El 15 de noviembre, la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (
SEFH) celebra el
Día de la Adherencia e Información de los Medicamentos. Para la edición de este año, el lema elegido es
"Juntos en tu camino: la adherencia marca la diferencia", y busca recordar, a profesionales de la salud, pero también a la ciudadanía, la importancia de seguir correctamente los tratamientos prescritos. Sin duda, la SEFH apunta en la dirección correcta al
visibilizar una cuestión clave de la asistencia sanitaria que sigue sin recibir suficiente atención, a pesar de sus enormes implicaciones.
Esta conmemoración brinda una oportunidad para detenernos a reflexionar sobre la relevancia de la adherencia terapéutica en su sentido más amplio. En muchos ámbitos, y durante demasiado tiempo,
se ha restado importancia al papel del paciente como agente activo en la gestión de su propia salud. Así, aunque se diagnostiquen correctamente enfermedades y se prescriban tratamientos adecuados, el éxito terapéutico depende en buena medida de la adherencia del paciente a ese tratamiento, un aspecto que el sistema sanitario en su conjunto —profesionales, instituciones y políticas de salud—
no siempre ha tenido en cuenta con el rigor necesario.
La adherencia terapéutica: un reto pendiente en el sistema sanitario
Tradicionalmente, el foco de la medicina ha estado puesto en el diagnóstico y la prescripción, mientras que la adherencia terapéutica ha sido vista como una cuestión secundaria. Sin embargo, para enfermedades crónicas como la hipertensión o la diabetes, y también para patologías agudas como las infecciones, seguir los tratamientos de manera adecuada es fundamental para controlar la enfermedad, evitar complicaciones y mejorar la calidad de vida de los pacientes. En estos casos,
una baja adherencia no solo reduce la efectividad de los medicamentos, sino que puede llevar a recaídas, hospitalizaciones, resistencias farmacológicas y mayores costes sanitarios.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca que, en los países desarrollados, casi la mitad de los pacientes con enfermedades crónicas no sigue adecuadamente las recomendaciones de tratamiento. Esta falta de adherencia tiene consecuencias graves a nivel individual y colectivo, y el sistema sanitario, con frecuencia, no se estructura para apoyar a los pacientes en este aspecto. En el caso del VIH, por ejemplo,
el cumplimiento estricto de la medicación antirretroviral no solo permite una mejor calidad de vida para las personas afectadas, sino que ayuda a prevenir la transmisión del virus y a controlar la epidemia. Cada uno de estos casos ilustra que el cumplimiento de los tratamientos va mucho más allá de la salud individual, repercutiendo directamente en la salud pública.
En este contexto, es evidente que
mejorar la adherencia terapéutica requiere de un esfuerzo coordinado. Es fundamental que el sistema sanitario
no solo prescriba, sino que también eduque y acompañe al paciente. A menudo, los profesionales nos enfrentamos a la realidad de que los tratamientos no se cumplen debido a barreras de diversa índole: efectos secundarios, regímenes de administración complicados, falta de apoyo familiar, o incluso creencias y miedos personales. Las personas necesitan información, recursos y acompañamiento continuo para poder seguir los tratamientos de manera adecuada, y es tarea del colectiva proporcionar estos apoyos de manera integrada.
A pesar de estos desafíos,
la adherencia terapéutica ha sido, en muchos casos, infravalorada. La falta de programas de seguimiento y de políticas de apoyo a la adherencia no solo deja al paciente en una posición de mayor vulnerabilidad,
sino que reduce la efectividad general del sistema sanitario. En este sentido, es necesario hacer un llamamiento claro a los profesionales para replantear su papel y adoptar un enfoque que garantice el seguimiento de los tratamientos.
Hacia una adherencia integral a los cuidados
Sin embargo, reducir el concepto de adherencia exclusivamente a los medicamentos es una visión limitada. La adherencia a los cuidados es un concepto más amplio que va más allá del cumplimiento de la medicación prescrita. Incluye aspectos fundamentales como el control de la alimentación, el ejercicio físico, la realización de controles regulares y la
adopción de prácticas de autocuidado. Cada uno de estos elementos es parte integral de la salud y contribuye a mejorar los resultados de cualquier tratamiento.
La OMS subraya que una adherencia integral a los cuidados, especialmente en enfermedades crónicas, contribuye de manera significativa a evitar complicaciones y a mejorar la calidad de vida de los pacientes. La falta de adherencia en el sentido más amplio no solo perjudica al paciente a corto plazo, sino que a largo plazo puede agravar su estado de salud y hacer más costosa su atención. Cuando un paciente con diabetes no controla su dieta, o una persona con insuficiencia cardíaca no sigue una rutina de ejercicio, el riesgo de complicaciones aumenta. Así,
una visión integral de la adherencia incluye el esfuerzo activo para que los pacientes comprendan que su salud no solo depende de tomar sus medicamentos, sino también de su compromiso con otros aspectos esenciales de su bienestar.
En este sentido,
la adherencia integral es una responsabilidad compartida entre el sistema sanitario y el paciente. La educación sanitaria y la creación de programas que incentiven estos hábitos son herramientas que contribuyen a reforzar una adherencia integral, en la que el paciente toma consciencia de que su papel es fundamental para el éxito de su tratamiento. Asimismo,
el uso de herramientas digitales y de tecnologías de la información permite hoy en día un seguimiento más personalizado y efectivo, proporcionando recordatorios, facilitando la comunicación y generando datos que permiten evaluar mejor la adherencia y sus obstáculos.
Un compromiso para marcar la diferencia
Para avanzar en esta dirección, es esencial que tanto el sistema sanitario como los profesionales de la salud revisemos nuestro papel y enfoquemos nuestras prácticas hacia una atención integral que abarque todos los aspectos de la adherencia.
Necesitamos asumir que cada paciente es único, que sus barreras y motivaciones también lo son, y que acompañarlos en su tratamiento implica, muchas veces, ir más allá de lo estrictamente clínico.
En definitiva, la adherencia es un factor que, en sus distintas dimensiones, marca la diferencia. Este compromiso debe estar en el centro de nuestras políticas y de nuestra práctica clínica diaria. Como profesionales, el desafío no es solo diagnosticar y prescribir, sino educar, motivar y facilitar el camino para que cada paciente pueda seguir su tratamiento de manera adecuada. Porque, como bien señala este año la SEFH en su lema, la adherencia “marca la diferencia”:
no solo para cada persona, sino para el conjunto de la salud pública.
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