Con un sentido de la predeterminación típicamente luterano,
se ha dejado decir que el número de muertos del covid-19 es un tributo exigido y así los que no los tuvieron al principio los van a tener más tarde. En un batiburrillo de oleadas, cepas y desconciertos, contaminado por las maniobras políticas y tal vez por los intereses económicos,
la política del miedo sigue rindiendo réditos considerables. Y el recurso a lo inevitablemente preestablecido es un agente de gran valor para el negocio, pues mantiene nuestra fidelidad a quienes lo manejan.
En esta situación,
Alemania se ha convertido en un paradigma. Estrella de los grandes países durante la primera oleada, su actual caída es usada como disculpa por los que en aquel momento gestionaron pésimamente la crisis, destacando la incompetencia de España.
Su política marginó a los profesionales y se hizo “cargo” (¡¿?!) de la pandemia. Tras su ocho de marzo, Madrid fue entregada al infierno en aquellos infaustos meses de abril y mayo del 2020. Hospitales con forzosos límites de edad para admitir pacientes en UCI’s saturadas. Enfermos graves en sillas y camillas al cuidado de heroicos sanitarios que, sin medios con los que asistir y extenuados por incontables horas de trabajo, buscaban en vano camas o camillas vacías donde recuperarse unos minutos. A veces el filo de una cama ocupada, junto a enfermos en fases críticas, para en seguida reanudar la tarea de su atención
o, en ocasiones, morir con ellos.
Esto pudo haberse paliado
trasladando pacientes de Madrid y de otras comunidades que vivían tragedias semejantes a aquéllas que tenían hospitales desocupados, que las había. Pero no se hizo. Ni ambulancia ni autobús ni tren. Miles y miles de muertos. Tantos que hubo que mentir al contarlos.
La autonomía es sagrada. ¡España federal o muerte! Pues muerte. ¿Por qué dos o tres racismos, ¡cuidado no destiñan su color al vecino!, si se pueden tener quince?
Alemania también se organiza en autonomías.
Aunque Sajonia, Baviera y Turingia se autodenominen estados libres, no pasa de ser un autohalago sin consecuencia legal. Ahora que el covid les cabalga sobre vacas flacas, ¿saben lo que hacen cuando un bundesländer se infesta más allá de sus posibilidades de tratamiento? Fletan grandes aviones y trasladan los enfermos a otro de los que tienen capacidad hospitalaria excedentaria.
Confío en que el continuo bombardeo con cepas que se van a colar en nuevas oleadas, no acierte en sus amenazas y no alcancemos la gravedad que tuvimos que enfrentar en aquellos terribles momentos. Pero, si se diera el caso, ¿puedo sugerir que se siga el ejemplo alemán?
No espero ser oído.
Hace más de medio año que alerté sobre la situación de deterioro en que había caído la atención primaria, y desde entonces ha ido en aumento el burbujeo de los grandes cerebros que se postulan para soluciones mágicas. Hasta me atreví a proponer una fórmula: volver la primaria a la situación en que se encontraba antes del covid y después ya llegarían los grandes cerebros y su magia para mejorarlo todo.
No obtuve el menor eco.
Comunidades, politización, desprecio de la iniciativa privada. Todo el catálogo de nuestro racismo cociéndose entre las burbujas. No terminan de comprender negros y blancos que, por mucho que se aproximen, no se pueden teñir mutuamente. Lo que sí pueden, si se unen, es ayudarse unos a otros.
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