Opinión

Juego de poderes: gerentes contra directores generales


Por Julián Ezquerra Gadea, secretario general de la Asociación de Médicos y Titulados Superiores de Madrid (Amyts)
La atalaya sanitaria

08 febrero 2016. 10.35H
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“La única cosa que respeta el poder es el poder”. Malcolm X. Una frase para pensar.

Hace años que veo una situación llamativa. La politización excesiva de las estructuras directivas de la Sanidad Pública y sus Centros ha generado situaciones que podemos calificar cuanto menos de chocantes. Juego de poderes he titulado. ¿Quién tiene más poder? ¿Los Gerentes o los Directores Generales?

A primera vista sería razonable pensar que los Directores Generales, cargos de confianza de los Consejeros y en general de los diferentes Gobiernos, son parte de la “estructura política y de partido”. Son un escalón de alto rango político pero de menor peso en la estructura de gobierno, o eso es así habitualmente. También es cierto que hay Directores Generales que tienen más peso o mando que los propios Consejeros, dado que muchos de estos son legos en la materia de la que son competentes, siendo por ello los Directores Generales los que realmente manejan las Consejerías. O los hay que están en estos cargos como en estado de “hibernación” a la espera de tiempos mejores.

Por otro lado, hay Gerentes muy profesionales y poco vinculados a la política, aunque desgraciadamente son pocos. Y los hay, y estos son legión, que tienen un claro vínculo político, que los hace tan fuertes como ciertos Directores Generales. Y aquí está el problema, el choque de poderes y fuerzas. ¿Quién tiene más apoyos? ¿Quién está más cerca de la estructura de poder dentro del partido? ¿A quién se puede mandar y a quien no?

Lo deseable sería que las Gerencias fueran independientes del poder político, que fueran profesionales de la gestión quien las desempeñe, y en definitiva, que fueran estructuras apolíticas y bajo la supervisión y dirección de unos Órganos de Gobierno independientes. Es difícil llegar a esto, pero hay que intentarlo. No puede ser que la dirección de un gran hospital esté supeditada al mandato temporal de un Gobierno de 4 años, y que su plan estratégico se circunscriba a la duración del mismo. Un centro sanitario complejo debe tener un horizonte a corto, medio y largo plazo, con planes de desarrollo, estratégicos, de inversiones, recursos humanos, investigación o docentes que no estén sometidos a los tiempos de la política.

Veo con cierta frecuencia cosas que me sorprenden en esta lucha de poderes. Directrices, instrucciones, ordenes emitidas desde una Dirección General son obviadas por determinados Gerentes, que no las cumplen e incluso las “adaptan a su centro” y bajo su criterio. Eso que jocosamente decía un ex Director General de recursos Humanos, “es que hay Gerentes que tienen muchos estudios”. Entonces se producen contradicciones que terminan en denuncias ante el emisor de la orden que pone “cara de póker” y dice muy solemnemente ¿En qué Hospital o Dirección no se está cumpliendo?, con un tono de poder no respetado y aparentando un “enfado manifiesto” que una y otra vez se repite, y curiosamente y de forma habitual con los mismos. ¿Y pasa algo? Pues no, no pasa nada. El Gerente sigue y vuelve a reiterar su desobediencia una y otra vez. Entonces, yo me pregunto ¿Pero quién manda aquí? ¿Quién tiene el poder? Gerentes o Directores Generales, ese es el juego de poderes. Y por encima de ellos sobrevuela algo preocupante, y es que hay poderes políticos superiores que también están en ese juego de ver quién manda más.

Todo esto viene a ratificar una vez más que la profesionalización de la Gestión, la independencia política de los gestores, la creación de Órganos de Gobierno independientes del poder político, y no digo exento de presencia de políticos, no se confundan las cosas, es cada día más necesario. Tenemos la obligación de buscar soluciones a estos temas, participar y aportar ideas, hacernos copartícipes de la gestión y su gobierno. Los profesionales debemos ser algo más que meros comparsas sufridores de los desatinos y las consecuencias de peleas de poder que no hacen más que perjudicar a los pacientes y a los profesionales. Tenemos que ser parte de la solución, y aunque algunos nos ven como parte del problema, éste está en otro lugar y en otras estructuras.
 
 
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