Andamos, creo, por el 6,4 por ciento de
población española vacunada. Castilla-León y Asturias se han destacado, seguidas de Extremadura, La Rioja, Cantabria, Aragón, Castilla-La Mancha y Navarra. El resto de los peninsulares, cerca de la media, salvo vascos y valencianos que se han atrasado un poco. Los extra-peninsulares, más atrás.
Y de pronto, ¡zas!, la exitosa campaña de confusión, dichos y contradichos, bulos y desmentidos, vocera del desconcierto informativo sobre vacunación, en especial de la vacuna anglo-sueca, da sus frutos. La población madrileña rechaza en su mayoría la
Astrazeneca. Puede que Andalucía y tal vez Valencia se unan. Al ciudadano le ha entrado el desagradable tembleque de sentirse cobaya de un experimento que considera loable pero no tanto el papel que en él le ha sido asignado. De seguir así, pocos valientes aceptarán esta vacuna, como no sean del mismo Bilbao.
Tres hechos incontestables: las vacunas se han desarrollado en un tiempo récord; los intereses económicos de
grupos farmacéuticos se han enfrentado en esta carrera; y (lo peor) muchos políticos han intentado sacar tajada, con menor interés por la salud pública, hasta desembocar en el circo de los votos de censura ¡en qué momento!
¿Quieren respuestas? Pues no se las traguen todas, porque pillarán una indigestión. De los grandes medios y quienes los dirigen (en el despacho o en las sombras) a la pérfida Internet, las hay a cientos. Pero no busquen “demostrado que la
Oxford / Astrazeneca no causa ningún efecto alarmante” porque no lo van a encontrar. Encontrarán “no está demostrado que la vacuna sea causa de las trombosis”, sentencia tan cuidadosamente política como popularmente insuficiente. Y, sin embargo, es la favorita de la
Agencia Europea del Medicamento, y lo más sensato que pueden leer. Que los beneficios son muy superiores a los riesgos. Tragarse esto, en medio de decisiones políticas (como suspender, relanzar y los “pendientes”), es duro. Los “pendientes” de respuesta son muchos: ¿embarazadas?, ¿alérgicos?, ¿tiempo de inmunidad que se consigue?, ¿efecto real en los que ya superaron el covid?, ¿porcentaje de seguridad que da la vacunación? ¿más del 60%?, ¿lapso entre dosis, unidosis?, ¿selección de edades?... Y una pregunta con respuesta: ¿precauciones a tomar después de la vacunación? Todas las de antes:
mascarillas, distancias, confinamientos, cierres, y cuarentenas. O sea, más de lo mismo.
En el batiburrillo de números, a Europa (bazar de vacunas, según Austria), le toman la delantera tanto los que vienen (Serbia) como el que se va (Reino Unido, que además defiende la inmunidad alcanzada por sus muchos que lo pasaron “a pelo”). Dejando a un lado inciensos fáciles, son países que deben aproximarse al 15 por ciento. Después de pedir la
MHRA (agencia británica) que no se “castigue” a los jóvenes con su Oxford y se reserve para los viejos, las demás irán detrás, con el conflicto el haber inoculado ya primeras dosis a menores de 55. La francesa (HAS) ha decidido no inyectarles segunda. Aquí, el gobierno expone el problema pero no da solución (y eso que somos los únicos que “disfrutamos” de una tiranía legal, vulgo
estado de alarma), así que ya veremos dónde llega la 'anti-vacunitis'. Después de todo, los jóvenes tienen más derecho a la vida. La cuestión es si quedarán personas mayores suficientes para concluir el experimento tras la multitud de fallecimientos en las
residencias geriátricas durante la primera ola.
El comentario sobre Serbia, mejor ignorarlo. Es un país de los pequeñitos (7 millones de habitantes) y tiene poco que comentar. No vayan a decir que vacunan con más marcas que nadie y que dan a sus vacunados la opción de indicar la marca de su preferencia. No sea que alguien pueda considerarlo causa de su ritmo de vacunación. Que yo sepa, la encuesta callejera nunca se ha tenido por un método de desarrollo científico. ¿Creen ustedes que, si se diera aquí esa opción, el escepticismo o el parón actuales se disiparían en horas? No hace falta que respondan. Nuestro gobierno ya lo ha hecho, en defensa de la libertad. El que no quiera vacunarse puede desistir cuando guste, y cambiar de opinión cuando vuelva a gustar. Entrará y saldrá de las listas a su propia voluntad. Ahora bien, cuando le toque y el fármaco que le toque.
Pretender elegir por capricho no es posible.
Resumen:
el virus mata muchísimo más que la vacuna. Por lo tanto, la opción sensata es vacunarse. Hoy por hoy, no existe otra. Así de tajante se muestra la MHRA, cuando afirma que con 20 millones de vacunas sólo han tenido 19 muertos. Más o menos como España, que con un millón de vacunados sólo tuvo un muerto. De Marbella. Presupongo que casi todos los lectores conocen la vieja fábula del cangrejo que oía por las patas. La pueden aplicar porque viene al pelo. Vacúnense, que es seguro, pero no lo hagan en Marbella.
Post-Data para la señora
Ayuso: Reabra urgentemente la medicina primaria. Dice usted que la culpa del desconcierto actual la tiene el gobierno con sus continuos vaivenes. Yo la creo, pero eso no resuelve nada. El ciudadano está huérfano de escuchas y, sobre todas, de escuchas que den repuestas a sus inquietudes de salud. Entre los mostradores de atención al público, cara a cara, pocos han rendido el servicio de los
médicos de familia a la hora desasosegar y orientar al ciudadano en las crisis. Usted, que tan acertadamente mantuvo la
actividad económica frente a los que querían asfixiarla con el pretexto tonto de “más salud”, no puede ignorar ahora la perentoria necesidad de ese servicio. Haga los discursos que quiera a mayor regocijo de sus incondicionales (después de todo, la van a votar diga lo que diga). Tiene derecho a administrar sus éxitos o fracasos electorales a su antojo. Pero la salud de muchas personas no es un antojo, es un deber. Con sus precauciones, sus distancias, sus EPIs; lo que sea necesario. Pero, por favor,
reabra los ambulatorios ya.
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