Opinión

Josep Prat: epítome del declive catalán


El retrato y las pinceladas

06 marzo 2013. 19.44H
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Persiguiendo la posteridad, a veces pasas por lo que no te gustaría pasar. A Josep Prat, como a tantos y tantos ídolos caídos, le sobraban razones para que se hablara de él durante mucho tiempo después: por haber presidido el ICS, por haber dirigido el Catsalut, por haber sido vicepresidente de USP Hospitales … Había razones menores, que también le hubieran valido, ya puestos: salvador del Hospital San Juan de Reus, eficaz gestor sanitario, incluso ingeniero naval…  Nada de esto le servirá porque una imagen prevalecerá sobre todas las demás: su detención de la pasada semana, a la salida de casa, por efectivos de la Guardia Civil.

Más allá de la peripecia personal y presuntamente delictiva de Prat, el retrato de hoy sirve para reafirmar una evidencia: el declive del modelo sanitario catalán. Envidiado y admirado durante más de dos décadas, el sistema catalán mostró su efectiva peculiaridad, muy difícil de imitar y explicar, pero fácil de elogiar y reconocer. Todo parecía cobrar sentido en la sanidad catalana, un seny que alcanzaba por igual a muchas materias, desde la transferencia (la primera de todas) a las nuevas fórmulas de gestión.

 

Josep Prat.

Pero aquello pasó. Otros servicios de salud están ganando la partida de la audacia, de la innovación, de la imaginación en plena crisis del sistema. Mientras tanto, Cataluña se ha ido deslizando por el desfiladero de los recortes, de la contestación profesional, de la movilización social. Y todo ello lo ha aliñado con corrupción. Prat ha sido el caso de quizá mayor renombre, el epítome de este descenso a los infiernos que parece que sólo acaba de empezar. Pero no es el único. Hay otros cuantos que están convulsionando a la sanidad catalana y manchando el nombre de sus protagonistas y de sus contemporáneos políticos.

Volviendo a Prat, estremece pensar el poder sanitario que atesoraba: presidía el Instituto Catalán de la Salud, la empresa pública sanitaria más grande de Cataluña, un proveedor de servicios con una plantilla de cerca de 40.000 profesionales, repartida entre 8 hospitales de referencia, 33 centros de especialidades, casi 300 equipos de atención primaria y diversos equipamientos asistenciales.

Si a ello se le añade el no menos meritorio hecho de que dirigió el Servicio Catalán de la Salud, el servicio que financia y planifica la asistencia sanitaria catalana, es posible concluir que Prat unificó en su persona y en su conocimiento, aunque fuera en diferentes etapas de gestión, dos de las funciones más delicadas del sistema sanitario público: la financiación y la provisión. Que dicho sea de paso, conviene que sigan separadas.

Para mayor confusión de su perfil y para delicia de los detractores del tránsito profesional entre sectores, Prat ejerció en los tres: en el público, en el privado y, si se me permite, en el concertado, que allí en Cataluña es muy característico. Su máxima en los tres fue la eficiencia: buscarla en lo privado, posibilitarla en lo público.

Dimitido de todos sus cargos, Prat se afanará ahora en probar su inocencia. Pero el daño a su trayectoria ya está hecho. Su perfil está tan consumado como amortizado: los críticos buscan la sangre de su último mentor, el actual conseller Boi Ruiz. De la misma manera que su ocaso gestor y político no hace sino contribuir al descrédito generalizado del modelo catalán, que a fe que sigue siendo catalán, pero ha dejado de ser modelo.

José Luis Llisterri

No es habitual que un representante profesional admita que un asunto le ha venido grande. Lo hizo sin pudor este lunes José Luis Llisterri, al mirar atrás en su primer año al frente de Semergen. Le vino grande no su proyecto, no su programa, sino lo sobrevenido, lo inesperado, la polémica en la Semergen madrileña. Siendo político, o gestor, es preferible dejar poco espacio a la improvisación. Aunque a veces la política, también la sanitaria, sea pura improvisación.

Mario González

Se ha marchado a Vigo procedente de Zaragoza con el sello de gerente inconfundible, experto e integrador. Una de sus principales tareas será la de integrar la atención primaria y la especializada en el área gallega a la que llega con el convencimiento, sin embargo, de que la integración por la integración, con brocha gorda, no es tampoco lo que necesita la sanidad para ganar eficiencia. Seguro que hay un tercer camino, que intentará aplicar con éxito.

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