La declaración, por parte de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), del año 2020 como
Año Internacional de la Enfermera y la Matrona, es una nueva oportunidad para avanzar en el posicionamiento de la Enfermería en su conjunto en el contexto del
Sistema Nacional de Salud (SNS) español.
Han pasado ya muchos años desde el Real Decreto 521/1987, de 15 de abril, por el que se aprueba el Reglamento sobre Estructura, Organización y funcionamiento de los Hospitales gestionados por el Instituto Nacional de la Salud (RD 521/1987). En ese Real Decreto se articula un modelo de organización en el que la Enfermería dispone de una
estructura sólida para la dirección del personal y para la participación en las decisiones de los hospitales. Esta orientación se trasladó a las normas autonómicas en la definición de las estructuras de Atención Primaria, superando el modelo inicial establecido en el Real Decreto 137/1984, que definió las
estructuras básicas de salud.
En paralelo, a lo largo de estas cuatro décadas se ha enriquecido el
currículo académico de la enfermería, hasta llegar a la situación actual, incluido en la enseñanza de
Grado Universitario, haciendo hoy indiscutible el
elevado nivel de cualificación del personal enfermero.
De cara a este año conmemorativo es innegable la vinculación del trabajo de las enfermeras y matronas con los resultados en salud, por lo que la relación entre la
evolución demográfica de nuestro país y la necesidad de mayor disponibilidad de enfermeras y matronas es un lugar de encuentro entre profesionales, agentes sociales, estructuras de gobierno y asociaciones profesionales.
Y, efectivamente, así ha de ser. Según los datos del
Ministerio de Sanidad, en el SNS contamos con 181.789 profesionales de la enfermería.
El año 2020 ha de ser el año de la reflexión, de la inflexión en los papeles de los diferentes profesionales del sistema sanitario, debe cerrarse definitivamente un modelo de éxito que tiene más de 40 años de vida, pero que da
señales de agotamiento y que, por la cualificación de las enfermeras y por las nuevas necesidades en salud de una población con mayor edad, requiere
un enfoque nuevo en la atención sanitaria. Una de las claves de este nuevo enfoque tiene que ser, sin duda alguna, el alargamiento del alcance profesional de las enfermeras, lo que
obligará a cambios organizativos profundos, en la planificación de la actividad de los equipos de Atención Primaria, con la aparición de nuevas funciones en los hospitales y con un crecimiento en la visibilidad de las enfermeras ante la sociedad y el desarrollo de sus competencias.
Un enfoque organizativo diferente necesitará claridad de
ideas, coraje y habilidad para afrontar las dificultades y
vencer las resistencias que, como ocurre en cualquier organización, aparecerán. De hecho, ya han surgido en numerosos lugares.
Si, como digo, aparecen resistencias en la configuración de la actividad en los
centros sanitarios, habrán de aparecer muchas más en otros ámbitos, especialmente cuando nos referimos a los niveles de decisión.
"Una de las claves del funcionamiento de un hospital está en la organización de la enfermería"
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Siempre he defendido que una de las claves del funcionamiento de un hospital está en la organización de la enfermería. Un hospital que cuenta con una
organización eficaz de la enfermería gestionará mejor la actividad y los recursos, ofrecerá más calidad y seguridad en la atención sanitaria.
Por tanto, todo aquello que potencie esta organización, redundará directamente en los resultados asistenciales, también en la
eficiencia.
Del mismo modo, la esencia de la actividad comunitaria en los equipos de atención primaria descansa sobre la capacidad de las enfermeras y matronas de llevar los cuidados y la prevención a los ciudadanos, en la consulta, en los centros sociales, en las escuelas o en los domicilios.
Todo ello requiere que la
Agenda Enfermera esté presente en las
decisiones directivas, pero también en los lugares clave de la organización.
Son pocas aún las gerencias sanitarias ocupadas por enfermeras. Las razones son variadas, pero no es ajeno a ello el
modelo de sociedad no conciliadora en el que aún vivimos. Del mismo modo, la presencia de una enfermera en lugares como la dirección de una
Unidad de Calidad, la planificación de
Consultas Externas o la dirección del
Registro de Demanda Quirúrgica, la dirección de un
Servicio de Atención al Ciudadano, o la valoración de necesidades de equipamientos, aportará, y mi experiencia en los últimos tres años lo demuestra, enormes mejoras en organización y, sobre todo, en la respuesta a las necesidades de cada paciente.
No quiero terminar esta reflexión sin hacer mención a algo que vengo pidiendo desde hace muchos años, el
cambio en la organización de la jornada laboral, de manera que se ponga límite al tiempo en que las enfermeras han de trabajar a tres turnos. A veces porque la organización no es capaz de interpretar las necesidades en conciliación y, sobre todo, en cuidado de los propios profesionales, pero, otras veces, porque el modelo retributivo sigue manteniendo el
complemento de nocturnidad como un elemento básico para poder ganar un poco más de dinero. Y no es complicado, ni costoso, modificar esta situación, si se aborda con
inteligencia y prudencia.
Un amigo hace años me decía, al hilo de alguna vieja batalla en la organización en la que participábamos,
“se combate en todas las playas”. Pues eso, es momento de abordar un cambio en el papel de la enfermería, creciendo en reconocimiento, mejorando las condiciones laborales y creciendo también en protagonismo en la toma de decisiones.
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