamente nos encontramos ante el
acto más importante al que se enfrenta el médico recién licenciado, si licenciado, que soy de los antiguos y eso de los graduados no lo veo. Terminada la carrera, estudiado a conciencia el examen MIR, aprobado con mejor o peor nota, llega el momento más esperado, el de la
elección de plaza para el MIR. Y año tras año asistimos al mismo espectáculo. El número uno pide….cardiología, o neurología, o dermatología….y
como en el sorteo de Lotería de Navidad, se anuncia que “ha salido el primer médico que elige Familia”, noticia, noticia, ¡y es el número 40! Así todo el primer día, y el siguiente. Y sale la gran estadística que dice que “
entre los primeros 500, ocho han elegido familia”, las mejores cifras en los últimos 13 años. Y me hace pensar.
Soy médico de Familia, y con mucho orgullo creo que puedo decir que es la especialidad, si señores,
ESPECIALIDAD, que también lo es, más cercana a la medicina clásica, a la medicina humanizada, a la medicina con mayúsculas, esa medicina que con sus conocimientos, sus habilidades, su profunda cercanía a los pacientes, es capaz de resolver el 80-90% de las necesidades de sus pacientes. Lejos de los grandes alardes tecnológicos, las grandes estructuras hospitalarias, la superespecialización, y cerca de la cabecera del paciente, con nuestro saber hacer, nuestra clásica historia clínica, el consabido que le ocurre, desde cuando, a que lo achaca, nuestra exploración más clásica, la que aprendimos cuando estudiábamos la carrera, nuestras manos, nuestro fonendo, y poco más.
Aún recuerdo y cuento con frecuencia cómo con uno de mis primeros residentes, tras ver a un paciente con “fiebre, tos, expectoración hemoptoica, dolor costal y auscultación típica de condensación neumónica” y decirle que eso era una neumonía y que le prescribiera la antibioterapia de rigor, hidratación y antipiréticos, me dice
¿cómo puedes decir que es una neumonía sin hacerle unas placas? Le contesté que
en el pueblo, a más de 40 kilómetros del hospital Puerta de Hierro, la medicina se hacía de otra forma. Que no estaba ya en el hospital y que la clínica y la exploración eran de una neumonía, por lo que la radiología, en ese momento, no era necesaria. Creo que su cara era propia de quién antaño escuchaba una herejía. Y si era una neumonía, se puso tratamiento y el paciente curó.
Eso es la medicina de familia, o más propiamente dicho la medicina más auténtica, la medicina de familia rural.
Y entonces, ¿
cuál es el motivo por el que los jóvenes médicos no quieren ser médicos de familia? ¿A qué se debe que salvo excepciones sólo los últimos números de MIR entran en esta especialidad? Muchas son las causas, y poco el espacio para describirlas en este pequeño artículo. Pero a modo de titulares y con la idea de escribir las correspondientes explicaciones monográficas, a mi juicio estas son las causas:
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Mínima presencia en los estudios de licenciatura. Poca o nula presencia en muchas Facultades. Las cátedras de medicina de familia son anecdóticas. Y aún no está muy desarrollado ni reconocido el
“cuerpo de doctrina propio de la especialidad”.
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También creo que el sistema de formación del MIR de familia deja mucho que desear en algunos aspectos, que habría que mejorar. Esto es para hablar también largo y tendido de ello. Muchos terminan su MIR de Familia y repiten para hacer otra especialidad de ámbito hospitalario, y digo bien, lo de ámbito hospitalario. Motivo: trabajar en el hospital.
¿Qué motiva al trabajo en hospital y no en Primaria? Otro tema a desarrollar. Otros optan por la urgencia hospitalaria, como salida laboral para un especialista de familia, pero dentro del hospital.
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Panorama laboral precario. Poco reconocimiento de la especialidad.
La Administración y los gestores siempre hablan de la importancia de la Atención Primaria, que es imprescindible, la puerta del sistema, bla, bla, bla.
Pero la realidad es que nos desprecian. No invierten en Atención Primaria. Les importa un carajo si las consultas están desbordadas, o si la burocracia nos come, o si es imposible dar una asistencia en condiciones mínimas de calidad. Y además,
cada día que algún iluminado desde un despacho tiene una ocurrencia, se pone en marcha y le encargan de ella al sufrido médico de familia. Cada día más carga de trabajo, cada día más preocupado por sobrevivir, y cada día más desmotivado.
Podría seguir detallando más problemas, pero esto ya se alarga. Y
está bien reivindicar el día de la Atención Primaria, y lo comparto, y me encanta,
pero el día de la Atención Primaria deben ser todos.
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