La legislatura avanza hacia su última etapa;
queda todavía un año y es posible rectificar el rumbo.
Esta es la tarea más sensata que tendría que abordar el nuevo ministro de Sanidad en esta etapa en la que debe gobernar la sanidad española.
Con la perspectiva de estos tres años de Gobierno del señor Rajoy
hay algunas evidencias que estaría bien que Alonso tuviera en cuenta.
Una de ellas es que
la exclusión de miles de personas del derecho a la atención sanitaria ha hecho de España un país falto de solidaridad pero sobre todo, un país poco inteligente ya que la exclusión ni es útil en términos de ahorro, ni lo es desde el punto de vista de seguridad sanitaria para los excluidos y para el resto de la población.
Urge hacer posible de nuevo que la sanidad sea universal.
Otra evidencia es la
insuficiencia financiera del sistema sanitario que en estos tres años ha supuesto un déficit acumulado de más de 20.000 millones de euros. El hecho de que una parte de ese déficit se haya podido pagar con cargo al "préstamo" a largo plazo que supone el FLA, no debería hacer creerse al nuevo ministro que el problema no esta ahí.
Una
consecuencia de la insuficiencia financiera es el retraso y la desigualdad de acceso a la innovación sanitaria (fármacos y otras tecnologías). Al no solucionarse este asunto, el sistema ha pasado a ser un sistema sin la equidad y la calidad que merecen los españoles.
La tercera evidencia es la
necesidad de retomar el apoyo a los profesionales que, en especial en Atención Primaria, sufren los recortes en todos sus extremos: no sólo lo salariales, sino también en lo que se refiere a sustituciones y equipamientos. Casi 30 mil profesionales menos y una paralización de las inversiones en tecnologías y en equipamientos, sobrecargan su trabajo y deterioran la calidad asistencial.
Y por último, por no cansarles,
los efectos del copago farmacéutico en aquellos casos en los que por razones económicas, se convierte en barrera de acceso que perjudica la salud de estos pacientes, requieren una evaluación y una rectificación.
El ministro Alonso debería centrar sus esfuerzos en rectificar estos asuntos sanitarios. Debería hacerlo sin complejos. Tiene una gran oportunidad para hacer posible que la sanidad pública retome el camino de calidad y excelencia que Ana Mato abandonó con total torpeza política.
El PSOE estará ahí para apoyar y proponer medidas que sirvan para ir juntos por el camino que refuerce a nuestra sanidad pública.
Alonso fue coautor de los recortes de Mato en su papel de portavoz del grupo parlamentario del PP;
espero que su acreditada capacidad política le sirva para reorientar la política sanitaria y evitar así ser cómplice de la línea de deterioro de la sanidad pública en la que Ana Mato ha sumido al sistema nacional de salud.
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