Opinión

Informar al enfermo no es una cuestión opcional del médico


Jacinto Bátiz, director del Instituto para Cuidar Mejor del Hospital San Juan de Dios de Santurce (Vizcaya) y responsable de Bioética de la SEMG
Firmas

10 abril 2022. 10.20H
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Cuando existen varias opciones de tratamiento de la enfermedad que padece y se las proponemos, el paciente tiene que tomar una decisión. Esta decisión que tome él o en su defecto sus familiares-cuidadores va a depender de la información que reciba por parte de los profesionales que le atiendan. Cuando el médico informa tiene la posibilidad de influir decisivamente en su decisión y posiblemente de proteger al paciente de tomar decisiones incorrectas. En este artículo deseo recordar la importancia que tiene la información al paciente, sobre todo, cuando padece una enfermedad en fase avanzada y cómo debemos informar en estas circunstancias tan difíciles para el enfermo y para su familia.

Cuando la enfermedad avanza y se acerca a su final, la información al paciente no tiene por qué implicar siempre la transmisión de todas las verdades o mensajes. Para comunicar la verdad no hay que decir toda la verdad, pero lo que le informemos que sea verdad. Será el enfermo el que nos marque qué cantidad de verdad desea saber y en qué momento. Es aconsejable crear una atmósfera de confianza, intercambiar preguntas y pensamientos, dándole la posibilidad de expresar lo que le preocupa. Solo de esta manera se podrá conseguir aliviar el miedo y el sufrimiento y que la persona conserve su dignidad y su integridad hasta el final.

Esta información no es una cuestión opcional de los médicos, no; los pacientes tienen derecho a la información. Responder a las preguntas del paciente es un imperativo ético y una obligación deontológica para los médicos como dice nuestro Código de Deontología Médica en su artículo 15.1: “El médico informará al paciente de forma comprensible, con veracidad, ponderación y prudencia. Cuando la información incluya datos de gravedad o mal pronóstico se esforzará en transmitirla con delicadeza de manera que no perjudique al paciente”.

Para poder realizar una buena atención médica al final de la vida es preciso que el profesional que vaya a asumir dicha atención posea una buena formación clínica y ética, así como habilidades en comunicación. No debemos ningunear la formación en esta habilidad de comunicación con el enfermo porque será una herramienta que en muchas ocasiones puede llegar a ser terapéutica, pero también puede generar iatrogenia, por eso hemos de saberla emplear bien.

La información es necesaria siempre que tratemos a cualquiera de nuestros pacientes. Cuando está padeciendo una enfermedad avanzada, oncológica o no, es entonces cuando el paciente tiene más necesidad de que le expliquemos lo que le va a pasar, necesita que no le engañemos, pero todo ello, con sensibilidad exquisita para que le ayudemos a comprender lo que necesita en esos momentos tan difíciles y únicos para él.

El acceso a la verdad es un derecho de todos los pacientes, ya que cada persona tiene derecho a decidir, con apoyo y conocimiento de causa, sobre los aspectos tan importantes de su vida como es el proceso de salud/enfermedad, o de vida o muerte. En este sentido, la comunicación sincera es un imperativo ético para el médico e implica también el respeto a los deseos y valores de los pacientes, es decir, al principio de autonomía, lo que va a permitir la planificación de los cuidados según las prioridades y preferencias de los pacientes, y va a facilitar una toma de decisiones compartida.

La información al paciente debe personalizarse, ser veraz y adaptarse a su comprensión según la edad, nivel cultural, estado de salud, etc.; esta es la base de la comunicación entre el médico y el paciente y en la medida en que es fluida, clara y suficiente contribuirá a la calidad de la relación médico-paciente. ¿Cómo debemos responder a sus preguntas? Debemos responder de forma sencilla y gradual, pero sin mentir. Porque si descubre el engaño se va a aislar y perderá su confianza con nosotros. Pero, además, hemos de tener en cuenta que el enfermo suele desear que le digamos la verdad, pero “bajito” para que no le asustemos.

Hemos de tener presente que la relación médico-enfermo queda muy reforzada cuando la información ha sido adecuada y que un marcador de calidad de nuestra información es cuando consigamos dar las malas noticias de forma que el enfermo no sea lo único que recuerde.
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