No hace mucho que la linde de la civilización la marcaba la farmacia.
No importaba lo remoto del arrabal o lo inaccesible de la aldea: la cruz verde se divisaba a lo lejos, como una conquista, o de sopetón, a la vuelta de la esquina. Quizá no había establecimiento, sanitario o no sanitario, más accesible. Y, encima, rentable. Hasta que llegó la crisis. Y
ya nada para la farmacia parece que será igual que antes.
Que el cambio que se viene encima es cada vez más evidente, lo dicen hasta los propios farmacéuticos.
El nuevo presidente del Colegio de Málaga, Francisco Florido, cree que en ciertas zonas la presencia de una farmacia no es absolutamente imprescindible. Lo cual es tanto como admitir que haya zonas no cubiertas por la planificación de un modelo universal, capilarizado y apoyado en el servicio, no en el negocio.
A Florido le preocupa la viabilidad de una farmacia abierta en núcleos muy pequeños. Por eso propone que, para racionalizar los extremos de la ordenación farmacéutica, en algunos casos
valga con instalar un botiquín, con todos los parabienes legales, pero botiquín al fin y al cabo. Que no es lo mismo que una farmacia. O que puede serlo, pero de una farmacia nueva, que no existía hasta ahora y que, por encima de cualquier otra característica, sería prescindible.
En la farmacia prescindible de Francisco Florido es posible optimizar la prestación: modificando guardias y horarios. No parece tan sencillo acometer este debate en una situación como la actual, en la que
la farmacia no está obligada a buscar su versión más eficiente sino a consolidar su presencia en la comunidad con un servicio continuado a prueba de circunstancias y coyunturas.
En boca de la práctica totalidad del sector, la farmacia sigue siendo un tótem imprescindible y casi indiscutible. Ahora bien, la realidad comienza a ser muy diferente y no es de ahora: cambios en los márgenes, impagos, estrecheces. Dificultad. Crisis.
Por no llamar al pan, pan, y al vino, vino, ha aparecido el concepto VEC (viabilidad económica comprometida) que es algo así como admitir los apuros financieros de una farmacia. Es decir, lo nunca visto.
La farmacia/botiquín, la farmacia deficitaria, la farmacia más marrón que verde nos está sirviendo un debate imprevisible que los propios farmacéuticos, a duras penas, están intentando liderar. Como Francisco Florido, partidario también de implantar una cartera de servicios retribuida, ligada al margen de los medicamentos. A
lguna característica habrá que inventar si queremos que la farmacia vuelva a ser, como siempre, imprescindible.
La farmacia de Francisco Florido está en Carratraca, en la comarca del Guadalteba, desde 1986. Puede que haya sido muchas cosas, pero nunca prescindible.
Si las farmacias empiezan a ser prescindibles, el modelo farmacéutico también lo será, y entonces tendremos que inventar otra cosa: una farmacia liberal, capitalista, más pendiente de su cuenta de resultados y del tamaño de la cartera de los clientes. Aunque quizá eso ya no se pueda llamar establecimiento sanitario.
A lo mejor Francisco Florido ha hablado de que algunas farmacias puedan no ser imprescindibles, para evitar que, a la vuelta de unos años, todas lo sean.
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