“La mayor rémora de la vida es la espera del mañana y la pérdida del día de hoy”, frase de un sabio llamado Lucio Anneo Séneca, que como en muchas otras cosas se adelantaba a su tiempo. Si hablamos de listas de espera en nuestro entorno, parece que lo que de entrada imaginamos es claro, las listas de esperas quirúrgicas, de consultas o de pruebas. Pero ¿son las únicas listas de espera que tiene la Sanidad? Yo creo que no y me voy a explicar.
En los medios sanitarios se hablan constantemente de listas de espera. Que si aumentan, que si descienden, que si cambio la forma de contabilizar, que si ponemos un plan en marcha para reducirlas, etc. Pero a la par, y cada día con más insistencia, leemos y hablamos de problemas que afectan a la Sanidad,
unos problemas que afectan a la organización, a los profesionales, al propio sistema sanitario, que requieren de unas modificaciones legales y que parece que están
contagiadas del mal más frecuente de nuestra sanidad pública, el “mal de las listas de espera”.
Este mal es endémico y parece que altamente contagioso. De él se saben muchas cosas, y expertos conocedores del mal
hacen certeros diagnósticos acerca de sus causas e incluso se conocen los posibles tratamientos. Esto valdría para todas las listas de espera de Sanidad, pero ahora quiere referirme a la lista de alguno de los problemas pendientes de solución y no a las clásicas listas de espera.
Nuestro sistema sanitario público tiene serios y graves problemas. Unos son estructurales, a veces se deben a la fragmentación en 17 Sistemas, otras veces son consecuencia de su “rigidez”, o debidos a la infrapresupuestación, y también hay serios problemas que afectan a sus trabajadores y las deficiencias en plantillas y el exceso de precariedad.
Parece evidente que en el ánimo de profesionales y políticos-gestores hay una larga lista de problemas a resolver. En lo que a los profesionales se refiere, al menos
es urgente acometer el grave mal de la precariedad, la necesidad de modificar el Estatuto Marco y el Estatuto Básico del Empleado Público, y hacer ver a la clase política que la sanidad pública requiere normas diferentes a la clásica estructura funcionarial del siglo XIX en la que nos encontramos.
¿Es necesario cambiar la norma para hacer grandes convocatorias de consolidación de empleo? No, los estatutos lo permiten aunque sería mejor darle un refuerzo normativo que lo haga de forma “blindada jurídicamente”. Entonces, ¿Qué lo impide? Creo que
a la Administración no le gusta tener personal formado, crítico, con derechos, etc. que ponga en evidencia sus carencias.
¿Hay que cambiar la forma de acceso a la función pública en sanidad? Discutible, peligroso dependiendo de cómo se haga, pero parece que si es necesario. Eso sí, con luz y taquígrafos. Hay muchos que ya lo han cambiado haciéndolo de “tapadillo”, no respetan el acceso por los requisitos de igualdad, mérito y capacidad, no digamos ya publicidad; no permiten los traslados; las oposiciones tienen demasiadas grietas por las que la igualdad se escapa; las bolsas de empleo son rechazadas o se limitan creando “perfiles ad hoc”; Esta no es la forma de hacer las cosas.
Ahora leemos día sí día también, “el ministerio se da dos meses para…”, “los sindicatos exigen….”, “la organización tal se reúne con el partido cual y están de acuerdo en….”, puedo seguir poniendo ejemplos, pero no merece la pena. Todos se parecen en que
solo se habla de intenciones, de dilatar en el tiempo las soluciones, de buenas intenciones, de buscar medallas que colgarse, etc., mientras los problemas aumentan y
el “mal de las listas de espera” avanza hasta el punto en el que ya el tratamiento sea imposible. Diagnostico claro, tratamiento existe, la sesión clínica sobre el caso está hecha, entonces
¡pongamos ya el tratamiento, que el paciente se nos muere!
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