Con motivo de la
conmemoración del Día Internacional de la Salud Mental, me gustaría compartir unas
reflexiones sobre la especialidad de Enfermería de Salud Mental y su repercusión en el cuidado, no solo del paciente con enfermedad mental, sino también en la población en general. Al mismo tiempo, quiero reiterar mi llamamiento a las autoridades sanitarias y a los ciudadanos para que ‘cuidemos al que cuida’. Me refiero a los profesionales sanitarios en general, pero especialmente y como es lógico, a las compañeras enfermeras y enfermeros.
Comenzando con mi primer propósito, quiero recordar que el rol de la profesión enfermera en los diferentes ámbitos de atención representa el eje fundamental en el cuidado de la persona a nivel individual y del entorno comunitario en general. En la especialidad que hoy nos ocupa,
la enfermera abarca roles de cuidados específicos encaminados a alcanzar el bienestar emocional del paciente en coordinación con su entorno familiar, desde un punto de vista integral y sostenido en el tiempo, a lo largo de toda su vida.
Pero, como decía, las enfermeras- en este caso, las especialistas en esta disciplina- también se ocupan de
poner en práctica su conocimiento clínico, científico, técnico y humano, para procurar el bienestar mental del conjunto de la población. La salud mental es, por tanto, una cuestión de salud pública que afecta a todos los sectores de la población, ya sean hombres o mujeres, mayores o pequeños, con independencia de su nivel de renta y estatus social o profesión. Y cuando hablo de ‘profesión’ incluyo a los profesionales sanitarios para los que vengo reclamando atención y reconocimiento, para todos en general, y para las enfermeras y enfermeros en particular.
Son muchos los factores de riesgo asociados a padecer cualquier tipo de trastorno puntual o enfermedad mental crónica en cualquier momento de la vida. La pandemia se ha encargado de recordárnoslo con toda su crudeza. Como recuerda la Dra. Pilar Caminero, enfermera especialista de Salud Mental, la mayoría de las personas que padecen estas enfermedades han demostrado una capacidad de resiliencia admirable. Como ella dice en la entrevista que les invito a leer, esto ha sido posible, en buena medida, por el trabajo previo de cuidados enfermeros que han recibido antes de la pandemia. Unos cuidados específicos desarrollados por estas especialistas que han coordinado junto a familiares y cuidadores. Este proceso, que
comienza con el diagnóstico, continua con todo el seguimiento clínico y humano, y que trasciende los límites de los centros sanitarios y sociosanitarios, es imprescindible que se potencie dotando de recursos enfermeros especializados suficientes y realistas a todas las unidades y centros sanitarios y sociosanitarios públicos, privados y concertados donde se trabaja con este tipo de pacientes. Cosa que hoy por hoy, no se cumple.
Pero las personas con enfermedad mental que ya están diagnosticadas y en tratamiento
no son las únicas que necesitan los cuidados profesionales de nuestras compañeras especialistas. Como en otras disciplinas de nuestra profesión, la
enfermera desarrolla la importante labor de educar y promover el cuidado de nuestra salud desde la infancia. Este hecho se hace especialmente relevante en la pandemia de la que parece que estamos saliendo- tómese esto con toda la precaución que ello requiere porque seguimos luchando contra el COVID-19, no lo olvidemos-. Ahora es cuando empiezan a aflorar las secuelas psíquicas y psicológicas con toda su intensidad, en la población en general y también entre las enfermeras (y resto de profesionales sanitarios). Es preciso proporcionarles cuantos cuidados necesiten. No estaría de más que se orquestaran protocolos específicos desde la base de la evidencia científica. Y en esto, las enfermeras tienen mucho que decir y todo que aportar.
Para terminar y a modo de reflexión, es obvio que el bienestar emocional, psíquico y psicológico de todos nosotros es una cuestión en salud pública al que siempre hay que prestar la atención debida, y más aún, en esta crisis sanitaria de dimensiones globales que tiene también una alta repercusión en nuestra salud mental. Por lo tanto, es necesario que se introduzcan las medidas necesarias en la agenda política de los gobiernos, estatal y autonómicos.
Necesitamos más y mejores estrategias para la prevención, la detección precoz y el cuidado de la salud mental de las personas que, aparentemente, no lo necesitan. Debemos seguir avanzando en más y mejores tratamientos para las personas con enfermedad mental reconocida.
En el ámbito enfermero
contamos con especialistas para el óptimo abordaje clínico, científico y humano de los cuidados que necesitamos todos. Al mismo tiempo, el reconocimiento profesional y laboral de estas compañeras y compañeros es imprescindible. El apoyo y la ayuda profesional para su bienestar emocional es un deber moral. Tomemos como referencia el lema propuesto por la OMS este año, ‘Atención de salud mental para todos: hagámosla realidad’.
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