“It was the best of the times, it was the worst of the times, it was the age of wisdom, it was the age of foolishness……”
En 1859
Charles Dickens empezaba así su novela por fascículos “A Tale of Two Cities”, el mismo año que
Charles Darwin publicaba “The Origin of Species”. Ese año, el 10 de septiembre
Samuel Wilks, un afamado patólogo inglés, firmaba un artículo titulado “Morbid Appearances in the Intestintes of Miss Banks” en lo que parece una de las primeras descripciones documentadas de una
enfermedad inflamatoria del colon.
En los 160 años que han transcurrido las
enfermedades inflamatorias intestinales, la
colitis ulcerosa y la
enfermedad de Crohn, han pasado de ser rarezas a comentar entre expertos a trastornos muy comunes, que llegarán a afectar a una de cada
100 personas en 2030.
Si bien los avances en la cirugía y el uso de los
corticoides redujeron ya hace más de 50 años la mortalidad, siguen siendo entidades incurables que condicionan significativamente la
calidad de vida de millones de personas en el mundo.
Aunque la
salazopirina y la
mesalazina contribuían (y contribuyen) a mejorar el curso crónico de muchas personas con
colitis ulcerosa, los tratamientos necesarios en los casos graves y en la
enfermedad de Crohn (corticoides, cirugía,
inmunosupresores) tenían una eficacia limitada y/o efectos adversos importantes y, a menudo, inevitables.
La introducción hace casi 25 años del
infliximab marcó un punto de inflexión, la
revolución biotecnológica empezó a mostrar su potencial en el control de las
enfermedades crónicas de naturaleza inmunológica.
El infliximab abrió el camino de los
anticuerpos monoclonales, que con su especificidad muestran un cociente beneficio/riesgo mucho mejor que los corticoides; demostrándose posteriormente la utilidad de seleccionar nuevas dianas como
citoquinas,
integrinas, o
receptores celulares.
En paralelo, se produjeron grandes avances en los procedimientos diagnósticos, tanto en la
endoscopia y sus variantes, como en las diversas
técnicas radiológicas. Asimismo, se iba prestando cada vez más atención a las necesidades reales de los pacientes.
Cuando el camino parecía ser encontrar el anticuerpo monoclonal ideal, otras líneas de investigación mostraron que
moléculas de diseño que interfieren en los
procesos biológicos pueden ser también muy útiles.
"Nuestra misión inmediata consiste en tratar de que a cada paciente le llegue el tratamiento más adecuado, en el momento más oportuno y necesario"
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Los inhibidores de
JAK-Kinasas y los
moduladores de SP1 han irrumpido con fuerza, con lo que en 2023 el panorama queda perfectamente descrito por las frases de
Dickens: tenemos
más opciones terapéuticas y mucho más eficaces (the best of the times) para tratar a muchos pacientes en un mundo en el que el acceso a los tratamientos es muy limitado, desde una
perspectiva global (the worst of the times); el conocimiento en
biología permite grandes avances (it was the ages of wisdom) que la estupidez humana impide aplicar en un mundo todavía marcado por las desigualdades (it was the age of foolishness).
Como médicos que tratamos a pacientes con
enfermedad inflamatoria intestinal, el futuro es apasionante: nunca hemos dispuesto de tantos medios para el diagnóstico y el tratamiento. Sin embargo, sin dejar de investigar nuevas líneas en la prevención, la dieta, la microbiota, la regeneración de la mucosa; nuestra misión inmediata consiste en tratar de que a cada paciente le llegue el tratamiento más adecuado, en el momento más oportuno y necesario.
No es una misión sencilla, pero no estamos solos. Las
asociaciones de pacientes (
www.accuesp.com) y las sociedades científicas (
www.geteccu.org /
www.geteii.com) hemos demostrado en
España de lo que somos capaces, pero todavía nos queda mucho
camino por recorrer hasta la curación.
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